Capítulo 4

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Es difícil no pensar en cómo he vuelto una mierda a mi pobre vida. Recuerdo muchas veces en las que me pasaba a dormir con mamá. Cada viernes del mes yo estaba estancada en su regazo, y, siempre, en medio de la oscuridad, me ponía a hablar con ella, preguntándole si tenía al menos una mínima idea de cómo sería yo en un futuro. Elizabeth miraba al techo, suspiraba cansada por responder mi pregunta, pues cada viernes yo le hacía lo mismo.
-No sé nada de tu futuro hija, solo soy tu madre, lo único que te puedo decir es que las cosas pasan como resultado de nuestras acciones. La vida es un juego de preguntas, tienes que aprenderte las reglas para salir ganadora.
Y aunque ya me sabía las reglas le preguntaba: -¿Cuáles son las reglas?
-Solo hay una... El amor. Si amas, la vida misma te va a ir dando las demás reglas. Ahora a dormir Annette.
Y lo hacía.
Ahora mírame cómo estoy... Sí, hecha mierda dentro de la casa del hombre al cual amo y odio con locura ¡Perdón Elizabeth! No sé cómo he llegado hasta aquí, en un segundo estaba en los labios de Harry y al otro estaba atada en la cama de Michael, y aún no acaba, estoy en su casa, ¡Oh! Y me confesé ante él... Me he confesado ante el hombre que no me ha apartado la mirada desde que me dijo que estaba en su casa.
Volteo mi cabeza hacia el suelo y me succiono los mocos antes de que salgan como resultado de la chillada que he pegado. Tomo una liga de cabello que está prenzada a mi muñeca, me sujeto el mismo en una media cola.
-¿Me puedes llevar con Martin, por favor? Me quiero ir de aquí.
-No te irás... No sin antes arreglar lo nuestro.
Niego mientras rio ácido- ¿Nuestro? Michael, lo "nuestro" se acabó desde el momento en que te encontré con Cameron.
-No señorita, eres y seguirás siendo mía- Michael ríe... Qué hipócrita es.
Volteo a verle y está sonriendo, como si nada, como si nunca me hubiese engañado... Tiene un aspecto saludable, como si siempre estuviera comiendo pastel de manzana o yendo de picnic con un grupo de la iglesia, nada que ver conmigo, que si no fuese por el maquillaje parecería un cadáver.
Camino unos cuantos pasos... Solo quiero irme de aquí y no ver su perfecta cara de nuevo. Su mano sostiene la mía llevando una corriente eléctrica a mi sangre para paralizar mis sentidos, volver a sentir su tacto contra el mío es lo único que me haría sentir mejor.
-Espera, nena- Funde sus dedos en la piel de mi palma, Michael me hace un gesto con la cabeza seguido de una sonrisa en la que uno se pierde si aparta la mirada por un segundo. Su pelo largo y oscuro está estirado hacia atrás lo que provoca dejar totalmente libre su atractivo. Lleva la misma ropa de siempre y me sorprende que le importa un carajo que ya sea de madrugada: Jeans negros, camisa manga larga y botines de cuero negro con suela gruesa. Nuestros ojos vuelven a cruzarse. Me conoce. Sabe el efecto que está causando en mí- Arreglemos las cosas, por favor.
-No hay nada qué arreglar, Michael... Tú la jodiste.
-Y por eso te pido perdón, bebé. No puedo vivir sin ti, me asfixia de veneno el no tenerte junto a mí Annette, tienes algo adictivo que dopa a los que están a tu alrededor.
-Yo digo que no, Michael... Si te hubiese dopado nunca me hubieras hecho esa mierda.
No puedo ocultarlo más... Tenía que hablar de una vez por todas, y me importa una basura si mi corazón se está haciendo papilla en estos instantes.
-Yo te quería Annette, te quería tener a mi lado, pero apareció Cameron y pasó lo que pasó...
Quito mi mano que estaba sujeta a la de él, me limpio la misma en mi jean- No tenías que hacerlo... ¡Joder! No sabes cuánto he sufrido por eso... Han sido cajas tras cajas de cigarrillos las que he fumado, una lágrima tras otra, todos los días con la misma rutina de mierda- Una lágrima resbala por mi mejilla lo que me hace recordar que desde hace catorce días me pregunto cuándo va a terminar este dolor-. Eres un mentiroso, me dijiste que nunca me ibas a dejar, que nunca me ibas a lastimar, que nunca iba a sufrir a tu lado- Enumero con mis dedos mientras río y lloro a la vez- No sé por qué me haz hecho esto, Michael... Te confié todo... Me veías hablando como una estúpida de la gran amiga que tenía, te dije que una tercera vez me mataría y aunque haya estado en un bar estoy hecha una mierda por dentro... Follabámos y con cada embestida me enamorabas y me decías que yo era la única para ti... Siempre me decía a mí misma que me veía especial ante tus ojos- Toco mi cabeza con desesperación- ¡No debí conocerte nunca! ¡Te odio!
No pienso correr y dejarme a media palabra, me quedo aquí para desahogar todos mis tormentos.
Su mirada se muestra cabizbaja y apaciguada -Yo te quiero, Annette, te quería mucho.
¿Me "quería"?
-¡Deja ya de mentir! Si tienes el valor de dirigirme la palabra aún, al menos que sea con verdades.
-Te quiero, Annette... Me sigues gustando desde la primera vez que te vi.
Hipócrita- Pero tú ya no me gustas a mí, Michael- Miento, ojalá que esta vez no pueda leer mi mente. Me bofeteo mentalmente-... No creas que besé a Harry solo porque sí.
Su mandíbula se pone dura y su aliento caliente, me mira con rabia, la suficiente como para inyectarle un tranquilizante, en un abrir y cerrar de ojos toma mi muñeca y me hala hasta al fondo de la sala en donde estamos, jaloneo mi brazo para zafarme de su agarre pero en el intento él aplica más fuerza sobre este. Con su otra mano busca algo en su bolsillo sin dejar de caminar, cada paso de él son tres míos lo que me hace trotar, o mejor dicho correr. Gruño y bufo mientras lo aruño para que me suelte, pero es imposible.
Saca una pequeña llave y la introduce en una puerta, abre la misma y nos metemos al pequeño cuarto que por lo que parece es de limpieza, está lleno de trapeadores, rastrillos y bolsas negras... Huele muy rico, a bebé. Cierra la puerta con seguro, y me pregunto ¿Qué cuarto de limpieza tiene seguro? Y peor aún... Estoy sola con él después de tanto, me preocupa el hecho de que si me hace algo nadie escuchará mis gritos.
Resignada, me cruzo de brazos mientras recuesto mi espalda en un pequeño estante, no quiero verlo, pero él está en frente mío, solo a unos cuántos centímetros de mi nariz, clavándome la mirada, analizando mi cuerpo y preguntándose por qué carajos estoy enseñando mi abdomen por el estilo de mi blusa Rock Metal.
-Golpéame- Espeta.
Lo miro de reojo- ¿De qué estás hablando ahora? 
-Golpéame, dime que me odias, que estás enamorada de otro y también dime que no estás deseando que te haga el amor en este preciso instante, dime, que no quieres que abra tus lindas piernas y hacértelo de una buena vez- Me sonrojo, se acerca un poco más a mí- Hazlo y juro que no vuelvo a buscarte.
¿No volverá a buscarme si le digo todo eso? Joder, no puedo... Lo deseo, lo deseo más que mi agua helada por las noches, lo amo por el Michael que me demostró que podía volver a ser una mujer otra vez, lo veo a los ojos con rabia, levanto mi mano con brusquedad para soltarle una buena bofetada, Michael ni siquiera baja la mirada, la tiene firme ante mis ojos como si supiera que no puedo hacerlo, bajo mi mano y la coloco sobre mis cejas- No puedo hacerlo, Michael- Le respondo con un hilo de voz casi inaudible. Se acerca aún más a mí (lo que es imposible) y toma una mis manos, la que está libre.
-Yo sí puedo hacerlo- Dice tajante. Una parte de mí se desmoraliza al escuchar su comentario. Sé que no debe importarme porque Michael ya no es nada mío, pero siento como que le está restando importancia a la conexión que teníamos, y tenemos. Como si yo estoy sola en esta situación y todo lo que ha ocurrido entre los dos no es nada más que producto de mi imaginación.
-¿Me odias? - Le digo con dolor al momento de bajar la mano de mi frente. ¿Me odia depués de que él fue el que me jodió la vida?
-No quise decir eso -comenta con impaciencia -. Claro que no te odio. Es que yo... No acostumbro a decir esto, pero luego tú...
Se queda en silencio y suelta mi mano. Muero por saber cuál es el final de esa frase, lo observo y sus ojos lanzan chispas así que mejor considero que es mejor esperar a que esté listo para decírmelo. No quiero alejarlo, porque, aunque me haya hecho tanto daño, quiero saber qué siente por mí.
Por lo tanto me dedico a contemplar el cuarto diminuto en el que estoy incrustada, veo cómo las luces tilitan a nuestro alrededor. Recuerdo mis viajes a la ciudad de niña: todo era mágico. En ese entonces, los edificios me parecían gigantescos y me encantaba oír el resoplido del metro por encima de nuestras cabezas al recorrer las aceras abarrotadas de gente mientras mamá y yo nos abríamos camino entre los grupos de tiendas.
Dentro de la habitación, hay demasiada quietud. Que ninguno hable implica que dependamos de los sonidos del exterior para quebrar el silencio: los pasos que se escuchan en la planta de arriba, el ronroneo de nuestras respiraciones, los crujidos de nuestros pasos, los zumbidos de los autos paralelos o el largo y sonoro ulular de las sirenas a lo lejos.
Michael baja fluidamente la mirada, realiza un par de giros de derecha a izquierda con sus muñecas. A continuación, se vuelve hacia mí, listo para concluir lo que había comenzado a decir. Respira profundamente:
-Y luego apareciste tú y me hiciste sentir algo... Nuevo. Algo bueno. Hacía mucho tiempo que no me sentía así, Any.
Ahora el clima está hirviendo, el poco aire que se cuela desde fuera es demasiado caliente. Coloco las manos lentamente sobre mi chaqueta, una a cada lado.
-¿Y por qué me heriste? -Pregunto débilmente. No esperaba que fuera tan directo con sus sentimientos. ¿Eso significa que quiero volver con él?
-Cameron es... Cameron -se encoge de hombros -. Siempre estuve colado por ella, era como una obsesión, pero en el momento en que te vi, mi amor, joder, me gustaste mucho, y sí, todo lo que te dijimos ella y yo acerca de nuestra historia de cómo nos conocimos es mentira, la verdad es que yo la busqué para tener polvos casuales, no quería nada serio porque aunque estuviera con ella tú me gustabas. Le pagué un avión a Londres, antes de nuestra cena fui a verla al hotel donde la hospedé y pasó lo que pasó, cuando la noche cayó y te vi entrar con ese hermoso vestido verde xanadu y esos sexys tacones rojos me enamoré, simplemente me enganché a ti y cuando me contaste lo del maldito Robie Simpson deseé matarme porque si te contaba que yo soy esa tercera vez, si te decía que había estado engañándote ibas a desfallecer en aquella terraza, me dije a mí mismo que ya nunca iba a volver a buscar a Cameron, no para hacer lo malo ya que contigo encontraba todo. Londres fue mi lienzo a ti, nena. Luego llegamos a Los Ángeles y cité a Cameron en mi oficina pidiéndole a todos mis empleados que nadie me molestara, le dije que ya no quería seguir viéndola, que tú habías llenado ese vacío que siempre estuvo seco en mi corazón, Cameron se sintió humillada pero aceptó con una sola condición, que folláramos por última vez, le dije que no, que ya no quería tocar a otra mujer a menos que sea Annette Collins, ella me amenazó y tuve que hacerlo. Dijo que si no lo hacía te iba a dañar a ti hasta matarte ya que tú la amabas por ser "su mejor amiga".
Suena tan sincero que le creo, pero me cuesta mucho hacerlo- ¿Te sigue gustando?
Rie con ternura- No, Annette. No me hace querer ser mejor como tú. Ella no comprende que es aterrador querer algo con mucha fuerza y no estar seguro de si eres lo suficientemente bueno como para sentirte merecedor de esa persona. Siempre supe que no sabía quién soy yo en realidad o algo así.
-Entonces, es ella la que se lo pierde. Cualquiera debería sentirse afortunado de conocer al verdadero Michael -musito suavemente porque no creo que tengo el ánimo para decirlo en voz alta.
-Por eso es que tú eres mía, bonita. Eres la indicada para mí, me gustas, me encantas, y sé que yo también a ti, sé que he sido como la mierda contigo, pero Annette, yo no era un hombre para tener un compromiso con una mujer, pero apareciste tú y me hiciste ver que el enamorarse no es de estúpidos como le decíamos John y yo. Perdóname cariño pero no soporto tenerte lejos, no soporto que andes por la calle besándote con cabrones.
Sonrío y bajo la mirada hacia su mano que estaba tocando uno de los botones de su camisa, al verla, deseé que me estuviera tocando a mí en vez de un plástico.
Los fragmentos de mi alma poco a poco se van adjuntando ¿Estaría mal darle otra oportunidad?
-Lo harás, ¿verdad? -me dice leyendo mi mente.
-Pienso que sí -suspiro mientras reclino mi cabeza.
-¿Pero?
-Aún es difícil ceder, Michael, te vi follando a mi mejor amiga, eso no se supera de la noche a la mañana, mi confianza contigo está totalmente rota.
-Solo dame otra oportunidad para demostrarte que soy un nuevo vaso... Un nuevo Michael por ti.
Mis ojos se clavan en su muñeca. Imaginé por un instante, mis dedos alrededor de ella, su pulso latiendo con calidez y premura contra mi piel. Nos entendemos. Nos gustamos. No era solo mi imaginación.
»-¿Cuáles son las reglas?
-Solo hay una... El amor. Si amas, la vida misma te va a ir dando las demás reglas«
-Sí- respondo segura... Tengo que seguir la regla para salir victoriosa- Te daré otra oportunidad, pero será lento, Michael... Como si fuese un nuevo inicio.
Me mira y exhala lenta y silenciosamente. Luego sus labios buscan los míos con urgencia. Pero no de forma exigente como el Michael caótico al que estoy acostumbrada. Es un anhelo tan lleno de intensidad que hace que me detenga un momento para mirarlo antes de devolverle el beso con mi propia urgencia; un beso impregnado de necesidad y de ansias que irradían en mí. Me aparto y lo observo mientras me pregunto por qué no puedo controlarme cuando estoy junto a él.
-Hey -desliza la mano por encima de mi cabeza y apreta el rodete- Podemos detenernos. Yo tengo que hacerlo. No quiero llevarte rápido.
Demasiado tarde.
-No -mi pecho sube y baja deprisa. Los dos respiramos con fuerza, casi jadeando -. No te detengas.
Sonrió.
Me quita la chamarra con desesperación, la misma con la que yo desabotono su camisa. Se acerca a mí de nuevo. Inclina la cabeza hacia mi cuello y me rosa con los labios. Mis dedos se sumergen debajo de su ropa hasta que toco su piel y deslizo las manos por los músculos de su espalda.
Sus manos fuertes de cantante y bailarín siguen las líneas de mi cuerpo y me pregunto si se siente decepcionado por lo delgada que estoy. No tiene nada que ver con lo que él estaba acostumbrado, debe ser muy diferente haber tocado las curvas de la antigua Annette Collins a comparación del costal de huesos actual. Pero por la manera en la que me mira y levanta el borde de mi blusa tocando al mismo tiempo mi vientre, lentamente, explorando lo que había debajo... Siento que soy la única mujer a la que él desea de verdad.
Resbala el dedo debajo de mi cintura, justo al inicio de mis jeans y me estremezco. Es leve pero lo suficiente para que él lo note, se eche hacia atrás y me diga mientras exhala:
-Lo siento.
-No es eso... Es solo que -Me siento tan mareada, tan feliz, confundida y mal y jodidamente bien. Pero no confío en mí cuando estoy cerca de él y necesito saber si existe una esperanza de que esta vez en verdad sea honesto conmigo. Honesto de tal manera de sentirme segura al decir "Sí, él es mío".
Me mira expectante, el rostro arrebatado y los ojos cubiertos por el mismo ardor-... No es tan fácil, Michael, te deseo pero me haz hecho mucho daño, el suficiente como para parecer un cadáver- Trato de disimular el dolor que se incrusta en mi garganta- Y aunque tú también me hiciste sentir algo bueno cuando te conocí, me sigues lastimando con tus acciones malas.
-¿Pero qué se supone de debí hacer? Cameron te iba a joder.
-Se supone que debes hacer lo que te parezca que está bien- bajo la vista hacia mis manos que están congeladas desde que dejé de tocarlo- ¿Acaso no te sentías bien a mi lado?
-¿Hacer lo que sienta que está bien? -lanza una sonora bocanada de aire de los labios, como si estuviera haciendo un gran esfuerzo por controlar su irritación-. Es fácil para ti decirlo puesto que no eras tú la que tenías que decidir en botar a una hija de puta que solo te quiere ver jodido, que te quiere separar de la persona que quieres a tu lado- Me grita con fastidio, como si estuviese arto de mi dolor y de mi desesperación por encontrar una respuesta.
Voy hacia la puerta con mi chamarra en manos, quito el seguro con la llave que él ha dejado puesta en el llavín. Michael solo ve el lugar que dejé vacío frente a él. Se ve asombrado, como si no tiene la menor idea de por qué no estoy ahí. Cuando cierro la puerta, se recupera súbitamente y sale de inmediato del cuartito.
-¿Qué está haciendo?
Un viento helado atraviesa mi cuerpo. Estoy muriendo de frío y más al salir de ese estúpido lugar, en esa estúpida casa que no es la mía, discutiendo y perdonando al hombre que estaba o por lo que me acaba de decir obsesionado con mi mejor amiga, ¿Qué demonios estaba haciendo?
-Voy a ir a buscar a Martin, me iré con él y llegaré a casa. Gracias por el discurso.
Tiemblo de tal manera que me es increíble que me haya puesto mi chaqueta y más al colocar los botones en los ojales correctos, pero igual emprendí la tarea.
-Vamos, mi amor. No seas así.
-¿Así cómo? - Está de pie junto a un jarrón gigante con una mano arriba de él y la otra apoyada en un sofá que está al lado-. No me hables de lo bien que te hacía sentir Cameron mientras follaban horas y pensar en mí solo un segundo cuando yo estaba ilusionada por ver una llamada tuya en mi pantalla anhelando que que me dijeras que me querías. Amenazaste a Harry de muerte solo porque me besó ¿no? -gruñe - ¿Por qué no hiciste lo mismo con Cameron?
Quito la coleta de mi cabello, al segundo se me cae mientras Michael corre para recogerla. Subo una de las gradas mientras él sostiene mi mano para darme la liga, lo miro antes de escalar otra, apreciando y odiando simultáneamente el gesto caballeresco, que hace mucho más difícil que lo deje de amar.
-No te vayas, por favor. Quédate por hoy.
-No, tengo que pensar las cosas- Respondo automáticamente, y estoy contenta de hacerlo porque le hubiera dicho que sí ni bien me lo preguntó... La mayoría de veces a mi corazón le toma un tiempo funcionar al mismo ritmo que mi cerebro.
-No pienses tanto, bonita. Eres increíble, y hoy quiero dormir con la única mujer que me parece increíble.
No sé qué creer pero sí sé que tengo que pensar las cosas, mi corazón palpita y revolotea como si Michael dijo algo importante. Pues yo sé que, cuando él me dice cosas tan tiernas y apasionadas, a la larga, nunca eran ciertas.
-No puedo -hablo en voz baja pero la sala es tan silenciosa que mi voz parece rebotar y resonar en los techos de la casa a voces idénticas -No puedo estar contigo a solas en una cama y luego recordar que ahí mismo te la follaste.
-Annette...
Pero yo ya estoy subiendo más gradas. A medida las subo veo el cálido rostro de mi amigo Gay esperándome en la planta superior, la madrugada gélida se hacía cada vez más misteriosa.
Mi nombre flota a mis espaldas dos veces más, con dolor y fuerza mezclándose, pero no me detuve y continué la marcha como si no lo hubiera escuchado. Como si alejarme de Michael Jackson fuera más doloroso para él que para mí.

