El Títere

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                Rosario era una risueña joven que anhelaba poder dedicarse al arte de la música y ser una gran compositora de melodías románticas. Criada en el seno de una familia muy conservadora, rápidamente comprendió que sus sueños no florecerían allí debido a la presión constante de sus padres y al aislamiento de su pequeña finca de uvas perdida en medio de la inmensidad de un interminable campo. Su única compañía fuera de la familia era María, una joven de su misma edad que vivía en la finca vecina. Frecuentemente discutía con sus progenitores a causa de sus enfoques radicalmente opuestos sobre el camino que debía seguir. Las peleas eran cada vez más fuertes a causa de la incansable insistencia de Rosario en que quería aprender a tocar la guitarra. Pero no solo se generaban conflictos por su futuro, también eran motivo de grandes peleas sus extravagantes elecciones de vestimenta y la forma en que se comportaba, reflejando actitudes de 'macho'. La situación llegó a un punto álgido cuando su padre la encontró besándose semidesnuda en el granero con María. Estaban tan absortas en su fogosa labor que no advirtieron la presencia del iracundo progenitor de la frustrada compositora, que se acercaba agitando los puños de manera amenazante. Rosario sintió que de repente flotaba, que estaba volando, más aquella sensación desapareció cuando se estrelló estrepitosamente contra uno de los macizos pilares de piedra del granero. Un estallido de dolor caliente en su cabeza le hizo volver a la realidad: la sangre se escapaba a borbotones de su frente y no lograba ver más que un horizonte intensamente carmesí. Percibía los lejanos gritos horrorizados de su joven amante sin comprender muy bien que pasaba. Nuevamente sintió que se elevaba, pero esta vez su aterrizaje fue sobre algo suave y mullido. Perdió la consciencia escuchando los sollozos entrecortados de su madre y un murmullo de "ojalá el diablo se digne en llevársela, desviada hija de puta". Despertó una semana después sintiéndose tan débil que apenas si tuvo fuerzas para abrir los ojos. Tras intensos cuidados de su madre y un galeno del pueblo vecino, logró ponerse en pie a los pocos días, sin embargo no recordaba que había sucedido. Una mirada retrospectiva le hizo caer en la cuenta de que no veía a su padre desde que había despertado y que su madre no le dirigía la palabra. Esa noche despertó en medio de una pesadilla, sudando asustada. Acababa de soñar que su padre la colgaba de un árbol junto a María.

- ¿María? – murmuró en voz baja.

Entonces un relámpago de miedo le trajo a la memoria la escena del granero, la sensación de que flotaba, el repentino y sangriento choque contra el pilar, los aullidos de su amante que huía despavorida, la desazón que le había calado hasta los huesos en aquel instante. En un sofocado momento de desesperación salió rumbo a la ruta, apenas vistiendo un sostén y unas braguitas viejas que disimulaban bastante mal las pronunciadas curvas de su cuerpo. Entre ardientes punzadas de dolor que acosaban incansablemente su cabeza, recorrió cinco kilómetros en un suspiro. Sus piernas comenzaban a fallarle y tuvo que sentarse a la vera de aquel interminable camino de asfalto a recuperar el aliento. Dormitó durante algunos minutos o al menos eso le pareció, lo cierto era que al abrir de nuevo los ojos, el sol ya había enrojecido su pálida piel y hacía resplandecer su rubicunda cabellera. Siguió su rumbo incierto. Al llegar a una solitaria parada de autobuses se topó con un viejo y desgastado títere de trapo, el cual le generó una extraña fascinación, debido a viejos recuerdos de sus propios y olvidados títeres de la infancia. Abstraída en sus infantiles juegos con aquella chuchería no advirtió el resoplido cálido del camión que se había detenido apenas algunos metros detrás de ella. Una colosal figura se bajó sigilosamente del mismo. El camionero primero la observó con curiosidad, luego contempló con malicia su aterciopelado cuerpo. Sin dudarlo se acercó. Rosario se dio cuenta de su presencia y lo enfrentó algo asustada.

- Hola niña, ¿qué haces vestida así en medio de una ruta? – inquirió el tipo mirando descaradamente los grandes senos de la joven.

- Oh señor, es que las cosas se han salido de control y tuve que huir de casa, no tuve tiempo de vestirme siquiera – dijo mientras apretaba contra su pecho el desvencijado títere cubierto de polvo.

- Hmmm ya veo. ¿Quieres que te lleve a algún lugar? Hay varios kilómetros hasta el pueblo más cercano, y no creo que llegues mucho más lejos estando descalza pequeña. Por otro lado, vestida así podrías incitar a alguien malo a hacerte cosas muy malas – espetó con una perturbadora sonrisa mientras una erección pugnaba por abrirse paso entre su pierna y el pantalón.

- Es usted muy amable – contestó algo atónita por aquel descomunal bulto entre las piernas del camionero – Le agradecería mucho que me acercara hasta el próximo poblado porque la verdad necesito con urgencia ropa...y comida – murmuró avergonzada por su propia desgracia.

- Claro, yo te llevo. Adelante, sube que ahora te alcanzo, debo acomodarme estos zapatos que me están matando.

- Muchas gracias señor...?

- Joaquín, me llamo Joaquín.

- Muchas gracias señor Joaquín, y mi nombre es Rosario

- Un placer Rosario – respondió mientras se masajeaba el miembro viril disimuladamente – Seguro será todo un placer – murmuró para sí mientras sonreía torvamente.

No había dado el primer paso cuando el tipo le descargó un fuerte golpe sobre la nuca. Cayó desplomada en un mar de dolor y quedó a merced de las vejaciones a las que la sometió aquel engendro dominado por la lujuria. Despertó en el hospital, los médicos le informaron que tenía una hemorragia vaginal a causa de la violación sufrida. Pero ella estaba en otra sintonía. Había perdido todo contacto con la realidad, solamente atinó a pedir a gritos su títere. Nadie entendía a qué se refería hasta que una de las enfermeras se acercó cautelosamente y le mostró el viejo muñeco de trapo que había traído atrapado firmemente entre sus manos crispadas por el terror. Lo tomó de forma desesperada y lo resguardó como una madre que protege a su bebé. Del hospital al manicomio hubo un solo paso. Desde entonces los psicólogos y doctores contemplan perturbados como Rosario, todos los mediodías, desentierra de su cama grotescos títeres hechos con sábanas y almuerza comidas imaginarias hablándoles cariñosamente, mientras el otro muñeco cuelga de manera siniestra del respaldo de la cama atado por el cuello y con una hoja que tiene garabateado con sangre el nombre de 'María'.

El TítereWhere stories live. Discover now