Fue a destiempo. Como hablar en futuro perfecto sobre una acción que se desarrolla en el presente. Fue mi culpa, porque yo idealicé, y como dice Platón, las ideas son muy difíciles de alcanzar.
En un tiempo estábamos los dos en el presente. Para mí, ella no era nada, y yo tampoco era nada para ella. Luego llegan las casualidades. O primeros momentos (como más quieran llamarle), que inician cosas inesperadas. Un primer encuentro o coincidencia, donde hablamos hasta que nuestros caminos se separaran. Fue una charla sobre diferentes temas, donde tomé conciencia del repertorio amplio en que consistían sus saberes e intereses, gustos y disgustos, sueños y pesadillas. Podíamos hablar de cualquier cosa, ella era como un universo paralelo que entraba en contacto con el mío, desordenando mi sistema solar. Eso me gustó, y coincidimos varias veces más, aunque algo dentro de mí cambiaba. Ya no estábamos los dos en el mismo tiempo verbal, ella seguía en presente y yo me imaginaba un futuro a su lado, aunque ella creía que yo seguía en presente. Es que cuando se está placenteramente en el presente, se tiende a proyectar un futuro. Pensándolo así, lo sentimental es igual a lo económico. Pasó de ser ese nada a ser casi todo dentro mi cabeza.
Luego hubo un tiempo de separación forzada. Sí, aquel tiempo que cualquier chico o chica promedio espera con ansias. Decidí volver a ordenar los planetas de mi sistema solar, o seguir con mi vida normal. Lo pude hacer con bastante sencillez, claro, durante el día. Pero las noches son profundas, llevan a pensamientos infinitos dentro del espacio y el tiempo. No se pueden pensar cosas sin que estén dentro de un espacio y un tiempo, dijo Kant. A veces, en mi cabeza, surgían deseos o a veces pasaban recuerdos, pero todos centrados en ella.
Pero ese lapso de tiempo de separación forzada terminó. Porque aunque el tiempo es infinito, el calendario segmenta. Nos volvimos a ver y coincidir casi en el mismo espacio. No sé si fue coincidencia que estemos casi en el mismo espacio, considerando que este es enorme. Esa combinación de repertorio de saberes, extrema simpatía, cálida sencillez y elegante hermosura me desorientó otra vez. Para paliar su ausencia, tuve la suerte de conseguir su número. Para cualquiera es un simple número o combinación de dígitos, pero para mí era el código que permitía abrir el críptex creado por Da Vinci y llegar al Santo Grial, tan buscado por todos pero que solo llega quien lo merece.
Me permitió establecer un tiempo en coincidencia con ella, pero los espacios seguían siendo diferentes. Al hablar a través de ese aparato tecnológico rectangular, faltaban elementos importantes del lenguaje humano, sobre todo su presencia y la retroalimentación total de escucharnos el uno al otro y a sí mismo al mismo tiempo. No era lo mismo, pero era algo, un algo confortable.
Llega un momento donde el recipiente no puede guardar todo el contenido, donde la materia es mayor en proporción a la forma y hay que dejarlo salir de adentro. Un momento donde los sentimientos son insostenibles, inguardables, incontenibles, y hay que dejarlos ir, pero en una dirección. Más precisamente hacia ella.
Ese momento llegó, una tarde parcialmente nublada y templada, donde nuestros caminos coincidían como la primera vez. Antes del momento más triste de un encuentro –la despedida- los sentimientos tomaron vuelo como una pequeña ave que intenta volar por primera vez, aunque puede que no lo logre. Y sí, los hechos tienen valor según el imperativo categórico, independientemente de cuál sea el resultado, por lo que pueden ser contrarios a la felicidad. Kant lo dijo. Las palabras salieron. Quise precipitarme al futuro perfecto, y ella seguía en presente. Estaba arriesgando en modo subjuntivo, ella estaba segura en el indicativo. No hubo concordancia temporal ni modal. No hay nada más triste que perder todo lo que tenías por arriesgar a tener más. Nada más desalentador que gastar plata en el casino por aspirar a tener más, pero lo único que lográs es perder lo que tenías. Pensándolo así, lo sentimental funciona igual que lo económico.
Le había regalado un objeto religiosamente valioso en el arte medieval, o cadenita brillante, pero con una pequeña influencia del Romanticismo, un corazoncito dorado en el centro. Le había leído un escrito donde predominaba la función emotiva, más precisamente una carta de amor. Son elementos con expresan más valor sentimental que material. Pero no todo fue felicidad. Fue un momento donde la realidad irrumpió cruelmente. Un momento donde la ilusión de derrumbó. No sentía lo mismo que yo sentía por ella.
Ahora no tengo nada. Nuestros caminos, por distintas intenciones y decisiones, ya no se encuentran, y los hechos comunicativos ya no se dan. Está tan cerca y a la vez tan distante. Idealicé, y no debí hacerlo. Me enamoré, y no tuve que hacerlo. Perdón, por estar en diferentes tiempos, por querer adelantarme al futuro perfecto. Fue mi culpa, y te pido perdón. Fue a destiempo.
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A destiempo
RomanceDiscordancia de tiempos verbales. Falta de correspondencia sentimental