[único]

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Tenía los brazos cruzados, hacía calor y el constante reflejo de su apariencia desganada en el espejo de aquella habitación le estaba agobiando. Era un día común en su común rutina, un miércoles, uno en el que se supone no debía hacer nada más que ver episodios pasados de Stranger Things y procrastinar (al menos hasta las cuatro de la tarde), en su lugar estaba allí, en un salón de baile a muchas calles de su hogar, mirando a siete muchachos repetir la misma coreografía una y otra vez.

Se estaba volviendo loco.

—Ten un novio bailarín, decían —murmuró para sí mismo—. Sabe mover las caderas, decían. Patrañas.

Do Kyungsoo estaba enamorado de Kim Jongin, tres años juntos podían constatar ese amor que por él fluía. Una especie de adoración hacia ese chico que lo sacó de su oscuridad y lo catapultó a días en donde amar era el único requisito. Kim Jongin, ese moreno con sangre caliente con una sensualidad impoluta y con una figura despampanante que lo hacía suspirar.

Kim Jongin, quien también era un caprichoso de primera.

—Hyung, oigo tus quejidos por encima de la música —le susurró Jongin al oído, utilizando uno de sus largos dedos para cincelar la forma del rostro de Kyungsoo—. Sólo me queda una vuelta a la coreografía y seré todo tuyo, te tengo una sorpresa, en realidad.

Kyungsoo rodó los ojos, pero siendo bastante sensible a los ataques directos que le lanzaba Jongin.

—Sorpresa dices —bufó—. Será mejor que sea buena, porque sino, voy a atarte a la cama y te daré veinte nalgadas antes de penetrarte duro esta noche.

Jongin silbó con las mejillas atestada de un rojo intenso.

—¿Se supone que eso es una amenaza? —inquirió coqueto, pero luego negó cándidamente —. Hyung, después de mi sorpresa, de todas formas vas a querer empotrarme a la cama.

—Siempre quiero empotrarte a la cama —aludió Kyungsoo, ya menos ceñudo que al inició.

—Sí, la sorpresa es sólo una excusa, pero la vas a disfrutar mucho.

Dicho esto, Jongin se retiró no sin antes besar sus labios y morderle porque «son mi debilidad, bebé», dio media vuelta y volvió a su grupo para dar la dichosa vuelta final a la coreografía. Tuvo que soportar en el camino como Lee Taemin y Park Jimin le metían mano a Jongin en una parte exacta del baile. Kyungsoo había superado esa etapa, sabía que Taemin era un duro hetero enamorado de Jung Soojung, del equipo femenino de baile, y Jimin tenía algo así como un perro sabueso que siempre estaba ladrando detrás de él, cuidando de que nadie mirara en su dirección, o él a la de otros. Pero siempre quedaba el picor de borrar las marcas de esos hombres sobre su hombre.

A las cuatro y quince la clase de Eunhyuk, el profesor de Jongin, comenzó a dispersarse todos sudorosos y cansados, Jongin era uno de esos, pero a Kyungsoo no le molestaba la traspiración demás, su chico no apestaba, y para ponerle la cereza al pastel, debía confesar que le encendía montón cuando la piel morena de su novio brillaba mucho más bajo capaz de sudor. Arrastrar sus manos sobre cada extensión de piel se volvía su mayor deleite.

En el salón sólo quedaron Kyungsoo, Jongin, Jimin y el guardaespaldas diagonal sabueso, diagonal ¿novio? De éste. Mismo al que el cabello casi le pasa de verde menta a verde bosque de los celos de ver cómo Jimin lo ignoraba completamente para hablar divinamente con Jongin. Si Kyungsoo no supiera las intenciones macabras de Jimin también estuviera celoso, en su lugar, estaba bastante entretenido.

—Park, ¿podemos irnos? —inquirió el tipo, más ceñudo imposible—. ¿Qué te toma tanto tiempo?

Jimin se tomó el tiempo de rodar los ojos y bufar sonoramente.

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