Prefacio.

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Un sabio alguna vez me dijo: por mucho que quieras dejar de amarla, no podrás, ya que fue la única persona que de verdad te amo, que no te engañó y la única que no se fijó en tu físico.

En ese momento, ella seguía viva, era una chispa de alegría correteando por toda la mansión tomando mi mano, mientras que soltaba esas armoniosas risitas que me traían loco desde que ella llegó a la mansión. Amaba a esa mujer y ella me amaba a mí, pasábamos todo el día juntos, tenía una sonrisa hermosa, hasta que un día, simplemente su sonrisa se desvaneció.

La puerta se abrió de golpe, mientras que unas tantas adolescentes caían al piso dándose un buen golpe. El rubio soltó un gruñido, dejó su violín en su estuche y se dirigió a la puerta para simplemente largarse de allí inmediatamente.

—¡Shū-senpai, no nos deje aquí!—

Gritó Misaki, la líder de su club de fans, levantándose y sacudiendo su falda pero sin darse cuenta, el ojiazul ya había desaparecido.

 El Violinista. Shū SakamakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora