De intentos fallidos

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Ni si quiera él podía reconocerse a sí mismo cuando se miraba en el espejo. Con grandes bolsas por debajo de sus ojos inyectados en sangre, manchas moradas recorriendo todo su cuerpo, sus venas sobresaliendo de sus muñecas.
Muy a pesar de su aspecto moribundo se sonrió a si mismo con ironía. Pensó en lo patético que se veía y se río a carcajadas por eso. Aun podía notarse el efecto de la droga en él.
Sin más dilación, se metió en la ducha e intento verse lo más decente posible. Sacudió sus prendas para al menos disminuir un poco el olor a cigarrillo, incluso cobardemente las Róseo de aromatizante para baño.

(...)
No se molestó si quiera en verificar si el tipo que vio tirado en la sala seguía con vida, salió de la casa tal cual, oliendo a una lavanda tan falsa como su dignidad. 

La antología desaliñadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora