CAPITULO 1: SEPARACIÓN REENCUENTRO.

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Cuando Dean desapareció junto con Cass en la explosión en la que murieron Dick Roman y los Leviatanes, Sam se quedó solo.

Bobby había muerto. Su padre, Ellen y Jo hacía años que también.

Sin familia ni amigos, por primera vez en su vida estaba completamente solo.

Convocó a Crowley el Rey del Infierno, en la vana esperanza de que si Dean estaba allí, él podría recuperarlo. Pero no estaba y tampoco en el Cielo pudo encontrarlo.

Se quedó sin opciones, no había un trato que hacer, ni un hechizo que lo trajera de nuevo a su vida, no había alternativas ni segundas oportunidades.

Estaba entumecido, no podía sentir nada, en cierta manera, estaba mucho peor que cuando volvió sin alma del infierno, porque aquella vez él ni siquiera se percataba de que no tenía sentimientos, ahora sabía que los había perdido.

Estaba entumecido, no podía sentir nada, en cierta manera, estaba mucho peor que cuando volvió sin alma del infierno, porque aquella vez él ni siquiera se percataba de que no tenía sentimientos, ahora sabía que los había perdido

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Subió al Imapla y estuvo conduciendo durante días, sin comer ni dormir, apenas se detenía los minutos necesarios para llenar el depósito. No podía hablar, no podía llorar, sólo sentía un gran peso como si una piedra le estuviera aplastando el pecho. Apenas podía respirar. Devoraba kilómetros de una manera automática, sin un destino al que llegar, no veía la carretera ni lo que había alrededor, hasta que sin querer atropelló a un pobre perro que se cruzó en su camino.

Eso le hizo reaccionar, frenó en seco y comprobó, que aunque sufría acostado de lado en la carretera, el animalito seguía vivo gimiendo suavemente, no parecía tener nada roto pero seguramente sus lesiones serían internas, rápidamente lo recogió y se dirigió como un loco al pueblo más cercano y a la primera clínica veterinaria que vio.

Al final eso fue lo que lo salvó.

El perro se recuperó, y la enérgica veterinaria que lo operó le obligó a hacerse cargo de él, así que tuvo que establecerse provisionalmente en el pueblo y coger un trabajo de encargado de mantenimiento en un complejo de apartamentos, para poder cuidarlo durante su convalecencia.

Los días se convirtieron en semanas y la rutina resultó sanadora para ambos, las pequeñas obligaciones diarias, bañarlo, sacarlo a pasear, darle de comer y el cariño que el animalito le devolvía por esas atenciones fueron templando su corazón, y poco a poco empezó a aceptar que nunca más volvería a ver a su hermano de nuevo.

Guardó las armas y los teléfonos que utilizaban para ponerse en contacto con otros cazadores, era incapaz de mirarlos o de tratar de seguir con la vida que había estado llevando con su padre y su hermano. Le dolía demasiado.

Dean siempre había estado ahí, toda su vida, a su lado. Él no podía hacer ahora solo lo que siempre habían hecho juntos. Habían pasado toda su vida tratado de librar al mundo de monstruos y su hermano había muerto por ello y nunca volvería. Sentía rabia, ira y odio, se lo habían arrebatado todo.

Ese mundo por el que tanto habían luchado, ni siquiera era consciente de que Dean había desaparecido, no le importaba a nadie. Ni tampoco importaba la vida llena de sacrificios que habían llevado desde niños, tratando de hacer del mundo un lugar más seguro, libre de vampiros, hombres lobos, trotapieles y tantos otros monstruos e incluso los de la peor calaña, los Leviatanes, por su culpa y para erradicarlos Dean había muerto, y nadie lo sabía. No había homenajes, ni condecoraciones póstumas, ni siquiera había podido quemar su cuerpo honrando su memoria como corresponde a un cazador.

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