Prólogo. Una típica mañana atípica.

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          Los rayos de sol entran por la ventana de mi habitación. Pero aun siendo muy pronto, ya estoy despierta. ¿Por qué estoy despierta, me preguntaréis? Muy fácil, la razón es porque hoy se muda la pareja de mi padre a su casa.

          Mis padres se separaron hace cinco años. Recuerdo, que cuando se separaron y me lo contaron, me comporté como una cría. Incluso mi hermana pequeña que tiene cuatro años menos que yo, lo superó mejor. Me pasé un mes sin querer salir de mi cuarto. Mis padres empezaron a preocuparse por mí, incluso me comentaron la idea de pedir ayuda a un psicólogo. Quizá fue eso lo que me hizo reaccionar y comenzar a superarlo. También comprendí que nuestra madre con la que ahora vivimos y nuestro padre, estaban afectados por la situación.

          Ahora, no me duele que mi padre no viva con nosotras. Al menos, eso digo cuando estoy con ellos. Me sigue doliendo, pero también he madurado y he descubierto que la vida no es de color de rosas como en los cuentos y novelas. La cruel realidad es como una ola inmensa que te aplasta en información que a veces no requieres. Y cuanta más información te conceden, más te arrastra la resaca encabritada del mar.

          Decido que es hora de dejar de holgazanear en la cama. Es mejor levantarme y comenzar con fuerza el día. Me desenredo de las sábanas. Me doy cuenta del desastre que soy cuando contemplo impotente que he sacado las sábanas de su sitio otra noche más. Suspiro al aire echando para atrás el lío que forman las sábanas encima de la colcha. Cojo mis gafas de encima de mi mesita de noche y me las pongo, colocándolas en su sitio.

         Mi habitación la considero mi santuario. Tengo dibujos de ojos que he hecho yo decorándola. A la derecha de mi cama están un armario antiguo de madera de cerezo. En ese mismo lado hay un espejo de cuerpo entero, la ventana que da a una calle de bloques de edificios que tapan cualquier resquicio de paisaje hermoso que pudiera contemplar. Delante de la cama está la puerta que da al resto de nuestra casa. Toda ella está repleta de dibujos de personajes anime y diferentes ojos que he dibujado. En la parte izquierda tengo mi escritorio con mi ordenador, que es uno de mis mejores amigos.

          Contemplo mi santuario con una sonrisa. Está todo limpio e impoluto. Me estiro para relajar mi cuerpo después de una pésima noche. Los nervios me tienen en un sinvivir y eso me pasa factura. Siento cada músculo de mi larguirucho cuerpo engarrotado y tenso. Debería estar prohibido hacerle pasar por esto a tu hija preferida el año más importante de su instituto. Me miro en el espejo contemplando mi reflejo. Amaso mi melena de fuego. Tengo el cabello lacio, rojo y con la raya al medio, sin flequillo. Sin embargo, ahora tiene un gran nudo en la parte superior y está completamente enmarañado. Trato de peinarlo con mis finos dedos, pero desisto cuando compruebo que necesito una ducha y una sesión de suavizante. Mis ojos son color canela y usualmente llevo maquillados con un bonito estilo felino. Ahora mismo, los observo y parezco más un oso panda que una pantera. Otra noche más que olvido desmaquillar mis ojos. Suspiro con pesadez cansada de amanecer de esa guisa. Si cualquier persona del instituto consiguiera una foto mía en ese estado, creo que tendrían bromas para una buena temporada. Tan cómica como me encuentro, inicio mi sesión de autoestima. Normalmente dura unos segundos: arrugo mi nariz. Estrecho mi cara, arrugándola. Golpeo con suavidad mis pómulos poniendo un gesto parecido a un pez. No puedo evitar sonreír al ver mi rostro en el espejo y entonces el día me parece un poco más viable que antes. Esa técnica puede pareceros una locura quizá, pero me ayuda a reírme de mi y conmigo, y lo más importante, comenzar el día con una sonrisa en mis labios.

          Giro la mirada hacia la ventana. Miro el edificio que está en frente del mío y contemplo como casi todas las persianas están bajadas aún. Es un domingo más en la ciudad de Madrid. No hay mucha gente paseando por la calle. Quizá lo que escucho son sólo personas que llegan a sus hogares después de una noche de fiesta.

          Me parece que escucho a mi hermana menor en su habitación. Ella es mi viva imagen, con un toque más infantil. Sin embargo, tiene una mentalidad más madura que la mía. A ella no le molesta que se mude la novia de mi padre con su hijo, ni que éste vaya a nuestro instituto. Quizá porque ella no va a tenerlo en su misma clase, como yo. Niego la cabeza tratando de despejar todas las incertidumbres de ella. Bienvenidos al inicio de mi último curso de instituto y por favor, deseadme suerte porque hoy conoceré al hijo de la novia de mi padre. Estoy convencida de que lo odiaré en el mismo momento que lo vea.

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          Espero que os guste el prólogo de la novela juvenil que traigo recién salida del horno. Cualquier cosilla, estaré en twitter para comentaros: 

@soylittlenixie

          ¡Espero vuestros comentarios! Cualquier comentario que me ayude a mejorar y a crecer os estaré muy agradecida. Es la primera vez que escribo en primera persona y presente, por lo que perdonadme si hay algún errorcillo...

          ¡Muchas gracias por leerme, pollitos! <3

Podríamos llamarlo destinoWhere stories live. Discover now