La última cosa que hicimos juntos fue un test de embarazo, debería comenzar la historia que acaba de terminar. Sin embargo quién sabe cuál es la mejor manera de desandar lo que ya no está. Yo no.
¿Qué pasa cuando una relación se termina? ¿Qué excusas pone uno ante su propia vida, la angustia, la mirada de los demás, el vacío que no se llena con nada, las ganas de llorar?
El otro día le decía a una amiga que uno no se enamora igual a medida que pasan los años. Y es verdad, y es una obviedad. Y te duele distinto pero no porque duela menos. Enamorarse a los treinta y pico implica, por mandato o presión social, por el vaya a saber qué auto impuesto, planificar a otro nivel, pensar en sentar cabeza, dejar de boludear.
Yo buscaba un compañero. Un día le puse un nombre a la búsqueda en terapia, aunque me negaba a asumir el costo de compartir todo con alguien. Pero un día acepté que estaba bien, que podía intentarlo, que no necesariamente iba a terminar mal. Pero sí, como siempre, terminó mal. Que esas historias de amor romántico de las novelas de Corín Tellado no hicieron más que arruinarnos la cabeza a generaciones y generaciones enteras.
Pero en pos de eso que se supone perfecto, una termina cediendo a cosas que no, que no están buenas, y que empiezan a calar hondo, sin que uno se de cuenta, en principio. Después una ve que no está bueno lo que está pasando, che. Pero llegaste hasta ahí y es un esfuerzo más y quizás funciona. Y lo querés, estás segura, re contra segura, y después no tanto. Pero lo querés. Y empezás a pensar que tal vez no va a funcionar nunca pero lo negás casi inmediatamente y sí, carajo, tiene que funcionar.
Un día te das cuenta que llegaste a un punto sin retorno. Un día te das cuenta que todo el amor que diste se te vuelve en forma de trompada a la cara y que, mientras caés, se prepara el colchón del fracaso en el que vas a permanecer tirada hasta que, quién sabe cómo, lo superes.
Ese día, mientras caía, decidí contarte lo que estabas pidiéndome que te contara, eso que sabías que te estaba ocultando. Y reaccionaste como se esperaba de vos, iracundo. Es absurdo, ya lo sabías y me empujaste a contarlo durante más de un año en el que yo, empecinadamente, no lo ponía en palabras porque sabía lo que iba a pasar. Y finalmente pasó.
Ahora vos tenés la excusa perfecta para que sea yo la culpable y yo la certeza de que no, che, no estaba bueno lo que estaba pasando. Y aún así ambos tenemos el dolor de haber fracasado.
"A la mierda con enamorarse", grito, y mi gato me mira unos segundos, y sigue lamiéndose la panza. Por acá las cosas duelen cada vez más, y te extraño, mi compañero imperfecto.
YOU ARE READING
Treinta y pico
RandomUno no se enamora igual, no siente igual, no piensa igual, a medida que pasan los años. Obviedad, sí. Pero los treinta y pico tienen esa cosa de mitad de camino entre el ser joven y el reloj biológico/cultural que te agobia. Esta es la historia de c...