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El antídoto.

Doloroso. Esa siempre sería la sensación después de alejarse de aquellos brazos que la habían refugiado tantas veces del exterior, de la realidad.
Pero esta vez no era igual que siempre, dolía, siempre dolería, pero ahora la acompañaba una sensación de libertad; se había vuelto agridulce, ya no era amargo.

Finalmente lo comprendió y es que no importaba que tan lejos llegasen a estar, o que tan poco se viesen; siempre volvería a ese lugar: a aquellos brazos. Podrá refugiarse en cientos de ellos, pero nunca sería igual. Puede que alguna vez existan mejores, pero nunca sería lo mismo, porque en el veneno está el antídoto... él era el antídoto.

No existía la necesidad de etiquetarlos para comprender que se apoyarían incondicionalmente con una sola mirada. Ambos estaban hechos para juntar las piezas rotas del otro sin importar que estas cortasen.

Era adictivo; Lo supo desde el primer momento que cayó en aquellos brazos que la estrujaban tan fuerte que eran capaces de romperla así como de volverla a unir.
Ahora los veía retirarse lentamente de ella otra vez... dejando su característica fragancia impregnada en su piel; haciendo menos audible el latir de su corazón.
Dolía, siempre dolería de alguna forma; Pero esta vez había algo diferente.

<<No quedaban piezas rotas que juntar.>>

Estaban completos con las piezas del otro para soportar el dolor del pasado y continuar con el presente.

Ahora lo sabían, sabían que siempre uno llevaría un pedazo del otro para recordar que siempre volverían a unirse con un abrazo.
Sin importar que alguien más llegase a estar ahí, también siempre pertenecerá a ellos.