estoy muerta???

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Un torbellino de pensamientos lleno la mente de Rei. Sobre Darien.  Comenzó a levantarse poco a poco. Pensando que a pesar de todos los cambios fisicos que se notaban . por los que tanto había luchado, razonó .no habían transformado a quien ella era en realidad por dentro. ¿Qué era lo que decía Horacio?

¿Qué “podemos cambiar el cielo pero no nuestra naturaleza”, o algo así? Tú eres tú y tu circunstancia. El triste hecho de que un poeta romano de hace dos mil años
comprendiera mejor su vida que ella misma era… decepcionante, como mínimo.

Y lo que era más raro todavía, ¿a santo de qué se le ocurría pensar en eso. precisamente en ese momento? En ese momento, el escenario se le apareció, de pronto, bajo una luz mucho menos desmoralizadora.

“¡Seguro que ha sido un bajón de azúcar!”, pensó recordando que se había olvidado de
desayunar en su afán por no perder el autobús e incluso después, en el instituto, con tanto encontrón premeditado con Darien.

Rei volvió la cabeza de un lado a otro y se dio cuenta de que se encontraba
completamente sola.

No le sorprendió, puesto que a decir verdad no esperaba que nadie la hubiese echado en falta. Luego, al bajar la mirada, comprobó que no estaba tan sola como pensaba. Allí estaba el Osito de Goma, inocente y sin vida, tan provocador como la muñeca parlante de aquel viejo episodio de La dimensión desconocida. No presentaba el típico color rojo opaco, sino ese rojo transparente que adquieren después de haberlos
chupado un tiempo. Permaneció mirando la gominota durante un buen rato, inexplicablemente recelosa de ella, se llevó la mano a la garganta y tosió. La tenía allí delante, en el suelo, pero todavía podía sentirla en la laringe.

-Esto sí que es… curioso –dijo Rei, perpleja por completo.
Justo cuando empezaba a recordar todo lo ocurrido, se oyó un anuncio por megafonía.

“Rei Hino preséntese por favor en la sala 1.313”, requirió la voz apagada.

Reunió sus cosas y salió al pasillo desierto, cabe decir que de bastante buen humor.
Como esperaba que la acosaran con preguntas de camino a secretaría, casi le decepcionó comprobar que el aviso pasaba desapercibido, pero claro, todos estaban en clase, así que continuó como si nada.

¿La sala 1.313?”, se preguntó. Todavía aturdida por los desencuentros con Darien y el osito de goma

Al doblar una esquina y adentrarse en uno de los largos pasillos, una lectura del
Annabel Lee de Edgar Allan Poe inundó el corredor desde una de las aulas del fondo.

Era su clase de Literatura de segunda hora, el lugar donde supuestamente debía estar
ella, que ya había comenzado. Las palabras resonaron en el pasillo vacío, su eco
rebotando contra los suelos recién encerados y pulidos del primer día de curso.

Pero nuestro amor era más fuerte
que el amor de nuestros mayores,
que el de muchos más sabios que nosotros,
y ni los ángeles del Cielo, allá arriba,
ni los demonios, en las profundidades del mar,
podrán jamás desgajar mi alma
del alma de la hermosa Annabel Lee.

Por alguna razón, parecía conocer el camino a la extraña sala, a pesar de no haber estado allí antes. Se vio arrastrada hasta una puerta sin numerar situada al fondo del pasillo.

Abrió, y se encontró con una escalera que descendía hasta una zona del sótano, que más que asustarla la desorientó. Mientras bajaba, vio las descascarilladas tuberías expuestas que recorrían el techo, sobre su cabeza, y el suelo de cemento a sus pies.

Reí respiró hondo y se pinzó la nariz como medida preventiva, pensando que ya había
aspirado suficiente contaminación por ese día en la pasarela.
-Sígame –se dijo a sí misma con voz quejumbrosa, pinzándose la nariz, en su más fiel imitación de El jovencito Frankenstein, e inició el descenso. Sus pisadas golpeaban el suelo en silencio.

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⏰ Última actualización: Apr 25, 2018 ⏰

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