Ramón, sentado en el asiento de cuero de su oficina, intentaba, sin resultado, escribir algunos versos en la mesa de nogal. No entendía como su mente, desesperada por encontrar las palabras justas, se centraba en Guillermina, la dama irlandesa que conoció en alicante y que le había tocado el alma, con una simple sonrisa y una profunda mirada. La poesía no acabada que había ante sus ojos, se cernía a hablar de ella, de su belleza, su cuerpo, sus labios etc. Salió de su casa de campo, situada en una dehesa, para respirar el aire puro del campo y se sentó en su balancín de madera del porche, calmando su respiración. Sabía lo que haría esa noche, en el baile, le pediría matrimonio a su querida Guillermina, aunque algo le carcomiera por dentro. La carta anónima de aquella mañana expresaba claramente que no se casara con ella o si no, él, sufriría las consecuencias.
Aproximadamente a las 7 de la tarde, arreglo la corbata de su traje y escondió, en el bolsillo interior, una cajita negra con el interior de terciopelo rojo, que contenía un anillo de oro, ornamentado con un rubí azul, para su amada.
El carruaje rodó hasta el palacete donde se celebraba y después de entrar a la sala, la buscó con la mirada. Se acercó a ella y la llevó a un lugar con menos gente, hincó su rodilla en el suelo de madera y abrió la cajita negra mostrando la alianza dorada. Ella se llevo las manos a la boca y extendió su mano para que Ramón se la colocara en el dedo. Justo después de hacerlo, una de las mujeres de las sala gritó, haciendo a los dos salir corriendo del pasillo. El cuerpo de Dª Victoria yacía inerte con una copa de vino en la mano en el centro de la sala, rodeada por un halo de personas escandalizadas por aquel terrible suceso.
Ramón recordó en seguida la carta y pensó que a pesar de aquello, debía de ser una coincidencia, no le dio importancia. Después de que el comisario revisara el cadáver, se lo llevaron de la sala para interrogar a todos los invitados, incluyendo a Ramón y a Guillermina. Después de varias semanas encontraron al culpable: Ricardo Sánchez, que fue encontrado con el arsénico usado para matar a la pobre mujer.
Él era una persona normal de un barrio pequeño a las afueras de Alicante y nadie sospechaba nada de él, era uno más en una marea de gente.
Ramón siguió su vida sin ningún problema, aunque sentía que había siempre unos ojos en las sombras observándolo que le llevaron a escribir la obra "El amor o la muerte"
Fin
ESTÁS LEYENDO
Amor o la muerte
Mystery / ThrillerEl misterio de la escritura de la Obra El amor o la muerte de Ramón de Campoamor desvelado en una pequeña historieta