Cαpitulo ocho .
_____ fue disparada hacia la puerta principal cuando el hombre salió corriendo. Largó las instrucciones a los oficiales y luego se escabulló al interior. Deseó arrastrarse a un agujero y morirse.
Un detective de la policía... ¡de verdad! ¿Dónde co-ño estaba el hombre que había alquilado? Nunca iba a sobrevivir a esto. Ahora mismo, el hombre estaba corriendo por la nieve en su bata. ¿Cómo diablos no iba a salir esto en las noticias?
El sonido de voces en el exterior la estimuló a reaccionar. Subiendo las escaleras de dos en dos, se puso los vaqueros y un jersey. Las carcajadas se filtraron subiendo hasta ella. Evidentemente sus compañeros lo habían encontrado. El hecho de que se tomaran tiempo para burlarse significaba que habían encontrado al asesino. No podía quedarse y averiguarlo. Tenía que salir pitando de allí.
_____ metió sus cosas en la maleta. Era de locos. ¿Cómo iba a escabullirse cuando la policía rodeaba la cabaña de su hermano? Se hundió en la cama, enterró la cabeza entre las manos e intentó no llorar.
La puerta principal se cerró de un portazo. Era hora de enfrentarse a lo que había hecho. Ardiendo de vergüenza se arrastró hasta las escaleras.
Él estaba de pie frente a la chimenea, vistiéndose. Durante un último minuto se permitió el gustazo de la vista espectacular, los músculos esculpidos y el hombre tan bien dotado. Luego se tragó lo que le quedaba de orgullo y bajó.
—Creo que ha habido un malentendido.
Él se giró de golpe.
—¿Crees? Tal vez alguien debería zurrarte el cu-l-o.
Su piel se calentó otro par de grados.
—Lo siento. Estaba…
—Esperando a alguien. Sí, lo sé. —Sacudió el pulgar sobre el hombro mientras se metía la camisa en los pantalones—. Lazar lo mató y se llevó su coche.
_____ cerró los ojos ante un repentino torrente de lágrimas.
—Sabes, podrías haber sido tú.
Ella dejó caer la cabeza.
—Supongo que vas a presentar cargos.
—¿Tienes nombre?
Se obligó a mirarle.
—_____ Findlay.
Se puso bruscamente los mocasines y se abrochó el cinturón.
—Volveré tan pronto como procese a Lazar. Quédate aquí. Tú y yo tenemos asuntos sin terminar.
Todo lo que pudo hacer fue asentir. Se apoyó en la ventana y observó cómo se alejaba en coche.