Invasión

280 89 143
                                    


El Tormenta Estelar no tardó en llegar hasta el globo grisáceo de la luna Sarela. Este era el único satélite de Arkón donde aún no se había establecido ningún asentamiento minero, permaneciendo solitario y vacío. Travis ordenó que la nave se mantuviese orbitando, tras el hemisferio en sombra. El frenado gravitatorio de la masa de Arkón habia hecho que, como en Terrania, el período de traslación coincidiese con el de rotación, por lo que los antiguos arkonitas siempre tenían ante su vista el mismo hemisferio de esta luna.

Travis delegó el mando en su segundo, dispuesto a comandar el grupo X1, que incluía a Sheila, Cris, Sinú Ar Teim y Otis. Sin perder tiempo, los pilotos fueron convocados en la terminal de despegue y cuando el capitán del Tormenta llegó al recinto, ya los técnicos habían hecho la revisión prescriptiva de las naves y los pilotos permanecían en grupo, embutidos en los trajes de combate espacial, con sus cascos en las manos.

Saludaron al comandante al llegar este y Travis les dio las últimas instrucciones, entre ellas no emprender ninguna aventura individual sin comunicárselo antes a él.

Al poco rato la escuadrilla ponía en marcha los motores de antimateria y despegaban todos los cazas manteniéndose en formación según lo indicado. Los cazas AS-57 que portaba el Tormenta Estelar se habían construido según el prototipo más avanzado, procurando que su diseño evitase el daño que suponía el polvo cósmico y sobre todo los pequeños y medianos meteoritos que podrían impactar contra su superficie. Esta se había reducido y dispuesto en forma semi cónica, con un mecanismo de repliegue de las alas, inútiles e inconvenientes en el espacio vacío pero casi imprescindibles en la atmósfera planetaria.

Travis comprobó las comunicaciones con el resto del comando y, tras cerciorarse de su buen funcionamiento, enfilaron hacia la gran masa del planeta Arkón. Las enormes velocidades que proporcionaba el combustible de antimateria, los aproximaron en poco tiempo hasta el planeta madre.

Fue Sheila quien, algo adelantada, dio el primer aviso y muy oportunamente.

-¡Chatarra volante desde 45 grados este...!

Toda la patrulla viró a tiempo de esquivar una gran masa de metales retorcidos, cables, trozos de antena, y pequeños fragmentos que la acompañaban en su loco vuelo errático.

-¿Habéis visto? -exclamó Cris por su intercomunicador-. ¡Eso eran los restos de una corbeta de combate!

-Así es -confirmó Travis-. De las que protegen Delta 2...Muchachos, hay que estar ojo avizor, nos vamos acercando al otro lado del planeta, donde se encuentra la estación.

Efectivamente, pronto rodearon la curva planetaria y el inesperado espectáculo que encontraron les produjo un repentino escalofrío: ante la estación Delta 2, que giraba lentamente a buena altura sobre la atmósfera de Arkón, una enorme nave espacial permanecía varada en el espacio mientras de ella emergían otras mucho más pequeñas que tomaban rumbo a la superficie planetaria desapareciendo bajo la capa de nubes. El diseño de aquella nave nodriza era desconocido para los integrantes del comando, por lo que se les hizo evidente que no pertenecía a la Unión de Sistemas. De inmediato quedó catalogada preventivamente como hostil, según el protocolo.

No hacía falta acudir a dicho protocolo para darse cuenta de que la situación, alarmantemente, era o había sido de guerra abierta. La nave nodriza y sus acompañantes de combate no constituían lo más inquietante: por el lado del planeta al que acababan de acceder, un agujero espacial de origen y tecnología desconocidos para la patrulla, vomitaba poco a poco lo que se estaba convirtiendo en una verdadera flota, mientras que la estación Delta 2 se mostraba apagada y muerta.

-¡Santo espacio! -masculló Cris-. ¡Todavía hay restos de nuestras naves flotando en la órbita! ¡Aquí se ha desarrollado una verdadera batalla!

Los Colonizadores de VegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora