2. El pequeño ratón

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Narra Josephine

Huir y escóndeme es algo que no me gusta y a lo que no me quiero acostumbrar. Sin embargo, las circunstancias han hecho que ahora no sea más que una chica errante y escurridiza con un pequeño ratoncito.

¿Cómo terminé así?

Lo sé claramente.

¿Quería hacerlo de este modo?

La respuesta es no.

Nunca quise vivir de este modo. Es más, se supone que tenía un futuro prometedor y muy brillante cuando solía ser la increíble Josephine Walker, la chica a la que nadie se atrevía a ponerse en su camino, y tener dinero y una amiga con una familia poderosa ayudaban a que fuera así. Athina era mi mejor aliada y nadie se metía con nosotras; y en cambio nosotras podíamos meternos con quien nos diera la gana. Juntas éramos las mejores en todo; no obstante, encontramos un molesto obstáculo. Una chiquilla sabelotodo, horrible y que para nosotras era indignante.

Nadie era mejor que nosotras y ella se atrevió a contradecir eso mostrándose inteligente. Sin embargo, era una chiquilla debilucha que al final nos causaba risa y placer al molestarla; no obstante, quien iba a imaginar que esa misma chiquilla volvería a estar frente a mí y ahora no pudiera molestarla porque simplemente nuestras vidas giraron en grados que ninguna de nosotras esperaba. Ni siquiera yo esperaba que me pasara todo esto, y de todo lo que tenía solo me quedó lo que había aprendido, y fue por eso por lo que terminé conociendo a Charlotte, y ese ha sido el peor tropiezo de mi vida. Le di todo a cambio de ayuda y ella terminó traicionándome y dejándome sin nada.

Tocan la puerta y yo me espanto un poco. luego me calmo, solo hay alguien que sabe que estoy aquí. Me acerco a la puerta con cautela.

―Abre Jo, soy yo, Thina ―dice desde afuera mi amiga y yo abro de inmediato. Ella entra y yo cierro la puerta. Trae unas bolsas en las manos―. Te traje comida ―dice levantándolas.

Sonrío y me acerco a ella tomándolas.

Reviso de inmediato que trajo dentro que por supuesto todo es de marca y fina. El padre de Athina es un multimillonario y en los mejores tiempos de mi padre fue su mejor socio, y por esa razón Thina y yo terminamos siendo las mejores amigas. Había dejado de verla desde que me enredé en los juegos de Charlotte, pero pese a ello nuestra amistad siempre siguió vigente y cuando recurrí a ella por ayuda, no dudó en dármela. Ella fue quien me ayudó a encontrar este lugar, en una de las propiedades de su padre.

―Gracias ―digo sacando una caja de comida y la abro. Hay un sándwich dentro, y no dudo en destaparlo y comerlo.

―Sí que has perdido tus modales, Jo ―dice risueña mirándome y debe ser porque empiezo a comer como cerda; sin embargo, el contraste entre nosotras es amplio.

Ya no nos vemos como iguales, porque mientras ella luce sofisticada y elegante, yo me veo prácticamente como un despojo de lo que alguna vez fui. Eso pienso mientras trago el pedazo que me he metido a la boca.

Ella estira hacia mí una soda luego de destaparla. Escuchar ese sonido efervescente era algo que nos gustaba hacer juntas cuando comprábamos cervezas y nos escondíamos en el sótano de mi casa para tomarlas. Juegos tontos de adolescencia pero que nos hacían una gran hermandad.

Tomo la soda y bebo un sorbo.

―Lo siento, ya perdí mis buenos modales.

―Tal vez, pero aun con ese cabello negro y todos esos tatuajes yo sigo viendo a mi mejor amiga Jo.

―Gracias Thina ―digo conmoviéndome un poco, porque es mentira lo que dice. De esa fina Josephine ya no queda casi nada, a excepción de mis ojos azules y no creo que vuelva a ser la misma.

Nuestro propio juego #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora