CAPITULO I

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EL GRAN MISTERIO

—¡No puede ser, nuevamente tarde! —exclamé un poco angustiada por volver a llegar tarde a clases. Hace tiempo que deje de ser puntual, realmente aún no me acostumbro al turno vespertino. En toda mi estancia escolar estudie en las mañanas, pero desde que entre a la preparatoria ya no fue así.

Es el inicio de mi tercer semestre, conocería a nuevos compañeros, puesto que el director del plantel ordeno una reorganización de los alumnos, debido a la poca demanda de las carreras técnicas con las que se contaba. Afortunadamente la carrera de informática la cual elegí, no contaba con los suficientes requisitos para ser cambios muy grandes, así que solamente se cambiarían alumnos de grupo y turno. El gran día es hoy y por fin he llegado al plantel, no tan tarde, a decir verdad.

Lo primero que vi al entrar, era la oficina del director, sus ventanas estaban cubiertas con unas hermosas cortinas de color verde, a penas y se alcanzaba a ver su interior, al parecer la intención de ese color era combinar con el uniforme del plantel, y no solo con eso, justo al lado se encontraba la sala audiovisual también del mismo color, por lo regular es ahí donde los alumnos de los últimos semestres, llegan a exponer sus grandes proyectos. A unos metros estaba el edificio de mi carrera, un edificio común, de 2 plantas, mi salón estaba en la planta baja justo a un lado de las oficinas de las secretarias, lo cual era perfecto al momento de realizar cualquier papeleo.

— ¡Hola, por fin llegas! —esa sin duda era la voz de Laura, la reconocí al instante, ella ha sido mi mejor amiga desde el primer semestre, una chica muy ocurrente, alta, de piel blanca, siempre le ha gustado pintarse los labios de un color rojo carmín. Es una chica como cualquiera sin embargo su personalidad es algo que la hace ser única puesto que, es demasiado sincera con las personas lo cual es algo que admiro de la gente. Inteligente, risueña, pero con un carácter malísimo cuando se molesta. Su forma de vestir es casi idéntica a la mía, jeans, playeras holgadas y tenis. Otra de las cosas que tenemos en común es que nunca nos ha gustado parecer a esas chicas con una forma de vestir tan femenina: faldas, escotes y sus enormes tacones.

Aunque después de todo eso era algo que teníamos totalmente prohibido en la escuela pues la única manera en que teníamos permitido presentarnos a clases era portando el uniforme completo: falda con una altura no menor a la rodilla, camisa blanca, chaleco verde que encima hacia juego con un suéter, eso sin olvidarnos de la corbata azul marino. Así que, Laura lo llevaba puesto no tan a gusto.

La verdad es que no quería acercarme a saludarla pues se encontraba acompañada de Hugo, ya desde hace varios días que se la pasan juntos.

Desde mi punto de vista, siento que Hugo y Laura no son lo suficiente maduros para entablar una relación, aunque al parecer él no dejara de insistir. Siempre ha sido así, perseverante, aunque bastante caballeroso, sin embargo, eso no era suficiente para convencer a Laura, pues ella no acepta a cualquier pretendiente sin conocer su verdadera intención. A pesar de que Hugo es una buena persona, nunca me he atrevido a conversar con él pues su forma de ser tan áspera y seria no es tan agradable como para tener una amistad muy estrecha.

— ¡Ven! —grito Laura dirigiéndose hacia mí.

—Hola, no he llegado tan tarde —dije mientras los saludaba.

—Te notas muy cansada —aseguro Hugo.

Mire mi reloj, la clase estaba por comenzar. Profesores nuevos se presentarían, no podía dejar pasar la oportunidad de conocer su manera de evaluación. Los anteriores no eran tan buenos como para haber sacado buenas calificaciones, aunque mi promedio no estaba tan mal. Esta vez mi propósito era mejorar mis notas.

—Tenemos que darnos prisa, el profesor no tarda en llegar al salón —murmuré cerca del oído de Laura, no quería interrumpir de una manera muy tajante la charla entre ella y Hugo. Pareció no haberme hecho tanto caso, pero insistí y al final accedió. Ella se despidió de Hugo, mientras yo caminaba dando pasos muy lentos.

No tardamos en llegar al salón de clases, a lo lejos notamos que el profesor aun no había llegado pues algunos de nuestros compañeros se encontraban justo en la puerta, despreocupados, conversando acerca de esos temas triviales que yo nunca he entendido. Aun así Laura y yo decidimos entrar. Siempre nos ha gustado sentarnos en las butacas de enfrente y esta vez no fue la excepción. Pude darme cuenta que adentro ya se encontraban compañeros que no había visto antes pero no preste tanto interés, así que dirigí mi vista hacia la ventana. Mis compañeros que aún faltaban iban entrando al salón, cada uno eligiendo un asiento.

Una voz recia sonó entre el silencio del salón:

—Buenas tardes jóvenes —dijo el profesor que nos impartiría la clase de Calculo Integral y diferencial, lanzando una mirada amenazante a mí y a todos mis compañeros. No preste mucha atención a su presentación, seguía con mi mirada puesta hacia la ventana. A lo lejos pude notar a un grupo de chicos que estaban riendo, probablemente por una broma que suelen hacerse los chicos de mi edad. Uno de ellos se dirigía hacia la puerta, pero al darse cuenta que esta estaba cerrada, éste se asomo hacia la ventana y al mirar que el profesor ya estaba en clase corrió hacia sus amigos gritando:

—¡El profesor ya entro!

Entre silencios una ligera risa broto en mí.

—¿Qué miras? —pregunto Laura al darse cuenta.

—El chico, siento que lo he visto en algún lado, además me causo gracia su expresión al ver al profesor.

—¿Podemos pasar? —pregunto uno de los chicos.

En mis pensamientos no dejaba de pasar la idea de que a uno de ellos ya lo había visto, su manera de caminar y su comportamiento llamaron mi atención, quería recordar su identidad pero no podía por más que lo intentaba. No podía concentrarme a lo que el profesor decía, el chico misterioso estaba presente en mi mente pero, "¿Quién es?".

Un amor casi imposible #TheDomains2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora