Capítulo 1 - Licunda

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Está todo oscuro y se escuchan voces de alguien rogándole a su acompañante que no se suelte, que por favor aguante, que están por llegar, se escuchan lluvias, truenos y se ven rayos, que acompañan al sonido de un océano muy violento.

No se escucha ni se ve nada más... De pronto, la imagen se vuelca a una playa desierta, junto a una jungla muy extensa. La atmósfera de ese lugar tan calmo era gobernada por el sonido de las olas rompiendo en la orilla. A unos metros, se puede observar a un niño desmayado entre unas piedras llenas de musgo de mar, que brillaban intensamente gracias a un sol que no cedía. Este niño no debía tener más de trece vueltas al sol.

Un niño de aspecto muy solitario se aproxima a aquella playa, sostiene algo en sus manos, pareciera ser un colgante, pero no se podía apreciar mucho.

Al acercarse a la orilla, apoya aquel objeto en la húmeda arena y se sentó junto a él, era un colgante precioso, que sostenía una piedra brillosa y un poco grande, con una inscripción muy extraña, que se notaba mucho más cuando era alcanzada de lleno por el sol. Procedió a introducir sus pequeños pies en la arena y se posicionó en ella, como si se tratase de una actividad rutinaria, y luego se dedicó únicamente a observar el mar, que abrazaba a un infinito horizonte que lo invitaba a soñar despierto.

—<<Siempre termino viniendo a este lugar, siempre que me siento solo, siempre que siento lástima de mí mismo. Pero aquí me siento bien. Venir aquí me anima y más teniendo mi colgante amuleto de la suerte>>.

Hasta que un extraño ruido lo llevó a voltearse a su amuleto, algo se había posado sobre él.

Se trataba de una hermosa Licunda.

—No es cierto... —Pensó en voz alta, mientras la admiraba estupefacto—.

Cuenta la leyenda, que las Licundas sólo aparecen cuando ellas creen que hay un alma a la cual guiar. En algunas culturas hasta se llegó a pensar que las Licundas eran las encargadas del equilibrio espiritual y de mantener el órden en el mundo.

La Licunda despliega sus preciosas alas,— el niño observó que una de ellas estaba muy dañada, pero no opacaba la belleza de las otras tres— Y comenzó a ascender como si lo hiciera en cámara lenta, así que el niño agarró su amuleto y se puso de pie.

Él entendió que ella lo estaba invitando a seguirla. Y así fue, comenzó a caminar a la par de la Licunda, que comenzaba a desplazarse por el aire dejando una hermosa estela dorada mientras avanzaba. —¿A dónde me llevará? —¿Me llevará con mi madre? —¿Me guiará hacia algún tesoro, tal vez? Todas estas preguntas, una atrás de otra, generadas a la par de la lenta caminata, se detuvieron, ya que la Licunda se había detenido.

Apresuró su aletear y comenzó a acelerar, y el niño, a correr. Ya, asustado, comenzó a llorar, y a reír, ya que se trataba de una experiencia única para él, legendaria, tal vez algún día podía contarle a alguien que se le había aparec... Y se detuvo nuevamente.

La Licunda comienza a descender sobre unas rocas, él podía verlo a lo lejos, y a su vez, pudo darse cuenta que el sol estaba por ocultarse, era momento de volver, nada bueno puede suceder cuando el sol se oculta.

—Dame fuerza y valentía, por favor —Exclamó mirando a su mano derecha, donde tenía su amuleto enrollado entre sus dedos— Y comenzó a caminar hacia las rocas.

Al llegar, la Licunda se había posado en la nariz del niño desmayado.

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⏰ Última actualización: Apr 02, 2020 ⏰

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