Coco: La historia oculta

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Disclaimer: Los personajes de Coco no me pertenecen, sino a Disney.

Personajes: Ernesto de la Cruz, Héctor Rivera, Imelda, Coco.

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene slash, omegaverse, lemon, sobrenatural y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

Resumen: Y si la historia de no fuese como nos la contaron en la película.

Beta: Lily Black Watson.

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Coco: La historia oculta

Héctor Rivera Treviño, era un joven omega dentro de una típica familia mexicana, aunque había algo poco común en él; tenía una voz privilegiada y una mente maestra para componer hermosas canciones.

Pasaba su tiempo libre en compañía de Imelda Rivera García, su prima tercera, una alfa fuerte y orgullosa, como todos los de su casta.

Las familias de ambos estaban ansiosos de que esos dos se casaran, pero nadie pensó que sus planes se verían arruinados cuándo él apareció; Ernesto de la Cruz, un alfa musculoso, apuesto y músico.

Fue amor a primera vista, ambos, alfa y omega parecían haber sido creados el uno para el otro, las composiciones de Héctor interpretadas por Ernesto embelesaban hasta a los mismos ángeles.

Pero había un problema en el recién formado paraíso; Juana, la madre alfa de Héctor no estaba dispuesta a que el menor y único omega de sus hijos varones, se enlazara con un perfecto don nadie que no tenía ni dónde caerse muerto.

—Pero madre Juana... —protestó Héctor. A penas una hora atrás, la alfa había sacado a patadas a Ernesto de su casa, ¿el motivo? Pedir la mano de su vástago.

—Nada de peros, eres un omega y como tal, debes obedecer lo que el alfa de la manada te ordena —sentenció la mujer; Héctor miró a la tercera persona en la habitación, suplicándole con la mirada, pero ésta, simplemente agachó la cabeza, acariciando distraídamente su vientre, dónde se encontraba su bebé no nato, el décimo hijo de su alfa, pero el primero suyo.

Héctor se mordió el labio; no culpaba a la esposa de su madre, después de todo en esa sociedad, los omegas y las mujeres betas no tenían otra función más que complacer a su pareja; no tenían derecho a la educación, no podían votar, ni siquiera podían decidir sobre sus cuerpos.

Él y sus hermanas tenían suerte; pertenecían a una familia que, si bien no podía considerarse acaudalada, si contaban con los recursos suficientes para vivir con ciertas comodidades, incluso, los tres hijos alfas mayores, se encontraban estudiando en ciudad de México, en una academia militar; por otro lado, Héctor y sus hermanas (omegas por supuesto), sabían leer y escribir, además de que él tenía educación musical.

—Imelda será una mejor pareja —dijo la alfa antes de darle un trago a su bebida. —Ella te cuidará bien y tú le darás buenos hijos.

Héctor quiso protestar, pero la llegada de sus hermanas que emocionadas hablaban del próximo enlace de Fausta con un omega llamado Luis hizo que desistiera del tema.

...

Había pasado un mes desde su discusión; Imelda había iniciado el cortejo, en todo ese tiempo no vio a Ernesto. El corazón de Héctor se estrujaba con la sola idea de no volver a verlo jamás.

¿Y si el amor que le decía tener no era más que una excusa barata para llevarlo a la cama? Después de todo, Ernesto era un conocido Don Juan, con una larga lista de conquistas.

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