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Al final del entrenamiento con todos los equipos, los bloqueadores más altos de Nekoma, Fukurodani, y recientemente Karasuno se quedaban un poco más tarde a practicar, y por supuesto, Shouyo se les unía.

No es que estuviera particularmente interesado en formar parte de las particas con los bloqueadores, no le gustaba cansarse más de lo necesario. Pero jugar con Shouyo era... divertido. Cuando no le pedía una y otra vez que levantara el balón de vóley para él, no podía seguirle el paso aun cuando Shouyo era lo suficientemente amable para esperar por él cada que lo veía cansado.

Paso de largo junto a la parte del gimnasio donde los seis chicos seguían practicando, no falto mucho para que Lev se les uniera de igual manera. Y eso tampoco le agradaba mucho.

La creciente atención que el ruso le proporcionaba al sol de Karasuno le incomodaba, de forma inexplicable se hallaba a si mismo mandándole miradas de descontento al más alto, que él inocentemente ignoraba.

Volteo instintivamente, sintiendo repentinamente un vuelco en el estómago. Se quedó de pie, situado un poco más delante de la puerta entreabierta del gimnasio, obteniendo una vista perfecta del partido que estaban llevando acabo los bloqueadores, siendo deslumbrado por la sonrisa del pequeño sol. Una sonrisa que no dirigió a nadie más que a Kuroo, quien seguramente fue el que le dio el pase para tan potente remate. Otro vuelco a su estómago le hizo voltear la vista hacia el frente de nuevo, siguiendo su camino.

Fue el primero en acostarse, aunque había pretendido jugar un poco en su PSP para descargar un poco la frustración injustificada que sentía, el videojuego no le dio el alivio que pensó que conseguiría, preocupándolo un poco ¿Estaría enfermo? Lo mejor que pudo pensar fue en dormir temprano por esa noche, comer bien por la mañana y volver como siempre a jugar vóley con todos los demás. Con Shouyo. Y así lo hizo, quedo profundamente dormido a los pocos minutos, tanto que no se dio cuenta cuando los demás llegaron a dormir junto a él.

Pasaron las horas, ya aproximándose a las 2 a.m. en punto Kenma despertó, escabulléndose al baño sin notar quien estaba a su lado o por en sima de quien pasaba, atribuyo su prisa a que había bebido demasiada agua durante el entrenamiento del día anterior.

Ya en el baño estaba lo suficientemente adormilado como para volver a soñar. Soñaba con gatos, con balones de vóley, con jefes del nivel más alto de videojuegos y con pequeños soles voladores.

No supo cuando fue que el sol en su sueño se convirtió en un chico de cabellera anaranjada y brillantes ojos.

- Shouyo... - murmuro Kenma entre sueños. Sueños que se le estaban yendo de las manos y la cordura lo abandono dejando que, como todo buen sueño, representara sus más profundos deseos.

Cuando sintió un escalofrió recorrer todo su cuerpo abrió grandes los ojos, siendo más consiente de sí mismo, de la situación en la que estaba y el contexto de esta. Sus mejillas se tiñeron rápidamente de un fuerte carmín, termino lo que debía hacer y se apresuró a lavar su rostro recuperado la cordura.

Suspiro al salir del baño, no le gustaba pensar de más las cosas, podía hacerse una idea clara del concepto de estas con solo una mirada, podía ver lo más esencial y actuar de acuerdo a esto. Pero ese método no funcionaba con las personas, y por eso prefería no interactuar con ellas.

Pero con Shouyo era diferente, desde el principio.

Cuando volvió a la habitación, más cansado que cuando se acostó, cayó en cuenta de la maraña de personas que habían decidido dormir a su alrededor. Por un lado estaban los de Karasuno, desparramados en sus futones del lado derecho del lugar, en la mitad y cerca de la puerta algunos del Fukurodani dormían como rocas en poso, ahogados en ronquidos, y en el tercio de la habitación restante estaban algunos de su equipo, Kuroo, Lev y Yaku por lo menos, los demás estaban cubiertos hasta las orejas con los futones, imposible (y un poco molesto) identificar quienes eran.

Una noche [KenHina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora