Amigo imaginario

22 2 0
                                    


El pequeño, de unos tres años, estaba sentado en el suelo, moviendo de un lado a otro una roja pelota que llevaba siempre consigo, cuando apareció él, el hombre de la camisa cuadrillé. Lento se acercó hacia el niño, con la intención de que este no le escuchara. Pero lo hizo. Volteó su rubia cabecita y miró al hombre, subiendo la vista, pero el limitado ángulo de su diminuto cuello no le permitía verle el rostro. Ambos rieron. El hombre de la camisa cuadrillé se sentó en el suelo frente al niño y, entre ambos, comenzaron a arrojarse la esfera.

A diario, pasadas las tres de la mañana, se repetía la sesión de juegos, pelota boteando de un lado a otro, risas de ambos. A veces, el hombre de la camisa cuadrillé tomaba entre sus brazos al pequeño y lo movía como si fuese un superhéroe volando.

La pelota boteando en la pieza de al lado le impedía dormir a Nora, quien cubría su cabeza con la almohada intentado evadir la realidad. Pero era imposible. Las carcajadas sonaban aún más fuerte cuando lo hacía. Por las mañanas, lo miraba con detención y le preguntaba con quién jugaba y conversaba por las noches, pero sólo recibía por respuesta un escueto: con mi amigo.

Lo habló con un conocido de su infancia que era psiquiatra, estaba preocupada por la situación, pero el especialista la tranquilizó, le comentó que era una especie de autodefensa frente a la soledad, un proceso normal y recurrente. Quedó más tranquila. Cuando llegó a la casa fue a verlo, lo besó en la frente y fue a acostarse a dormir su siesta habitual.

Despertó a las tres de la mañana, sus pastillas antidepresivas hicieron que su sueño fuera más largo de lo que esperaba. La conversación monológica de la pieza de al lado comenzó a perturbarla. Escuchaba como le relataba su día al ente inexistente. A pesar de las palabras del especialista, la calma se había ido, temía que él pudiese estar enloqueciendo, o peor, que de verdad viera cosas no terrenas.

-Ella está durmiendo- le escuchó decir y se aterró, tuvo miedo de que el amigo no fuese tan amigo, que tal vez le ordenara hacer cosas que él no quisiera, siempre fue propenso a la manipulación y a hacer caso sin cuestionar. Las risas de la habitación contigua se fueron intercalando por cortas frases, de las que pudo entender: ¿por qué?, no.

Se le iba de las manos, sentía que terminaría volviéndose loca.

Con esfuerzo, venciendo el último rastro de medicamentos en su organismo, se sentó en su cama y buscó en su cajón la imagen de un santo católico. Como pudo, llegó hasta la pieza de al lado y, con pavor, notó que los juegos de pelota y carcajadas ocurrían con la habitación sumergida en la oscuridad. Abrió la puerta, sintiendo que sus piernas no tenían fuerzas, prendió la luz torpemente, con dificultad para encontrar el interruptor. Se arrojó al suelo frente a él, le quitó el balón que tenía en sus manos, lo lanzó lejos y llorando posó sus manos en su cabeza. Lo besó.

-Amor, por favor, entiende que estás solo, tu amigo no existe- le dijo llorando.

Él no entendía el porqué de las lágrimas, simplemente la abrazó y le secó la cara con la manga de su camisa cuadrillé. El pequeño está al lado tuyo, le decía el hombre a Nora, mientras apuntaba hacia una esquina desierta. Ella, rindiéndose, se arrastró hacia la puerta, se puso de pie y apagó la luz, dejando aquel cuarto como siempre estuvo, vacío.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Apr 19, 2018 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Bala LocaWhere stories live. Discover now