Ayer iba caminando por la avenida principal, sola o tal vez acompañada. Observé una niña pequeña corriendo hacia su madre, traía puesto un vestido de color rosa. Sus facciones mostraban felicidad, escuchaba hablar a otros adultos cuyas voces le parecían irreales. Ambas tenían falda, la madre una larga hasta los tobillos, tal vez un color marrón o tal vez un negro desteñido. De tan solo pensarlo me hierve la sangre. La sociedad viste a la madre, la hija y todas las mujeres, pero a mí no. A mí me visten las cenizas de todas las protestas, las heridas sangrientas de todas las pieles rebeldes y la firmeza de los pies desnudos corriendo en busca de libertad.Rehuso que me vistan según lo que llevo entre las piernas, pero que van a saber la pobre niña y la madre , quien solo estaba implantando un "ejemplo". Desde pequeñas nos enseñaron a escondernos.La pequeña suspiró de repente , cerca de la saya larga de su madre.
—Mama, ¿porqué dicen los mayores que el amor duele?
La dulce inocencia de su rostro esperó pacientemente por una respuesta. Su protectora examinó posibles alternativas, los ojos azules de la chica hicieron lineas paralelas directas a los de su madre. Sin mucha vacilación, la madre la tomó de la mano.
—Porque aunque yo te ame con mi vida, algún día ya no estaré a tu lado.
—Pero mama, yo no te voy a dejar nunca. ¿Tampoco me dejarás a mí verdad?
La madre sonrió y me miró fijamente. Ahí fue cuando mis ojos se abrieron, cuando más quise cerrarlos. Ya no estaban ahí, ninguna de las dos, ahora solo estoy yo con mis ojos azules y la soledad penetrante. ¿Porqué no me dijo que se iría pronto? No me preparó para ver la vida de la forma en que la veo ahora.