Mi gato negro

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Me levanté. La luz se escondía detrás de las cortinas. No había podido dormir bien, estuvo lloviendo toda la noche. Los rayos iluminaban un espacio específico del cuarto y los truenos estremecían el silencio. La puerta de la calle estaba cerrada , la casa silenciosa estaba como esperando que me quedara con ella para hacerle compañía. Pero no, tengo que caminar hacia mi tortura. Abrí la puerta, la vecina estaba regando las plantas. Todas las mañanas hace lo mismo, vieja chismosa. Se para ahí, pretendiendo cuidar de su jardín para espiar a el señor de la esquina , quien llega a esa hora después de pasar toda la noche fuera haciendo quien sabe que. Es viernes, un día común. Un gato negro ronronea y pasa por entre mis piernas. Mi vecina se tapa los ojos y me salpica con agua los zapatos. Ya se secará, eso le pasa por ser tan supersticiosa. Gato negro, mala suerte . Bah! Eso es absurdo. ¿ Qué culpa tendrá el pobre felino de ojos palpitantes? Eso solo son casualidades de la vida. La mala suerte, eso, no existe. El camino estaba húmedo, mi peinado se arruinó con unas ramas que nunca había notado antes. Supongo que el árbol pasó por su etapa de crecimiento. Tomé mi camino a la estación de autobuses. Tantos inventos que hace la gente, que si se rompe un espejo ,se puede romper un matrimonio. Pamplinas, también si abres una sombrilla bajo techo algo malo pasará. ¿De donde sacarán tantas estupideces ? Pues yo, no creo en eso. Me parece que tratamos de explicar cosas complicadas que nos afectan de una forma u otra. Incrementé la velocidad de mis pasos , pero no pude llegar a tiempo. El autobús me acababa de dejar, normalmente la calle estaría llena de autos y taxis , pero hoy, estaba desierta. —Qué mala suerte la tuya muchacha , ese era el único café que nos quedaba. El señor de la tienda de café se dirigió a mí con vergüenza. ¿Qué clase de tienda de café no tiene café? ¡Pero eso no es lo que mas me molestó! Dice que mala suerte, bobadas. Hasta las personas mayores creen en ese tipo de cosas. No me lo creo. Ese tipo de situaciones están en la cabeza de la gente, al no poder explicar sucesos de la vida diaria. Al final llegué a mi trabajo, tarde pero mi jefe siempre llega una hora después. —Estás despedida. Recoge tus cosas y regresa a casa. El regordete me gruñó al ver que estaba unos minutos tardes. Estaba de mal humor, eso es todo. No entiendo porqué tubo que venir temprano hoy que llego tarde por primera vez . Ya conseguiré otro, no es la primera vez que me pasa algo así. Pero me rehuso a decir que es mala suerte. Eso , no existe.
—Ay ,Soraida. Otra vez, es que la mala suerte te persigue. Me dijo mi hermana. Ella siempre con sus cosas, ya le he dicho mil veces que ese tipo de cosas no existen. Ella insiste en que no camine sola, que use un brazalete para la suerte, entre otras cosas que me harían lucir como loca.
— Estás loca, ya te he dicho que eso no existe. Le respondí con las mejillas rojas del calor.
—¡Deberías echar a ese maldito gato! Hace meses que no tienes trabajo. Te pasa de todo, el mes pasado te has roto una pierna y la semana pasada se te quemó la cocina. Ella también estaba sofocada por el enorme calor que había en la calle.
—Ya te dije que solo son cosas de la vida. Mi gato no tiene nada que ver con todo eso.
La que no volvió a aparecer.
La ultima vez que hablé con ella, el sofocante calor nos estaba derritiendo la piel. La calle repleta de personas no ayudaba la circulación del aire. Soraida , la pobre nunca creyó en la mala suerte. Vivía convencida de que solo eran casualidades, hasta trajo un gato negro a su casa. Desapareció hace unos días, el gato negro sigue rondando por la casa, haciéndole compañía a la solitaria residencia.

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