Todo había cambiado. En un instante, la vida de Eleanor Reilly se había vuelto a desmoronar. Quién sabe por qué, hacía semanas que había dejado de hablar y había vuelto a encerrarse en sí misma; justamente después del incidente.
¿Qué ocurrió aquel día? Nadie lo sabe exactamente. Son muchos los rumores que corren.Demasiados.
Sólo se sabe que Eleanor fue llamada al deapacho del decano por la mañana.
Golpeó con los nudillos la puerda del despacho.
ㅡ¿Decano Webber?
ㅡAdelante.
La puerta emitió un chirrido al abrirse. El decano Webber se encontraba escribiendo algo sobre el escritorio, con la mirada absorta en el papel. Eleanor se mantuvo donde estaba, junto a la puerta, que acababa de cerrar.
ㅡ¡Vamos! ¿A qué espera? Siéntese. No tengo todo el día.
Obedeció. Se sentó en una de las sillas que se hallaban en el lado opuesto de la mesa.
ㅡComo sabrá, ㅡprosiguió el decanoㅡ ciertos motivos me han obligado a llamarla a mi despacho.
Eleanor no contestó.
ㅡTodavía no sabe por qué la he llamado, ¿verdad?
Negó con la cabeza.
ㅡEl caso ㅡsiguió hablando ㅡes que los resultados de las pruebas prácticas que se realizaron la semana pasada sobre comportamientos psicopáticos son realmente alarmantes. Posee treinta y ocho puntos en la escala Hare.
El rostro de Eleanor palideció. Unas prácticas acababan de diagnosticarle una psicopatía primaria. Ya no era Eleanor Reilly; era un arma cargada que podía dispararse en cualquier momento. No podía hacer nada, había nacido así.
ㅡComo comprenderá, que usted posea esta clase de transtorno psíquico, supone una amenaza para todos sus compañeros y para la universidad, en general. Por ello, para evitar futuros posibles problemas, nos vemos obligados a expulsarla de nuestras instalaciones. Coja sus cosas y márchese lo antes posible.
