Capítulo 1: La estación

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"Me dijo de donde era.

(Sonreí)

No hizo falta que me dijera de donde venía.

-De mi futuro-."

Ángel Zerro


Michael miraba atentamente la dirección por la que llegaría un tren proveniente de París. Cambiaba el peso de su cuerpo de un pie al otro, de los talones a las puntas de los dedos; eso era lo único que evidenciaba la ansiedad que manejaba por aquellas horas de la mañana.

En el bullicio de un martes común y corriente nadie hubiese puesto atención al muchacho de pelo castaño, alto como pocos, que con solo una mochila deportiva como equipaje aguardaba en la estación. A simple vista podría haber pasado por un adolescente común y corriente, con su descuidado aspecto que daba indicios de las inseguridades propias de su edad; campera con capucha, pantalones que habían visto mejores días. Pero su exterior engañaba. Por dentro era una persona totalmente distinta. Era frio y calculador, un observador nato, como lo había descripto su terapeuta por aquellos años de su infancia. Él estaba allí con un propósito que distaba bastante de lo que cualquiera pudiera imaginar.

El esperaba que, en breves minutos, del tercer vagón de la formación llegada directamente de la capital francesa bajara una chica de aproximadamente su edad, pelirroja, ataviada en un vestido verde musgo. Eso era lo único que sabía con certeza de la chica a quien recibiría. No tenía conocimiento de nada más. Y es que no la conocía para nada, y sin embargo ya la había visto una vez.

Durante una tarde no muy anterior al día de la fecha lo había asaltado una "visión", como él las llamaba. Cada tanto le ocurría, vistazos de situaciones poco relacionadas con su vida, que todavía no habían sucedido y que algunas veces comprobaba que acontecían en un período de tiempo no muy lejano. Es que él veía el futuro. Esta capacidad poco verosímil había sido la causante de muchas sesiones de terapia con innumerables especialistas, quienes desestimaban su caso alegando viva imaginación, falta de atención, incluso alguna que otra patología. Luego aprendió que mentir sobre el tema era lo mejor, decir que no había vuelto a tener ningún episodio, esperar que poco a poco sus padres olvidaran el tema, y tratar de vivir una vida aparentemente normal, guardando ese incomprendido secreto para sí mismo. A sus 19 años no contaba con ninguna gran amistad debido a la imposibilidad de ser completamente honesto.

Las visiones normalmente consistían en escenas en las que los protagonistas eran personas que él ni siquiera conocía, en lugares lejanos a su hogar en las afueras de Londres, y que tenían que ver con cotidianidades que poca relevancia tenían. No podía sacar un verdadero provecho a lo que su mente le adelantaba. Pero otras veces lo asaltaban imágenes de gente cercana a su entorno, y es por eso que pudo comprobar el carácter predictivo de sus visiones; luego de indagar un poco se daba cuenta de que lo que él había visto coincidía exactamente con lo acontecido.

Pero una de las características de estos vistazos futuristas era que él era un mero espectador de la situación, veía todo desde un lugar de testigo. Pero cuando vio a esta chica fue diferente. Una vez que la muchacha pisó el andén con paso firme y seguro, y como si supiera donde él se encontraba y quién era, lo miró directo a los ojos. A él. Y eso le bastó para que, por primera vez desde que fue consciente de su habilidad a los 12 años, quisiera acudir al momento en que ocurriría lo que visualizó.

Las visiones podían durar largos minutos o efímeros segundos, y nunca se repetían. Así que en cuanto se percató de que no tenía tiempo que perder, trató de absorber todo tipo de detalles: ¿Dónde estaba? En la Estación de St. Pancras, la conocía de haber ido con sus padres a visitar a su abuela ¿Cuando? El reloj a su izquierda marcaba las 11.39 a.m, pero no había rastro del día de la semana. Lo único que se llevó de pista fue el cielo totalmente despejado de su casi permanentemente nublada ciudad. Y entonces él volvió a ser consiente de sí mismo, volvió al presente; estaba en la mesa de la cocina leyendo un artículo que le había recomendado su profesor de historia. Eso era lo que sucedía, se ausentaba mentalmente por un tiempo y luego todo continuaba con normalidad.

Sin más tiempo que perder, buscó el parte meteorológico, y por tres semanas acudió al lugar del hecho cada día en que las condiciones coincidían con las de su visión. Cada vez que volvía a casa sin haber concretado el encuentro era una decepción. No sabía que era lo que esperaba que sucediera después, pero tenía la imperiosa necesidad de averiguar quién era ella.

Seis veces se paró en el mismo lugar aguardando a que finalmente sea la fecha correcta. Y no fue hasta que su paciencia estaba por agotarse que a la hora programada un tren proveniente de París arribó y de él descendieron decenas de turistas emocionados. Le hormigueaban los dedos, la ansiedad lo consumía. Y casi al final de la horda, cuando Michael estaba por darse vuelta rumbo a casa, apareció ella. Justo a tiempo y casi como la recordaba. Casi. Porque era aún más bonita en persona, ese tipo de belleza suave, que si uno no presta atención pasa desapercibida, pero en cuanto se toma conciencia ella es difícil de olvidar. Pisó el andén con esa seguridad tan característica suya y lo miró a los ojos, y entonces algo extraordinario sucedió. Ella sonrió, como quien no se cree que su sueño se haya hecho realidad. Y él también sonrió, porque sentía que esa felicidad suya era contagiosa. Y a paso firme caminaron uno al encuentro del otro; desde su altura era fácil no perderla de vista entre el gentío. No fue hasta que estaban a un metro de distancia que realidad los golpeó como un balde de agua fría y borró las caras sonrientes que hasta ese momento mantenían ¿Quién era la persona que tenían enfrente? ¿Cómo era posible que esta chica actuara como si supiera quién era él? ¿Cómo siquiera se encara una conversación en estas circunstancias? Y de repente un detalle trivial, pero en el jamás había pensado, cruzó por la mente del muchacho ¿acaso hablaban el mismo idioma? Este tren venía de Francia, y antes pasaba por Bélgica; podía ser que incluso hubiera hecho escalas, y ni siquiera fuera europea ¿En qué estaba pensando al presentarse en la estación sin ningún otro plan más que esperar que todo se desarrollara como en la visión? ¿y luego qué?

Se miraron por largo rato, estáticos, mientras eran golpeados por los hombros y codos de los pasajeros que transitaban por allí. Cada uno estaba sumido en sus especulaciones acerca del individuo que tenían enfrente. Así de cerca pudo dedicarle tiempo de estudio al rostro de la muchacha, percatarse de los pequeños detalles, como las miles de pecas que se posaban en su nariz, o el azul oscuro de sus ojos, un color tan profundo que nunca antes había visto en otra persona. Se podía ver que ella hacía lo propio con él, sus pupilas bailaban inquietas absorbiendo información. Callados y pacientes, aguardaban. Estaban esperando ¿Pero qué? Michael no lo sabía, pero ella sí. 

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⏰ Última actualización: Apr 05, 2018 ⏰

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