El harem de Fore

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En la sala de tamaño mediano de la casa se encontraban 4 amigos platicando plácidamente sobre todo aquello que les molestaba pero que más les unía, un MOBA llamado League Of Legends donde juegan sus respectivos roles y sale uno que otro inconveniente relacionado a Eduardo, el más joven del equipo.

-Nah wey, ese Olaf nos partió la madre en el torneo.- Exclamó Dante tomando una lata de Pepsi y recostándose en el sillón derrotado.

-Es que una vez que llegó a bot ya no pudimos hacer nada.- Le siguió Richy.

-Wey nos cogió bien sabroso.- Dijo a tono de burla Kain.

-Ah no tan sabroso como me cogí a Lalito- Se burló Dante con una sonrisa socarrona en la cara.

- Espera ¿Qué?- Contestó el aludido con una risa incómoda, pero ya acostumbrado a ese tipo de acoso por parte de sus compañeros de equipo.

Todos estallaron en carcajadas por la broma mientras todos le seguían el juego y el pobre niño de apenas 16 años sólo reía incómodo y tal vez sonrosado.

Pasaron las horas y seguían hablando de trivialidades y planes respecto al rumbo del equipo en el ámbito profesional, cuando llegó la hora de cenar, esa noche todos dormirían juntos en la casa de los hermanos Kain y Eduardo.

Richy había preparado la cena mientras el resto platicaban  en la mesa. Seguían con sus típicas bromas sexosas a las que Eduardo ya se había acostumbrado, pero a lo que no se había familiarizado era a las miradas morbosas que de repente Kain y Dante le dedicaban en medio de esas bromas, que sólo eran eso, solo un juego, o eso quería pensar.

Se llegó la hora en que todos se dejaron llevar por el sueño para descansar, excepto Dante, que estaba muy cerca de Eduardo, mirándolo y dudando qué hacer y si era correcto, pues él era ya un adulto joven de 22 años y Eduardo apenas un adolescente de 16, intentó sacar esos pensamientos de su mente y sólo dormir, reprimiéndolos como siempre lo había hecho durante los 3 años que llevaban conociéndose. En el preciso momento en que se giró para intentar conciliar el sueño, el pequeño se había movido dejando sus muslos elevados mientras abrazaba una almohada y su mano rozando la pierna de Dante, mirándolo tan vulnerable, mandó a la mierda su sentido común.

-Si te pones así, cómo quieres que no desee tomarte Fore…- Susurró para sí mismo dejándose llevar por sus impulsos dejando de lado todo por estar con ese pequeño al menos esa noche y deseando muy en su interior que fuera una de muchas.

Tocó el rostro adormilado mientras se acercaba a ese cuerpo que deseaba poseer. No era gay, nunca le habían interesado los hombres, pero ese niño despertaba en él una sensación casi como amor, de deseo y sólo pensar en él hacía su corazón palpitar rápidamente imaginando las morbosidad que soltaba en compañía de sus amigos sin pena alguna.

 -Fore… - Su voz ronca y excitada salió sin permiso de su boca, advirtiendo al menor lo que estaba pasando mientras despertaba lentamente.

Dante se había puesto arriba suyo, colocándose entre sus piernas y acercándose peligrosamente a sus labios. Confundido, Eduardo intentó formular una pregunta, pero el mayor se lo impidió besando frenéticamente sus pequeños belfos, que poco a poco se fue volviendo un beso lento y apasionado, donde Dante, sin previo aviso, metió su lengua en la pequeña boca de su Fore, explorando cada hueco y saboreando ese dulce sabor al que se haría adicto.

Cuando ambos se habían quedado sin aire, Eduardo por fin pudo formular esas palabras que exigían una explicación a esa vergonzosa situación.

-Dante… ¿Qué mierda te pasa? - Intentó sonar calmado y algo enojado, pero sus jadeos en busca de aire no estuvieron ausentes. Dante, que le puso más atención al rostro sonrojado del menor, apreciando cómo su pecho subía y bajaba al ritmo de las rápidas respiraciones que en su mente se iban conviertiendo en morbosos gemidos que él deseaba generar de innumerables formas sólo dió una respuesta rápida con un tono pícaro y una sonrisa ladeada que demostraba que no se detendría esa noche aunque fuera el puto fin del mundo.

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