Julieta se levanta un martes y, aún algo despeinada, se dirige al colegio. Allí, se reune con sus amigas y se ponen a tomar mates hasta que llegue el profesor. Conversan. Conversan sobre la fiesta a la que asistieron el fin de semana pasado y rien recordando ciertos momentos.
El ambiente es cálido y los mates están dulces. La habitación se llena de sus risas. Se sienten plenas, felices. Y no hay lugar en el que Julieta preferiría estar, antes que ese salón que comparte con sus amigas.
Julieta sale de la escuela y se dirige al instituto de inglés.
Su maestra llega y les deja ejercicios, que ella resuelve en pocos minutos. Le pide a Miss Sara que se los corrija y todos resultaron ser correctos.
Miss Sara le dice que está orgullosa de cuánto ha progresado desde que entró al instituto y Julieta le agradece, muy contenta.
Julieta llega a su casa y, luego de saludar a su padre, se pone a ver la televisión con su hermana pequeña, Elisa.
Elisa ríe al ver sus dibujos animados y, aunque ya no le causen gracia, Julieta se siente bien, ya que su hermanita está feliz.
Llega el viernes y Julieta ha organizado un picnic con su novio para esa misma tarde.
Juntos, van al parque y se sientan en el pasto, ya que se han olvidado la manta que iban a llevar.
Se besan. Se ríen. Luego vuelven a besarse. Disfrutan. Disfrutan su amor, su juventud, el momento que pasan juntos.
El sol les está cegando los ojos pero no quieren irse de allí.
Se ríen nuevamente mientras se sienten llenos.
Sueñan juntos.
Y Julieta es realmente feliz.
Al día siguiente, acompañada de su mamá, Julieta va a probarse el vestido que usará en su fiesta de quince años. Se mira en el espejo. Da una vuelta. Se sacude un poco el cabello.
La madre la mira y ve a una pequeña mujer. Ya no es la niña a la que le enseñó a andar en bicicleta. El orgullo que siente por ella, le desborda el corazón.
Al mismo tiempo, Julieta piensa en lo hermosa que se verá en lo que, para ella, será la mejor noche de su vida.
Se observa de arriba a abajo y sonríe conforme con lo que ve. Su mirada dice "me puedo comer al mundo".
Y sí, Julieta puede comerse al mundo sin dificultad alguna.
El domingo, Julieta va a almorzar a la casa de su abuela. La nona pasa la tarde contándole historias a Julieta, mientras ésta la escucha atentamente. Ríen juntas y sienten esa confianza que solo abuela-nieta tienen.
La vida es buena para Julieta.
El lunes, Julieta salió de su casa y se fue al colegio.
Pero Julieta nunca llegó.
Sus amigas la llaman a su celular, para ver si se ha quedado dormida. Sin embargo, no importó cuantas llamadas hicieron, ella nunca atendió.
Julieta no fue al colegio ese día. Ni el siguiente, ni el otro, ni los que siguen.
Tampoco llegó al instituto de inglés ni mucho menos volvió a su casa o a la de nadie que ella conozca.
Entonces, ¿dónde está Julieta?
La realidad es que, después de quince días de angustia y desesperación, el cuerpo de Julieta fue hallado en una bolsa de consorcio, tirada en un descampado a 7km. de su casa.
A Julieta la llevaron, sin importar cuánto gritó. La violaron, sin importar cuánto se resistió. La mataron, sin importar cuánto rezó.
Con Julieta hicieron lo que querían, aplastando cada parte de ella. Cada pequeña meta o sueño que Julieta tenía, fue destrozado. Cada recuerdo que Julieta tenía, fue pisoteado.
A Julieta le quitaron todo, como si fuese un objeto sin valor, a tal punto de que en sus últimos momentos de vida ya ni era ella. Era alguien suplicando que por favor terminen con su sufrimiento.
Sus amigas ya no ríen como solían hacerlo. Los mates ya no son dulces, ni el ambiente es cálido.
Su novio ya no ama de la misma forma que lo hacía, ya que se han llevado a su compañera de sueños para siempre.
Las clases de Miss Sara son un poco más grises.
Su abuela ya no siente emoción al contar sus historias y se ha quedado ciega de un ojo, de tanto que lloró.
Sus padres simplemente ya no pueden sentir nada, se han llevado al sol que iluminaba sus días.
Incluso Elisa, la pequeña Elisa, que casi no entiende nada, sabe que mirar dibujos animados sin Julieta no es lo mismo.
Julieta nunca volvió, al igual que miles de chicas. Esta historia es ficción pero, acá en Argentina, al igual que Julieta, desaparece una mujer cada 18 horas. Justicia por todas ellas.