Capitulo 2

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En cuanto puso el pie en el aparcamiento del instituto, Elena se vio rodeada. Todo el mundo estaba allí, la pandilla que no había visto desde finales de junio, más cuatro o cinco advenedizas que esperaban obtener popularidad por asociación. Uno a uno aceptó los abrazos de bienvenida de su propio grupo.

Caroline había crecido al menos casi tres centímetros y resultaba más sensual y más parecida a una modelo de Vogue que nunca. Recibió a Elena con frialdad y volvió a retroceder con los verdes ojos entrecerrados como los de un gato.

Bonnie no había crecido en absoluto y su rizada cabeza roja apenas le llegaba a Elena a la barbilla cuando le arrojó los brazos al cuello. «Un momento... ¿rizos?», pensó Elena. Apartó a la menuda muchacha

. —¡Bonnie! ¿Qué le has hecho a tu cabello?

—¿Te gusta? Creo que me hace parecer más alta.

Bonnie se ahuecó el ya ahuecado flequillo y sonrió, los ojos castaños centelleando emocionados y el menudo rostro ovalado encendido.

Elena siguió adelante

. —Meredith. No has cambiado nada.

Aquel abrazo fue igualmente afectuoso por ambas partes. Había echado de menos a Meredith más que a nadie, se dijo Elena, mirando a la alta muchacha. Meredith jamás llevaba maquillaje; pero, por otra parte, con su perfecta tez aceitunada y sus espesas pestañas negras, no lo necesitaba. Justo en aquel momento tenía una elegante ceja enarcada mientras estudiaba a Elena. 

—Bueno, tus cabellos son dos tonos más claros debido al sol... Pero ¿dónde está tu bronceado? Creía que te estabas dando la gran vida en la Costa Azul.

—Ya sabes que nunca me bronceo.

Elena le enseñó las manos para que las inspeccionara. La piel estaba impecable, igual que porcelana, pero casi tan blanca y traslúcida como la de Bonnie.

—Sólo un minuto; esto me recuerda algo —terció Bonnie, agarrando una de las manos de Elena—. ¡Adivinad qué aprendí de mi prima este verano! 

—Antes de que nadie pudiera hablar, ella misma comunicó triunfal—: ¡A leer las manos!

Se escucharon gemidos y algunas carcajadas.

—Reíd todo lo que queráis —replicó Bonnie, sin mostrarse afectada—. Mi prima me dijo que soy médium. Ahora, veamos...

Escrutó la palma de Elena.

—Date prisa o vamos a llegar tarde —dijo Elena, un tanto impaciente.

—De acuerdo, de acuerdo. Bien, ésta es tu línea de la vida... ¿o es la línea del corazón? —En el grupo, alguien lanzó una risita—. Silencio; estoy penetrando en el vacío. Veo... Veo… —de improviso, el rostro de Bonnie pareció desconcertado, como si se hubiera sobresaltado. Los ojos castaños se abrieron de par en par, pero ya no parecía contemplar la mano de Elena. Era como si mirara a través de ella... a algo aterrador.

—Conocerás a un desconocido alto y moreno —murmuró Meredith desde detrás de ella y se escuchó un aluvión de risitas.

—Moreno sí, y un desconocido..., pero no alto —la voz de Bonnie sonaba baja y lejana.

—Aunque —prosiguió tras un instante, con aspecto perplejo—, fue alto en una ocasión. —Los abiertos ojos castaños se alzaron hacia Elena desconcertados—. Pero eso es imposible... ¿verdad? —Soltó la mano de su amiga, casi arrojándola lejos—. No quiero ver más.

—Muy bien, se acabó el espectáculo. Vamos —dijo Elena a las demás, vagamente irritada. 

Siempre le había parecido que los trucos de las médiums no eran más que eso, trucos. Entonces, ¿por qué se sentía molesta? ¿Sólo porque aquella mañana casi le había dado un ataque...?

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⏰ Última actualización: Jun 21, 2014 ⏰

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