Por la mañana, me despierto con el aroma de un rico jugo recién hecho, de naranja para ser precisa. Flota deliciosamente cerca de mi nariz. Con dificultad, levanto un párpado y veo a Martin de pie frente a mí con un vaso sudando por el jugo helado.
Más allá, por la ventana abierta, George se incorpora en el suelo y sostiene su vaso con ambas manos. Apenas recuerdo mi llegada con Martin la noche anterior. Era muy tarde, casi las tres de la madrugada.
George me sonríe dulce y natural, su rostro rejuvenecido de sábado por la mañana le hacía expander su atractivo.
-Martin hizo jugo.
-Hmm- me apoyo en un codo y acepto el vaso que me extendía-. Eres un ángel.
-En realidad, no - Martin se ubica al borde de mi cama, pone su vaso en el suelo, cerca de sus pies. Con su mano libre, sacude una bolsa de color café-. ¿Scones?
Asiento y me arroja uno por el aire que logro atrapar sin que lluevan migas.
-Muero por saber qué está pasando entre tú y Michael- continuó
-¿Michael? ¿Viste a Michael? -quiso saber George.
-Sí -mascullo sin darle largas al asunto. Le doy un mordisco al scone. Todavía está caliente-. Mmm, qué delicia -bebo el reconfortante líquido. Exquisito.
-¿Por qué viste a Michael?
-Porque ayer Michael encontró a Harry manoseando y besuqueando a Annette, se la llevó a su casa y parece que arreglaron las cosas porque cuando llegué a traerte estabas muy escondida con él y venías despeinada.
-Oh- las cejas de George, varios tonos más oscuras que su cabello castaño, se mueven sorprendidas sobre sus expresivos ojos.
-"Oh", nada. No pasó lo que crees, Martin. Más bien pobre Harry -repongo señalándolo con mi bocado.
-Te dije que solo se le reventó un vaso del puente nasal.
-¿Fue hot? -la mirada de George fue de Martin a mí, ida y vuelta.
-¡No pasó nada!
-Arde- dice Martin y George rie.
-A propósito, Yin, ¿Cómo haz llegado hasta la casa de Michael?
-Oh, él me llamó, segundos después de que Carl te llevara con él.
Asiento mientras escucho que tocan el timbre, con ademanes faciales les digo a mis chicos que no se preocupen, que yo iré a abrir aunque no sé a quién se le ocurre molestar tan temprano un sábado.
Cuando voy por la sala me detengo frente al espejo y veo que mis facciones ya se miran más recuperadas, arreglo un poco mi cabello y me dirijo a la puerta. Con los brazos cruzados, fijo la vista en las piernas musculosas del hombre que está frente a mí.
-¡Danielle!
-Hola Annette. ¿Cómo haz estado?
-Muy bien gracias... Mmm ¿Quieres pasar?
-No, no quiero molestarte, veo que acabas de despertarte.
-Algo así, pero si quieres pasa, por favor.
Parker rie sin entusiasmo y ve su ropa deportiva repleta de sudor recién caído.
-Venía trotando y recibí un mensaje diciéndome que la junta de la tarde se ha cancelado, tengo la tarde libre y no sé por qué pero pensé en ti. ¿Quieres salir a almorzar conmigo?
-¿Hoy? Sí, claro.
Le sonrío mientras analizo su cuerpo realmente caliente.
-Te recogeré a las dos, entonces.
-Claro.
Se acerca a mí, y susurra:
-Me alegra demasiado que Jackson ya no te tenga.
Y besa mi mejilla, casi al inicio de mis labios sin previo aviso. Me sonríe con una mordisqueada de labio entre dientes... Nada que ver con los efectos que me causa Michael.
-No olvides ponerte algo sexy- Se va seguido de haberme guiñado un ojo-. Te veré luego.
Cuando cerró él mismo la puerta, la habitación se sumió en un silencio sordo... Y me quedé mirando por donde se había ido, preguntándome qué demonios acababa de suceder.
¿Yo iba a salir a almorzar con Danielle Parker, el hombre al cual Michael odia con locura?

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Por cierto dulzuras

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2. Erotismo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora