Rojo

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 Cuando la vi al principio, ni traté de hablarle, la timidez me lo impedía. Por suerte era amiga de una conocida mía, y eso dio pie a una especie de conversación. Si trato de recordar que le dije solo me vienen memeces a la cabeza. Me habría gustado haber dicho algo interesante o inteligente, haberle causado una buena primera impresión.
 Una de las primeras cosas en que me fijé de ella fue su cabello escarlata. Briznas de fuego brotaban de su sien, amenazando con quemarme si osaba tocarlas, pero incitándome a acariciarlas. Ojalá uno de sus mechones, en un acto de rebeldía, se hubiese descolocado dándome la oportunidad de, suavemente, recolocarlo tras su oreja. Aunque de todos modos se que realmente no me habría atrevido.
 Mas, aunque su pelo era genial, cuando comenzamos a hablar no pude apartar mi mirada de sus labios. De ellos surgió un torrente de palabras que golpeó mi pecho. Tenía una de esas voces que por más que lo oigas nunca te cansas de oírla. Y, aunque aún me avergüence un poco admitirlo, sentí el deseo de morder sus labios. Un mordisco suave que detuviese ese torrente y me proporcionase el empujón para decirle quan bella me parecía. Aunque se que realmente no me hubiese atrevido.
 Poco más tarde ella hubo de marcharse. Intercambiamos números y creí que se acabaría ahí. Siempre que hallaba una obra de arte de su calibre desaparecía entre la bruma. Era "típico en mi". Pero entonces me habló.

Escribiendo lo que sientoWhere stories live. Discover now