Tan sólo recuerdo que eras para mí

275 14 2
                                    

- Eu, no me dejes en banda y te vayas por ahí ¿eh?- apunté con mi dedo índice a mi hermano ni bien bajamos del auto.
- ¿Me lo vas a volver a repetir alguna vez más? - se quejó Guido.
- Perdón -reí-. Sólo te lo estoy recordando, porque después te vas con la primer minita que ves y me dejas de garpe.
- Hoy es el cumpleaños de tu novia. Con algo tendría que entretenerme...
- No, Guido. Me rompe mucho las pelotas tener que venir a estos eventos caretas, ya lo sabes. Pero no me queda otra... - suspiré.
- Tranquilo, va a estar bueno -palmeó mi pecho-. El tema de los antifaces le va a dar un toque misterioso -me sonrió de costado al mismo tiempo que frotó sus manos con entusiasmo.

Cruzamos la vereda y en la dirección indicada por Melisa había un portón negro, que estaba abierto. Lo traspasamos y enseguida un atril y dos señoritas aparecieron ante nuestra vista. Una de ellas tenía una lista en sus manos, la otra simplemente estaba parada a su lado.
- Buenas noches -dijimos los dos al mismo tiempo. La morocha me miró expectante por nuestros nombres-. Guido y Patricio Sardelli... la contraseña es Helen Kane.
- Bien -dijo luego de verificar que estuviésemos en el papel. Automáticamente, la chica que se hallaba a su lado se agachó detrás del atril y sacó de abajo dos cajas que nos entregó-. Que lo pasen bien.

Caminamos por un pasillo oscuro al mismo tiempo que nos colocábamos los antifaces. De repente, las únicas luces que lo iluminaban provenían de los baños cuando sus puertas se abrían. Ahí pudimos ver que nuestros antifaces no eran los únicos de color bordó oscuro, si no que los de todos los hombres eran así. En cambio, las mujeres llevaban unos plateados. La consigna de la vestimenta estaba bien pensada... era ir de blanco y/o negro. Con lo cual, la combinación con los accesorios era elegante y sofisticada.
- Esto se va a poner bueno -se animaba Guido cuando vio pasar a unas chicas hacia el baño. Me miró y me agarró del hombro-. Dale, cambia esa cara de tuje que ni esto te ayuda a disimularlo - dijo haciendo referencia al antifaz. Realmente estaba de muy mal humor, pero peor me ponía el hecho de pensar que tenía que disimularlo ante Melisa.

De a poco el pasillo comenzó a iluminarse cada vez más por la luz que arrojaban dos arañas gigantes, de vidrio, antiguas, que se hallaban suspendidas en el centro del salón. A la derecha, una barra inmensa, repleta de botellas de distintos tamaños y colores, y cinco barman atendiendo a los invitados. A la izquierda, una escalera curva que llevaba al primer piso del lugar. Todo repleto de gente, dispersos en grupos de a varios o en parejas.
Con Guido no sabíamos qué hacer ni para dónde mirar, estábamos como perdidos. De repente, una voz familiar me sacó de mis pensamientos.
- ¡Potro! - se acercó Melisa con sus brazos abiertos.
- Hola hermosa - le dije no muy animado. La noche anterior habíamos cenado juntos y ya la había saludado por su cumpleaños.
- ¡Hola Guido! - saludó a mi hermano.
- ¿Cómo va? Feliz cumple - aunque nunca me había dicho nada, sabía que no la bancaba.
Los dos la felicitamos por la elección del lugar porque realmente era muy lindo. Su buen gusto siempre era algo a destacar. Charló un rato con nosotros y luego se fue, como solía hacer, con la excusa esta vez de que "tenía que compartir tiempo con todos los invitados".

Luego de un largo rato y de conversar un poco al pasar con cuanta gente conocida nos cruzábamos, con Guido nos fuimos a sentar a la barra.
El rubio empezó a hablar con una chica que estaba sentada sola a su lado. Al principio, intentaron integrarme a la conversación, pero vi que estaban pegando onda y sentí que sobraba. Así que me paré y empecé a caminar hacia la otra punta de la barra.

En ese momento, divisé a una linda morocha de pelo largo, de curvas interesantes, sentada también sola. Cada tanto cruzaba algunas palabras con el mozo, quien le hablaba en cuanto terminaba de atender a alguien. Llevaba puesto su antifaz plateado y vestía bastante simple. Un pantalón negro engomado que le resaltaba muy bien su atributo trasero, y una camisa de color blanco, sin mangas, más bien translúcida, que dejaba a la vista su corpiño negro. Me senté a su lado, me pedí un whisky, agarré el celular y empecé a chusmear mis redes sociales. Cuando me aseguré que el mozo con el que antes hablaba estaba ocupado con un grupo de varias personas, la miré de reojo listo para hablarle siendo que justó bostezó.
- Uf, ¿qué embole, no?
- ¿Esto? Sí, mal. Un caretaje - me reí ante su sinceridad tan espontánea.
- El lugar es lindo... tiene su onda - dije mirando a mi alrededor.
- Ah, eso sí ¿Viste? Es hermoso. Amo este tipo de bares, los llaman speakeasy, o algo así.
- Corazón, ¿querés algo más? -el mozo se acercó a donde estábamos y le habló a la morocha con un tono un poco... afeminado-. Hola potro - me dijo al percatarse de mi presencia. Ahí me cerró todo. Me reí por dentro.
- ¿Cómo va? - lo saludé.
- No, gracias bombón. Cualquier cosa, te llamo - el chico asintió y se alejó hacia la otra punta de la barra.
- Che, ¿y qué onda? ¿Conoces a la cumpleañera o...? -me animé de una. La morocha se sonrió mientras observaba su vaso, que lo giraba con su mano derecha.
-Sí, de producciones de fotos. Soy productora de moda de varias marcas, algunas conocidas y otras no tanto... ¿vos? - me miró expectante. "¿Qué carajo le digo?", pensé.
- Amigo - noté que se sonrió.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 15, 2018 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Tu NombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora