Cuando empezó a abrir los ojos, no pudo evitar que le entrara el olor a azufre y mierda por sus conductos nasales, y mientras intentaba aguantar la respiración se puso en pie. Nada más levantarse pudo contemplar el paisaje oscuro y decadente que tenía ante él. Estaba repleto de seres humanos encadenados, torturados e incluso más de un cadáver en el suelo más allá de donde le alcanzaba la vista. Allá donde miraba no encontraba nada que fuera digno de ningún agrado, así que empezó a caminar hacia lo que de lejos le pareció una gran masa de agua, por lo que podía ser un lago o una charca de grandes dimensiones.
A cada paso que daba se sentía más observado, como si los demás le vigilasen, pero eso no hizo que llegara al agua y se preguntara lo más importante "¿Quién soy yo y que hago aquí?". No pudo evitar tener curiosidad y mirarse en él para ver su reflejo, de esa manera vio su aspecto físico; era un chico joven, de unos 18 años, tenía el pelo corto y negro como el azabache, dos cicatrices enormes, una le atravesaba el cuello y la otra la mitad de la cara, sus ojos eran castaños con un tono verde oliva y no tenía ninguna prenda que cubriera su pecho apenas marcado, del que colgaba una llave con un cordel azul. El resto de su ropa estaba rota, como si unos ratones hubieran pasado por ahí y lo hubieran roído todo.
Mientras se contemplaba se preguntó en tono desesperado:
- ¡¿Qué es este sitio?!
- Esto, estúpido, es el infierno, donde tu desesperación es el alimento que hace que reluzca más este lugar. – dijo una voz que provenía desde las alturas.
- ¡¿Quién eres?! – dijo él.
Nada más terminar la pregunta, se precipitó hacia el suelo lo que parecía ser un objeto.
- Pensaba que te sonaría el lugar del que provienes, amigo Claude – volvió a hablar la voz, que esta vez provenía del cráter que se formó.
- ¿Cómo que Claude? ¿Cómo que este es mi lugar? ¡Te ordeno que me lo digas! – gritó él.
Del cráter salió una silueta detrás del humo del impacto, era un ser con el aspecto parecido al de un humano. Llevaba una melena blanca y larga, vestía con una toga negra y mostraba una sonrisa macabra, a la vez que unos ojos negros en los que se veía una enorme oscuridad.
- ¿No te acuerdas de tu amo y señor Dámira? - dijo sonriendo.
- Así que te llamas así, dices que me llamo Claude y te sirvo. Demuéstramelo – dijo Claude.
- Está bien, eres además de mi mano derecha, un demonio sanguinario que mataba por dinero y quería ayudarme a conquistar el mundo. No obstante, durante la pelea contra las fuerzas de "La Emperatriz", una guerrera llamada Gabrielle Arrowmoon, una mercenaria, te hirió de tal manera que perdiste mucha sangre y con ello la conciencia. Y por lo que veo también la memoria.
Claude no podía saber si lo que le estaba diciendo era real, pero algo le decía que de todo eso, al menos una parte era real.
- Hay algo, que me dice que no confíe en ti, pero me arriesgaré. – dijo él.
Con estas palabras se acercó al demonio y le estrechó la mano en señal de que tenían un trato, pero lo que debería haber pensado es: "Nunca te fíes de la palabra de un demonio".
Tras hacer ese acuerdo, el que supuestamente era su señor, le enseñó lo que era y sería su hogar. Dámira le enseñó su nueva habitación o mejor dicho antigua habitación. En esta había retratos de él por todo el dormitorio y lo que parecía ser una diana en el techo con una foto de una chica joven con el pelo negro, la piel pálida con pecas en la cara y una mirada brutal, como si saliera del techo a atacarte con su arco.
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Todo lo que encuentras no está vivo
General FictionClaude un joven medio demonio despierta en el infierno y no recuerda nada de lo que pasó, ni siquiera de quien era. Allí se encuentra con el príncipe del averno del cual a pesar de ayudarle sospecha...