Hard.

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No todo se trata de hablar con personas, se trata de dialogar; no todo se trata de ver, sino de observar; no todo se trata de oír, se trata de escuchar.

Daniela conocía todo el International School, su colegio. Se sentaba en los recreos a observar como todo pasaba sin tener vida alguna; veía a los estudiantes gritar en silencio. Ella no era la chica más hermosa de allí, todo se basaba en un pequeño cuerpo de metro cincuenta, ojos verdes castaños y una piel pálida. Ella era tan normal que nadie la tomaba en cuenta, nadie la había conocido realmente, ni siquiera sus padres que tanto se dedicaban a su protección y a la de su hermano menor, Alejandro.

Todo era normal, tanto que aburría.

Su décimo año de Educación Básica Secundaria había comenzado, todo parecía estar en orden, salvo dos pequeños rumores:

1. Habían despedido a la profesora macabra de Contabilidad.

2. Habían entrado dos hermanos sumamente apuestos al Colegio y todas las miradas femeninas se centraban en ellos.

Genial. Otras dos víctimas más de la Sociedad.

Daniela tenía quince años, había tenido un novio con el que las cosas salieron terriblemente mal; había besado, había tratado de querer a alguien más que no sea ella misma y aún así sentía que no todo en su vida estaba completo, sin duda, algo faltaba, pero...¿qué era? Tenía amigas, a las que realmente se las puede llamar amigas, varios chicos la molestaban y ella no le daba oportunidad a nadie, algo en definitiva faltaba. Quizá alguien que la abrace en las noches y sea su compañía en las mañanas...pero Daniela era realista, ella le dejaba todo aquello a las propagandas absurdas de Disney.

—Habrá una fiesta de despedida a las siete, Mauricio se va a vivir a Estados Unidos, no puedes faltar Daniela. Después de tu curso de Inglés por favor ven.

Pedía nuevamente Ivette a Daniela.

—Pediré permiso, pero mi padre está de viaje así que tendré que preguntar quién me puede llevar de regreso a casa.

—Has lo imposible, hay muchos invitados.

—Lo intentaré.

Contestó Daniela finalmente; su madre le había dado el permiso, pero Daniela ya estaba harta de todo. Todo lo malo que le había pasado estaba colapsando; su hogar se estaba desvaneciendo frente a ella y ella no podía hacer nada para evitarlo.

¿Por qué las personas son tan felices? ¿Acaso no se preocupan del sufrimiento ajeno? ¿Alguien puede ver lo mucho que una persona está sufriendo?

No.

Para colmo de sus injusticias con la felicidad, Daniela tenía que soportar todos los días escolares a la sonrisa perfecta del mayor de los hermanos nuevos. Esteban, ése nombre lo había escuchado todo el año desde Mayo hasta la fecha del día de hoy, doce de Diciembre.

¿Por qué él sonríe? ¿Cuál es la facilidad con la que puede hacer amigos? ¿Acaso es una de ésas almas que nadie conoce? No, seguramente era solamente el karma quien quería jugarle una mala pasada a la decisión aún no tomada, suicidarse.

Daniela estaba a punto de hacer éso, quizá no tenía que dar explicaciones de aquello. Una carta no serviría, ¿por qué notar las palabras de las personas únicamente cuando mueren?

Todo es tan difícil y nadie cambiará eso.

Hard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora