13. No puedo vivir sin ti

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Metimos el equipaje en el maletero y nos montamos en el coche. Ana miraba por la ventana mientras yo conducía, estaba muy ilusionada con el viaje. Conectó su móvil al coche para poner Spotify y puso una canción, Andalucía de El Kanka. Empezó a cantar y a moverse tanto como su cinturón de seguridad le permitía. Yo la miraba de reojo sonriendo y cantando también. Cuando terminó la canción la puso de nuevo.

- Anita, no me digas que vas a tener la canción en bucle durante las 4 horas y media de viaje.

- Está bien, pongo otra - dijo riéndose.

- ¿Has estado alguna vez en Andalucía?

- Sí, una vez estuve en Sevilla.

- Yo nunca he ido a Canarias.

- Pues Agoney también es canario, puedes ir con él - dijo para picarme.

- Pues sí, seguro que Adeje es más bonito que La laguna - dije, siendo esta vez yo la que picaba a la otra.

Pasamos el resto del viaje dándolo todo entre canciones de Lady Gaga, Beyoncé y algunos boleros. Casi 5 horas de camino daban para muchas conversaciones, bromas y para que Ana subiera a Instagram varias fotos con ese filtro amarillo feo que tanto le gustaba. Digamos que con las redes sociales Ana Banana era como una señora de 50 años.

Llegamos por la noche a Granada. Fuimos directamente al hotel para recoger las llaves y subir las maletas a la habitación, y luego, salimos a cenar. Sin embargo, como estábamos cansadas, esa noche volvimos pronto al hotel.

Al día siguiente desayunamos temprano, había muchas cosas que visitar y muchos monumentos que ver. Pasamos casi toda la mañana visitándolos y acabamos en la catedral. Ana no paraba de hacerme preguntas como si yo fuera realmente una guía turística. No podía dejar de ser adorable. También se sorprendió al ver que desde algunas calles se veían los picos blancos de Sierra Nevada.

Por la tarde fuimos por la zona de la judería, paseando entre calles estrechas llenas de tiendas y colores, y edificios con detalles árabes. Cómo echaba de menos mi tierra y qué distinto era de Madrid.

Después de cenar nos fuimos al hotel, estábamos muy cansadas ya que habíamos pasado todo el día caminando de un lugar para otro.

- Buah, estoy muerta de sueño - dijo Ana tirándose en la cama.

- Yo también. Hacía tiempo que no andaba tanto.

- He flipado con todo lo que vimos hoy, que bonito es esto Mimi.

Yo me tumbé a su lado y comencé a jugar con algunos mechones de su cabello.

- Para mañana tengo pensado algo distinto, más arriesgado - dije con una sonrisa intentando crear hype.

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Ana

A la mañana siguiente, después de desayunar, cogimos el coche. Mimi no quiso decirme qué íbamos a hacer, decía que pronto lo vería. El coche se desvío por una carretera que salía de la ciudad y nos conducía a Sierra Nevada. Después de media hora y carreteras con muchas curvas, llegamos a un pueblo pequeño, Pradollano, que se encontraba en lo alto de la sierra. Sus casas todavía tenían el tejado cubierto de nieve a pesar de que ya había pasado el invierno. Había muchas tiendas de equipamiento para esquiar y esas cosas.

Mimi me dio la mano y me llevó hasta el interior de una tienda, donde un hombre la saludó como si ya la conociera.

- Aquí tenéis vuestros equipos - dijo poniendo sobre el mostrador dos pares de esquís y ropa para practicar este deporte.

Serendipia // WarmiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora