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Trabajar en un súper mercado no era asunto fácil. Era lo único que podía conseguir después de recibirme en la secundaria. No tenía las mejores notas ni tampoco era tan malo. Pero con lo que tenía pasando en mi vida, asistir a la universidad no sería algo bueno, más que nada por el dinero.

Día tras día estoy moviendo cajas pesadas llenas de productos y con mi cuerpo delgado me canso rápido pero me la aguantaba. El pago era bueno y a veces los horarios. Han ocurrido momentos en que tenía que quedarme horas extra pero nunca fue nada que no pudiese soportar.

Termino de empacar los productos de una ancianita en una bolsa de plástico dirigiéndole la mejor sonrisa que pudiese tener.

"Gracias... ¿Yoongi?" Dice mi nombre con duda intentando leer el nombre bordado en la camisa roja que llevaba puesta.

"A usted. Vuelva pronto." La saludo moviendo mi mano de un lado a otro. Sigo escaneando y guardando en bolsas los distintos productos de un cliente diferente.

Después de una fila exhaustante vi la hora en un reloj que estaba colocado en lo alto de una pared. Eran cinco minutos antes de que mi turno de trabajo acabase.

"Yoongi," Escucho la voz de mi jefe y dirijo mi cabeza hacia él. "Fue un día agotador. Puedes retirarte si quieres." Asiento con la cabeza y le doy las gracias.

"Nos vemos mañana, Dong Wook."

Agarro la mochila negra que tenía cerca y con un último saludo avanzo hacia la salida. Las puertas automáticas se abren y el aire tibio choca contra mi piel descubierta. Era relativamente cálido para el otoño pero era un lindo clima.

Camino las largas cuadras al lugar donde duermo. Lo llamaría casa pero era muy lejos de eso. No quería llegar, no quería abrir esa maldita puerta de madera que separaba el infierno con la tierra. Podía sentir los nuevos moretones en mi abdomen, los nuevos cortes en mi cintura, las lágrimas resistiendo salir.

"Llegas tarde." Su voz ronca y grave resuena en mis oídos ni bien abro la puerta del lugar.

Dejo caer mi mochila al suelo y me saco el calzado que cubría mis pies. "Son solo cuatro minutos."

Saca un gruñido de su garganta y lo veo apretar la botella de vidrio en su mano, "¿Te atreves a responderme?"

No contesto. Me mantengo en silencio simplemente esperando el castigo.

Azota la botella contra la mesa, "¡Contéstame, chico!" grita él.

"Lo siento. No volverá a pasar." Digo en voz baja, la mirada hacia el suelo.

Con un último gruñido gira su cuerpo en el lugar donde estaba en el sillón y sigue mirando la televisión como si nada hubiese pasado. Tomo aire y con cuidado avanzo hacia mi recamara.

Cierro la puerta detrás de mí y me dejo caer en mi cama agotado. Miro por la ventana semi-abierta hacia afuera observando el sol bajar y la luna subir, pequeños puntos en el cielo comenzando a aparecer. Estar solo era lo único que me mantenía vivo simplemente mirando las estrellas hasta dormirme, pero también era algo que me mataba de a poco.

Pensamientos crudos nadando por mi mente con mi corazón de vidrio ya tan roto que no podría saber cómo era que seguía latiendo. Día tras día esperando liberarme del infierno que eran las cuatro paredes de esta maldita casa y la cárcel que era mi propia mente.

La luna era el único testigo de lo que me ocurría. Mi única compañía y mi única visitante.

Mi felicidad de dos segundos se fue por la ventana de la cual miraba cuando escucho mi nombre ser gritado desde la sala, la sonrisa que llevaba se esfumó de mis labios. Me levanto sin ganas y con un pie delante de otro me dirijo a donde provenía el grito.

Lo miro estar sentado en ese sillón tan desgastado, camisa sucia y rota, pantalones desabrochados y una mano sobre una botella de vidrio vacía.

"¿Tráeme otra cerveza quieres?" Asiento y en menos de diez segundos estaba volviendo al hombre sentado en el sillón. Agarra la botella con una mano pero no puedo retirar mi brazo. Me había atrapado con su mano libre, acercándome a él, su rostro cerca del mío. Su aliento de licor llenando mis fosas nasales. "Buen chico." Susurra.

Cierro los ojos con fuerza para después sentir su aliento sobre la piel de mi cuello, sus asquerosos labios presionando contra mi piel. "Ve, descansa y tomate un baño." Susurra una vez más antes de alejarse y dejarme ir.

Me doy media vuelta pero antes de dar un paso adelante siento su mano pegar contra mi trasero dándome una sensación muy lejos de lo placentero. Suelto el aire que había acumulado y camino lejos a mi habitación nuevamente.

Odiaba estar acostumbrado a esto. Especialmente me odiaba a mí mismo por no tener la valentía de terminar con todo y escapar, pero de a poco podía liberar mi dolor con más dolor, mi propio dolor.

Tomo entre mis manos pálidas esa cajita pequeña escondida en el fondo de un cajón sacando un pedazo de metal fino y me dirijo al baño trabando con seguridad la puerta para luego abrir la llave de la ducha dejando caer agua caliente. Me siento sobre la tapa del inodoro, inhalando profundo y sacando las prendas de ropa que adornaban mi delgado cuerpo dejando solamente mi ropa interior puesta. Poso mi mirada sobre mis muslos escritos en el rojo que era mi sangre seca y vieja. Las heridas estaban cerrando y era hora de volver a abrirlas.

Vuelvo a agarrar el metal entre mis dedos y lo dirijo hacia mi muslo derecho. Lo haría en mis brazos pero sería demasiado obvio. Los que lo hacían ahí solo buscaban atención para después presumir sus cortaduras en redes sociales. Yo no era así, era más inteligente. Escondiendo mis heridas, escondiendo lo que me hacía libre, escondiendo lo que otros dirían que está mal.

Lengua filosa roza mi piel dándome la bienvenida a la casa de dolor mientras abre viejas cortaduras aun no sanadas y escribiendo las galaxias que eran los moretones, gotas de sangre cubriendo lo blanco como un artista inspirado por crear su próxima obra de arte. Mi pincel siendo la navaja, y mi lienzo, mi piel.

Era el dolor más placentero que podía conseguir, cubriendo el dolor mental con dolor físico quizás así esperando a concentrarme en algo más que no sea la vida asquerosa que llevaba. Estaba solo en el mundo con el único idiota siendo mi padre, o mejor dicho, el puerco que metió su pene en la vagina de mi madre y trayendo la consecuencia de mierda que era mi existencia. Si hubiese tenido la opción, no nacía y quizás así no le tenía que cagar la vida a mi madre, o al menos lo que vivió de ella. Y por eso hago esto, un castigo por la vida que tengo, un castigo por vivir año tras año lo que no merezco, viviendo los días que mi madre podría haber vivido si no fuese por mí.

Una vez que me había quedado sin espacio para cortar intento pararme sintiendo mi pierna temblar y entumeciéndose. Me apoyo sobre la pierna derecha viendo como mas sangre escurría por todos lados. Subo la tapa del inodoro y dejo caer el pequeño metal para después despedirme con un toque al botón y desapareciendo de mi vista segundos después.

Me saco la ropa interior y veo el espejo frente a mi cubierto en vapor. Lo limpio con mi mano observando al chico que tenia enfrente. Cara chupada, ojeras, clavículas notorias, pelo desordenado, imperfecciones, imperfecciones, imperfecciones.

El vapor vuelve a cubrir el espejo y abro un poco la llave del agua fría para poder regularizar la temperatura y no quemarme cuando me meta bajo el agua. Cuando hago eso, el agua fluye por mi cuerpo y debajo de mis pies solo había rojo. Momentos después el agua volvió a ser transparente y yo proseguí con mi rutina de baño teniendo cuidado con mis nuevas heridas.

Termino todo lo que debía hacer y vuelvo a mi habitación vistiéndome con ropa limpia y metiendo mi cuerpo entre las sabanas. Cierro los ojos e intento dormir lo más rápido posible sin el uso de mis tan deseadas pastillas.



+-+-+
Nuevo libro, nueva temática. Va a ser sensible esta historia y muy gráfica. Les dejo desde ya la advertencia.

<3

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⏰ Última actualización: Jul 06, 2018 ⏰

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Beyond The Stars || YoonSeokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora