Prólogo.

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― ¿No crees deberíamos hacer algo productivo este verano? - Preguntó Verónica mientras jugaba con las puntas maltratadas de mi cabello.

―¿Sugerencias?

―No lo creo, a decir verdad mi mente sólo está pensando en cómo evadir este maldito calor.

―¿Un helado serviría?

―No lo creo, demasiadas calorías...- Sonreí para mis adentros. Debo admitir no ser como las demás, una dieta nunca estará en mis planes, mi poca fuerza de voluntad lo impide.

― ¿Dieta nueva? ― Le miré de reojo. Daba unos cuantos jalones a mi cabello castaño pero no protestaba.

―Algo así, en los últimos meses he aumentado un par de kilos

―Por Dios, Verónica, si adelgazas un poco más podría abrazar tu brazo con mi mano, eso no sería realmente lindo

― Exageras...

Y no lo hacia. En esta ciudad, se acostumbraba observar a modelos o chicas delgadas en trajes de baño de dos piezas con un gran hueco de distancia entre ambas piernas, las clavículas bien marcadas y sus costillas parecían sólo los huesos forrados de una delgada capa de piel, ellas habían llegado al extremo. El calor en Los Ángeles suele ser insoportable en días de verano y ahí el por qué Verónica quiere bajar más, si eso es posible, de peso. Una absurda idea y un mal ejemplo a seguir.

―Te hablo más tarde, ¿de acuerdo?―Verónica estaba situada a centímetros de la puerta principal.

―Espero tu llamada ―Señalé mi móvil y le dediqué una enorme sonrisa, a la cual, ella respondió.

El resto del día fue desperdiciado, a decir verdad, casi toda mi vida ha sido echado a la basura en música, comida y siestas de largas horas. Me dispuse a tomar una ducha y matar el tiempo esperando a que llegasen las ocho de la noche y poder ver el especial de varias horas de ''Emergencias Médicas'', acepto tener un tipo de adicción con ese programa con trama un poco inusual, algo que pocos adolescentes ven, pero como dije no soy como la mayoría de los jóvenes. Una hora o más se fue junto con el chorro de agua por el resumidero, el calor era tan infernal que me limité a usar unos vaqueros cortos y una blusa de tirantes fresca. Escuché a mi madre gritar en el piso inferior, algo dulce y a la vez agresivo, ese tono que sólo ella puede hacer, lo he intentado. Fallé en todos los intentos.

Bajé tarareando mi canción favorita, una de las muchas en mi lista, la cual he denominado ''Canciones favoritas para la espera del fin del mundo'', porque seguramente es lo que haría antes del fin del mundo, sería escuchar música.

 Mi mamá se encontraba de espaldas a las escaleras lavando algunos platos sucios de la tarde, como casi siempre, no me prestó atención y siguió en lo suyo. A decir verdad no sería llamada la ''Oveja negra'' de la familia, sólo la ''Rara'' hundida en un mundo de libros, música y largas charlas con migo misma, en las reuniones semanales no faltan los malos y nada constructivos comentarios hacia mi persona por parte de mis familiares. No son amables. Bien podría desaparecer de la faz de la Tierra y no moverían ni un dedo para encontrar a mi cuerpo incluso sin vida.

La cena fue realmente incómoda, mi madre sólo observaba al vacío, como si charlara con un fantasma, en esas charlas donde las miradas son las palabas. Me limité a acabar con mi gran ensalada y mi vaso de té frío de unos cuantos bocados para evitas las charlas de ‘’Cambia, por favor’’ de mi madre.

Tomé mis platos y los dejé sobre el lavavajillas para ir al sofá y encender la televisión. El programa de ‘’Emergencias Médicas’’ acababa de iniciar, lo que me tomó por sorpresa fue tener la compañía de mi madre. Se sentó a mí costado sin murmurar ni un sonido, fue como si no estuviese ahí, me miró fijamente con una mirada de arrepentimiento sobre su rostro. No lo sabía y no lo entendía, sólo le daba vueltas por mi cabeza.

—    Te quiero

Fue un ‘’Te quiero’’ débil y casi inaudible, por un segundo creí estar alucinando y parpadeé un par de veces para volver a mi realidad.

—    ¿Acaso no has escuchado?, te quiero

Una descarga eléctrica recorrió mi cuerpo rogándome reaccionar a aquella afectiva palabra, pero no lo logré, le miré atónita, quería correr, traer mi cámara y por fin tener alguna prueba de que mi madre no solo me veía como un simple humano, si no, como su hija. Sonreí fingidamente y me limité a murmurar.

—   Yo también me quiero, madre, y al parecer, soy la única persona que lo hace

Aún no tenía la fuerza suficiente para decirle que le quería, dieciséis años y no me mostró el afecto que a las niñas de mi jardín de niños se les dio. Después de hacer a mi cerebro reflexionar caí en la cuenta de que haber dicho eso, fue un desastre.

—   Lo siento, es sólo que, si tu no me mostraste tu apoyo, tu amor y tu afecto, ¿por qué debería hacerlo yo?

Me puse de pie con un enorme nudo en la garganta, un nudo de esos que ni tomando varios litros de agua desaparece. Caminé lo más rápido posible hacia las escaleras mirando de reojo a mis espaldas. Al estar recostada en mi cama con las sábanas en desorden, rompí en llanto, un llanto silencioso y lleno de dolor, ¿cómo pudo atreverse a mandar todos estos años al olvido y quererlos remplazar con un simple ‘’te quiero’’?

El sonido de mi celular interrumpió mis penas haciendo vibrar el bolsillo delantero de mis jeans, en la pantalla se encontraba una foto mía junto a Veronica, agradecí porque se acordó de llamar y contesté.

—   Empaca tus cosas

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⏰ Última actualización: Jul 01, 2014 ⏰

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