timeless

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Gruesas gotas de lluvia caían desde el cielo anaranjado de la gran ciudad. A su alrededor las personas comenzaban a abrir sus paraguas o a esconderse bajo los portales para resguardarse de la lluvia.

Pero Johnny siguió caminando tranquilamente, ignorando el hecho de que su cabello o ropa quedarían empapados tras aquel paseo al atardecer.

Cuando estaba con Taeil siempre se divertían viendo a las personas desesperarse por salir intactos de la guerra contra el agua que caía de las grisáceas nubes, riendo porque a ellos no les importaba nada.

Simplemente eran felices, corriendo tomados de la mano.

Johnny entró a una ya habitual floristería. En esta siempre compraba las rosas que tanto le gustaban a su novio mientras saludaba al dependiente Kim, el cual ya se había convertido en uno de sus mejores amigos gracias a las innumerables veces que el más mayor había ingresado en aquella tienda.

Despeinó su cabello totalmente mojado, haciendo que pequeñas gotas se perdieran por el lugar. Se acercó hasta el mostrador, esperando a que el dependiente saliera del almacén.

-Rosas blancas, ¿verdad? -Preguntó Kim Doyoung, limpiándose ambas manos en el delantal que llevaba puesto. Johnny sólo asintió con la cabeza, haciendo una leve mueca con sus labios. -Espera aquí.

El más alto observó toda la tienda, lo que siempre hacía mientras esperaba a que su amigo le diera las flores.

A Taeil le encantaban las rosas, en especial las blancas. Siempre que las recibía de su parte su rostro se iluminaba, dándole después un fuerte abrazo, seguido de cortos pero castos besos sobre sus labios.

Y Johnny no podía sentirse más pleno al ver la hermosa sonrisa que su amado le dedicaba.

-Aquí tienes. -Le entregó el gran ramo de flores a su amigo americano, negando con su cabeza al ver cómo éste sacaba del bolsillo su cartera para poder pagarle. -No lo hagas, ya son dos años.

[...]

Continuó su ruta a paso lento sin mirar por dónde iba, el camino lo tenía grabado en su memoria.

Su mente estaba totalmente distraída, no podía pensar en nada más que en el rostro perfecto e impecable de Taeil, ese en el cual siempre le gustaba dejar pequeños besitos cuando se sentía mal, viendo cómo éste se relajaba entre sus brazos y caía dormido ante aquellas muestras de afecto.

Pasó por en frente de la cafetería en la cual su novio solía trabajar, pero cuando llegaba él en un horario en el que casi no había gente, se sentaba junto a él, conversando tranquilamente sobre cualquier tema. El punto era pasar tiempo juntos.

Se detuvo justo en la puerta de ésta, divisando a lo lejos por el gran ventanal a Yoonoh, el cual levantó su pulgar en signo de apoyo hacia el mayor en cuanto vio las rosas blancas que éste llevaba consigo.

Iba a continuar su camino hasta que el tintineo que emitió la pequeña campana de la puerta al abrirse hizo detener sus pasos.

-Johnny, buena suerte. -Fueron las únicas palabras que el tailandés le dedicó antes de entregarle una carta y volver al interior del local para continuar su trabajo.

Sabía lo que había ahí escrito, el año anterior le dio la misma carta, con el mismo sobre color rosado, escrito con la misma letra, la letra de Chittaphon.

Johnny estaba muy feliz de que Taeil tuviera tan buenos amigos, ese tipo de amigos que cualquiera desearía tener, esos de los que siempre estaban ahí, tanto en los buenos como en los malos momentos. Y esa carta lo demostraba.

Más tarde llegó a un pequeño espacio lleno de árboles, tanto grandes como pequeños, y entre éstos había un camino de piedras que conducían hacia unas escaleras, bastante altas para su gusto.

Recordaba todas las veces que había paseado por allí junto Taeil, acompañando a éste hasta el destino al que YoungHo iba dirigido.

Cada vez que iban allí tenía que consolar a su pequeño novio, mientras éste lloraba en sus brazos, frente a la tumba de su madre, la cual falleció hacía bastante tiempo.

Ahora él no tenía a nadie quien lo consolara en ese momento.

Llegó hasta aquel lugar, ese lugar al que odiaba ir, pero que a pesar de ello iba todos los meses. Incluso había veces que iba más de una vez por mes, porque realmente extrañaba a su novio.

"Moon Taeil" leyó. Su nombre retumbó por toda su mente, sintiendo un escalofío recorrer su cuerpo empapado. Se agachó, posicionando ambas rodillas al borde de la lápida y dejó sobre ella el ramo de rosas y la carta, sabiendo que el destinatario nunca llegaría a leerla.

Las luces de la ciudad comenzaron a encenderse una a una en el momento en el que el sol se desvaneció completamente, iluminando el frío lugar que se alzaba ante sus pies.

Doyoung tenía razón, habían pasado ya dos años desde aquel fatídico día. Dos años desde que perdió al amor de su vida.

Pero Johnny nunca dejó de visitar el café donde los amigos que ambos compartían seguían trabajando, ni de ir a los lugares a los que al mayor le encantaba ir, tampoco de hacer lo que solían hacer cuando su novio seguía a su alrededor. Porque lo único que le quedaba era eso para poder sentir que Taeil, el hermoso chico de facciones perfectas y sonrisa radiante del cual se enamoró, seguía junto a él.

timeless | johnil Donde viven las historias. Descúbrelo ahora