Cuentos Enteogenicos (2) Bendita Ilusion (Ayahuasca)

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Bendita ilusión (Ayahuasca)

Gloria estaba terminando de cerrar la última episiotomía de su guardia de Domingo. La partera la había mandado a llamar a la madrugada por un trabajo de parto que venía complicándose. Estaba molida, no había pegado un ojo y encima hoy, ya Lunes, tenía que reemplazar a Marcela en el consultorio de Alto Riesgo. Después del pase de guardia se fue directo a la cafetería donde Bety le trajo un café doble y unas traviatas light. La batahola de los lunes se avispaba en el ambiente rancio. Siempre el mismo chamuyo. Todos y todas facturando en detalle el fantástico fin de semana que habían pasado. Un despliegue bestial con el que Gloria no hacía más que bufar y patalear. Al final se terminó el café de prepo y salió para el consultorio. Quería evitar el pasillo de sonrisas falsas y halagos de papel pero para eso tenía que hacer un desvío complicado. No siempre se sentía así, tan apocada, tan rebajada. No encontraba justificación. No estaba premenstrual, no se había peleado con nadie, no había soñado nada raro, no había usado ninguna droga que le cambiara el estado de ánimo. En fin, optó por no hacerse mala sangre, ver a todas las pacientes lo más rápido posible y salir del hospital para almorzar algo rico por las Cañitas.

Gloria Eterna le habían puesto por nombre sus padres, fanáticos confesos del Curso de Milagros. Ella lo odiaba. Nadie de su edad se llamaba Gloria y no daba canchero para nada. Cada vez que le preguntaban: "¿cómo te llamás?", ella quería hundirse en un tarro de dulce de leche. Muchas veces mentía y contestaba: "Sabrina" o "Micaela" o "Antonella". Pero la mentira no le duraba mucho. Siempre tenía tantas cosas en la cabeza que recordar además un nombre comodín era un fastidio supremo.

Las enfermeras estaban terminando de acondicionar el consultorio 27. Gloria las conocía solo de vista porque nunca estaba en ese sector. Tras la presentación de cortesía, le contaron que el monitor no funcionaba bien, que podía usar el del Dr. Puglisi que estaba al lado, pero que tratara de no molestarlo mucho porque tenía problemas con su divorcio y andaba alterado. También le informaron que los técnicos de laboratorio estaban reunidos en asamblea y que sospechaban que por la mañana no iban a sacar ni procesar ninguna muestra de sangre. Las enfermeras le decían todo esto con reverencia y afectación, pero en el fondo gozaban ver a los médicos doblegarse por migajas. Gloria sentía como el clima de la mañana se iba camino a pique.

Dejó su bolso Freitag en el armario, se acomodó en la silla imitación Le Corbusier, prendió la compu y empezó a llamar. Parecía que todas estaban un poco sorprendidas de ver a Gloria en el lugar de Marcela y se hacían las difíciles y rebeldes. La Dra. Marcela es muy buena y ella siempre me pide esto y aquello. La Dra. Marcela siempre me da óvulos y me pesa. La Dra. Marcela siempre me pide análisis y en laboratorio me dijeron que usted me puede sacar sangre. Gloria estaba hasta la coronilla de la Dra. Marcela y olfateaba un avecinado motín a punto caramelo. Por suerte no había necesitado del monitor roto. A media mañana golpeó la puerta Moni, una de las enfermeras. Le dejó un te de bergamota, que es el que invariablemente toma la Dra. Marcela a las 10:30, elogió en forma incondicional a la Dra. Marcela y le avisó que tenía una paciente del altiplano que no tenía turno pero que la Dra. Marcela siempre se hace un lugarcito para verla.

Es poco frecuente que pacientes aborígenes tan en contacto con la Pachamama, con las medicinas tradicionales de miles de años, con la espiritualidad innata a flor de piel, con ese empoderamiento vigente, deambulen por consultorios de Alto Riesgo. Gloria miró la hora y decidió llamarla, se le estaba haciendo tarde. Dominga Toledo entró acompañada por otra mujer de una presencia tremendamente sublime y misteriosa que se presentó como Jesusa. Jesusa era mujer medicina, chamana, vegetalista, de una tribu amazónica de Perú. Dominga hablaba un español muy susurrado y estaba con problemas. Era su cuarto embarazo y se controlaba en Alto Riesgo por placenta previa. En la semana 14 la habían internado en terapia intensiva y recibió varias transfusiones de sangre. Desde ese entonces no había podido volver a su gente y tuvo que quedarse en Buenos Aires en lo de unos familiares que vivían por Floresta. Llamó a Jesusa quien había sido la partera de sus dos primeros hijos y era madrina del primero. El tercero nació prematuro por cesárea en una ciudad del norte de Salta cuando se encontraba haciendo compras de ropa. La operación se complicó y casi pierde el útero. Después de varias suturas y curaciones, los médicos le dijeron que ya no podría quedar embarazada y sin embargo, ahí estaba. Gloria comprendió que la causa que la mujer se encontrarse en Alto Riego sucedía por el simple accidente de una mala praxis.

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⏰ Last updated: Apr 09, 2018 ⏰

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