Dena.

41 3 0
                                    

Recuerdo haber quedado con Saye cerca del arroyo. Nuestra historia no fue fácil y jamás nadie habría imaginado que terminaríamos enamorándonos. Yo vivía en otro estado muy, muy lejos de ella, y no le veíamos principio ni fin a nuestra "historia de amor".
Ella siempre estaba confundida, y tenía una personalidad tan magnética, que todos alrededor de ella sucumbían ante sus encantos, incluso yo, a pesar de que jamás supe la realidad de sus sentimientos.
Cuando la conocí no fue en persona, fue en internet, y dado que la mayoría de las amistades en estos tiempos inician así, nos hicimos muy cercanas.
En ese momento yo era una persona muy insegura y ella me proporcionaba la seguridad que tanto anhelaba y necesitaba, ¡le encantaba ayudar a todos!
Poco a poco fui recobrando el autoestima y ella jamás se alejó de mí, a pesar de mis recaídas emocionales, Saye siempre estuvo ahí para dedicarme una sonrisa a través del computador.
Recuerdo que una noche, le dije que iría a vivir al Pueblo en el que ella se encontraba. Definitivamente no me creyó, pero ya lo había estado planeando durante meses. Mis padres me dijeron que podía estudiar en la pequeña Universidad que había allí, y a mí me hacía falta conocer nuevos aires.
Yo era dos años mayor que ella, pero cuando hablábamos eso no importaba, el mundo exterior se desvanecía y solo estábamos nosotras. Es por eso, que cuando me enteré de su desaparición el mismo día que habíamos quedado de vernos, entré en shock. Había preparado un picnic en el arroyo y planeaba decirle formalmente mis sentimientos, si me aceptaba, sería el día más feliz de mi vida, si no, lo aceptaría y seguiría siendo su amiga. Ella era demasiado importante para alejarla por una cosa así.
Recuerdo haberme mirado en el espejo antes de salir, mis manos estaban sudorosas y mis ojos parecían desorbitados. Mi largo cabello cenizo caía hasta mi espalda, y se veía tan liso que cada que me movía parecía que resplandecía. Mis labios carmesí combinaban con el vestido rubí que había elegido.
Esperé cerca de dos horas, no sé por qué jamás me imaginé que algo malo había pasado, porque a pesar de que estaba enojada porque me había dejado plantada, sabía en el fondo que ella jamás sería capaz de hacer algo así.
De regreso a mi apartamento comenzó a llover, dejé que cada gota mojara mi cuerpo y cuando caían de él al piso, visualizaba cómo se disipaba mi enojo. Pero pronto lo reemplazó un sentimiento de ansiedad, porque justo antes de llegar, me encontré con la abuela de Saye, estaba totalmente trastornada porque nadie la encontraba y nadie, absolutamente nadie, la había visto por última vez aquel día.

En el Solsticio. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora