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El teléfono de Yoongi suena. Era sólo cuestión de tiempo para que lo hiciera.

Hoseok está dormido a su lado, bloqueándole el paso a su teléfono. Pero no necesita ver la pantalla para saber quién le está llamando.

Ha pasado una semana y él mismo había sido testigo de las llamadas entre Hoseok y Jungkook (con palabras y susurros desesperados por parte del menor) y las llamadas entre Namjoon y Hoseok (con mil y un insultos. Todos dirigidos a Yoongi). Tras cada llamada con Namjoon, Hoseok le había advertido que no estaba para nada contento, como si Yoongi no hubiera podido escuchar los muy explícitos insultos a través de los oídos de Hoseok.

Su corazón se estremece sólo de pensar en lo que Namjoon dirá tan pronto como Yoongi tome la llamada. Sería muy fácil no responder, dejar que el teléfono suene y hacer a Namjoon perder su tiempo, de no ser porque los ojos de Hoseok ahora están abiertos, viéndolo expectante.

Sería fácil, también, fingir que sigue dormido, pero la mano de Hoseok se ha posado sobre su entrepierna con fines no muy amigables.

―Responde ―ordena Hoseok.

―¿Y qué crees que iba a hacer? ―se defiende Yoongi, fingiendo estar molesto para sonar más convincente.

Yoongi aún no ha terminado de enderezarse en la cama cuando Hoseok ya le está dando el teléfono en las manos.

Respira profundamente antes de deslizar el dedo sobre la pantalla para responder.

―Hola, hyu-

―En mi defensa, no creí que fuera tan estúpido como para creer todo lo que digo.

La expresión dura de Hoseok es la única señal que Yoongi necesita para saber que dijo algo mal. El suspiro frustrado de Namjoon es la confirmación.

―Hola, hyung ―repite Namjoon, esta vez con éxito.

Yoongi suspira, olvidándose por un momento del problema con Jungkook.

―Hola, Namjoon.

―¿Quieres saber cómo me fue en Nueva Zelanda?

La pregunta tan casual de Namjoon parece sospechosa, pero Yoongi no está en condiciones de rechazar las oportunidades de evadir las groserías que Namjoon tiene guardadas exclusivamente para él.

―¿Cómo te fue en Nueva Zelanda?

―Estuvo bien. Me encontré con viejos amigos, me embarré de bloqueador solar todos los días y comí muchos kiwis. Todo estaba bien ―la forma en la que Namjoon está hablando, sin tomar aire y elevando cada vez más la voz, funciona como señal de alerta en Yoongi. Algo se avecina, pero no sabe qué―. Hasta el día que olvidé mi celular en el hotel y cuando llegué tenía noventa y cuatro mensajes de Jungkook. Mensajes escritos en mayúsculas y audios donde apenas y entendía lo que decía.

Yoongi traga saliva.

―Me dijo que estaba muy enfermo. Me pidió que regresara pronto a Corea. Me pidió que redactara una carta de despedida donde dijera que había amado a todos sus hyungs ―por fin, Namjoon hace una pausa para respirar―. Estuve a punto de volar inmediatamente a Corea. Lo habría hecho de no ser porque Hoseok me llamó para decirme lo que había pasado.

―En mi defensa ―repite Yoongi-, no creí que fuera tan estú... ―la mano de Hoseok que había permanecido sobre la entrepierna de Yoongi se cierra con muy poca delicadeza.

―En dos horas veré a Jungkook en el café Bora ―la entonación de Namjoon indica que ha terminado de hablar, incluso si Yoongi siente hay algo flotando en el aire.

EstulticiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora