Tren a Francia (One shot)

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El poder de una mirada posee tanta intensidad, que la mayoría de las veces, logra despertar en la otra persona, sensaciones ocultas que no se las pueden describir con palabras.
A veces, la conexión que se da entre esas dos personas, se vuelve íntima cuando sus miradas logran cruzarse y clavarse en lo más profundo de su ser, volviendo loca a la razón y dejando actuar al deseo.
El amor a primera vista no existe, pero puedo asegurar, que la atracción en la primera mirada, sí. Y eso fue lo que le sucedió a aquellas dos mujeres, de países diferentes, un día cualquiera, un mes cualquiera, pero un lugar en común... el tren con destino a Francia.
Lexa, una inglesa de pelo castaño y ojos verdes, delgada y de buen cuerpo, extrovertida y con carácter; con un poder en su mirada extremadamente sensual y locuaz. Reservada pero con encanto, que como depredador observa delicadamente a sus presas, para luego devorarles hasta el último aliento. Adora el sexo, y el sexo la adora a ella. Sutil y salvaje a la vez, y como buena depredadora, consigue lo que desea.
Y por otro lado Clarke, una rusa de ojos azules como el cielo, de cabello rubio y un cuerpo demasiado sugerente. Mucho más introvertida, pero con su carácter. En su mirada hay algo de timidez, pero le gustan las aventuras, siente un atractivo intenso en ellas, y el sólo hecho de imaginar la adrenalina corriendo por su cuerpo, la embriaga de un poder único. Y a eso había ido a Londres, a tener aventuras y disfrutar su juventud.
Dos desconocidas y un prometedor viaje que las llevaría a la mejor travesía de sus vidas sin que lo supieran. Y ¿Cómo comienza está historia? Cómo comienzan todas, con tan solo una mirada.

En la estación, parada en el andén 37, Lexa se impacientaba por el tren que aún no llegaba. Iba vestida elegante y con estilo, como solía hacerlo cada día. Era una mujer de negocios, por ende, su saco negro, haciendo juego con sus pantalones de vestir, y una escotada, pero sutil camiseta, siempre le daban clase e imponía seriedad tanto en el ambiente laboral como en el cotidiano.
Sobre su brazo, colgaba un pequeño bolso de mano, que ya le incomodaba. Comprobó si tenía algún mensaje en su celular, y lo guardó frustrada de que nadie fuera capaz de entretenerla un rato, para evitarle una espera tediosa. Así era ella, odiaba no poder controlar la situación, y esperar, claramente, no era lo suyo.  Miró sobre su hombro, y observó cómo las personas a su alrededor charlaban de forma relajada. Suspiró y se resignó a lo único que podía hacer, ser paciente. Tal vez hubiese sido mejor, según ella, no haber llegado con tanta anticipación.
Cuando el tren arribó en el andén designado, no demoró en subir. Buscó su asiento y se acomodó para pasar las casi 3 horas de viaje. Sacó de su bolso un libro, y comenzó a leer aislándose de todo. No tenía intensiones de que algún pasajero quisiera entablar una incómoda conversación. No era muy sociable, a menos que buscara sacar provecho con intereses ocultos, por medio de una charla. Algo que en su trabajo le servía demasiado.
Pasó perdida en aquellas hojas unos cuantos minutos, pero un grito la distrajo e hizo que sus ojos se despegaran del libro y buscarán de quién provenía. Del otro lado de la ventanilla, alcanzó a ver cómo una mujer rubia corría desesperada pidiendo que no la dejarán. Levantó sus cejas y pensó cuan impuntual e irresponsable suele ser la gente, y sin necesidad se molestó. Sin embargo, trató de ignorar aquello y volvió a refugiarse en la lectura.

—¿Está ocupado ese asiento?— Una voz ronca y jadeante, con acento extraño la volvió a distraer. Definitivamente, concentrarse no le estaba siendo posible. Por encima del libro, su mirada buscó la de la mujer y chocó de inmediato con unos ojos azules de lo más exquisitos y cautivadores. A Lexa, no le costó dejar un momento la lectura para dedicarle una mirada más profunda.
Había quedado atónita ante aquella rubia que casi pierde el tren, aquella de la que mentalmente se había quejado. Aquella que tenía un cuerpo de muerte y que no tardó en observar. Llevaba un vestido negro, hasta por encima de las rodillas un tanto holgado y escotado, pero que no impedía resaltar su figura. Todo lo contrario, dejaba poco a la imaginación. Y contrarrestando la otra prenda, un cárdigan de hilo color pastel, que lo llevaba caído y desalineado, permitiendo que sus hombros quedarán al descubierto. Aquella corrida al tren la había dejado un tanto desarreglada, pero le sentaba muy bien. Demasiado bien. Sexy en realidad.
Y por su parte, Clarke, instantáneamente se perdió por completo en la seductora mirada de aquellos ojos verdes de la castaña, que la miraban con vehemencia.  Sintió cómo el cuerpo se le estremeció, con tan solo sentirse observada tan detalladamente. Saboreó aventura y se embriagó con ella, sintiendo la necesidad de dejarse hundir en esa espontánea atracción.

Tren a Francia [Clexa AU] OneShot Donde viven las historias. Descúbrelo ahora