Detrás de la persiana

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               Era una noche como tantas otras. Una noche de insomnio. Últimamente era siempre así, no lograba conciliar el sueño, y no sé por qué, pues nunca antes había tenido ese problema. Me sentía exhausta, aún así, no podía dormir.

              Miraba el reloj de mi teléfono a cada rato. Aquel día había decidido acostarme temprano, pues a la mañana siguiente tenía una reunión importante en el trabajo, así que, cerca de las 10 P.M, ya me encontraba en pijamas dentro de la cama. Pero las horas pasaban y pasaban y yo no podía dormir.

              Las 11, las 12, la 1 A.M Maldita sea, sueño ven a mí. Me levanté en silencio, encendí mi velador y me dirigí a la cocina en busca de un vaso de agua, procurando no despertar a Uma, mi gata, quien se hallaba durmiendo a los pies de mi cama. Obviamente esto último fue en vano, ya que mi peluda amiga se levantó tras mio en busca de comida, por supuesto.

             Bebí mi vaso de agua, alimente a Uma, y volví a mi cama, decidida a dormir de una vez por todas. Pero las horas seguían pasando. Algo no andaba bien, aquella noche en particular me sentía muy inquieta, tenía un sentimiento raro dentro de mi pecho, que descendía hasta la boca de mi estómago, era como una especie de vacío dentro de mi que se expandía cada vez más, unido a una especie de angustia o temor, quizá una mezcla de ambos. 

          Quería no darle importancia a todo aquello, tan sólo quería dormir de una vez por todas, me di vuelta bajo las sábanas buscando la posición mas cómoda, y cerré los ojos, cuando escuché un ruido proveniente del costado de mi cama. Me paralicé, ¿que fue aquello?. Vuelvo a escuchar un leve sonido, al tiempo que siento como algo sube a mi cama, aplastándome la pierna. El corazón me dio un brinco, y se me heló la sangre, tan sólo para comprobar que era la pequeña Uma, quien había decidido regresar a la cama. Me reí en mis adentros, la acaricié un buen rato hasta que se quedó dormida, y me dispuse a hacer lo mismo.

        Volví a mirar el reloj, eran las 2:30 A.M. Mañana iba a ser un largo día, pensé, y cerré los ojos tirándome en la cama nuevamente. 

       Entraba un aire fresco por la ventana, la ventana que daba a mi cama, y desde la cual podía ver la calle. No a aquella hora por supuesto, ya que las persianas estaban cerradas, pero sí podía ver las sombras reflejadas de las hojas del árbol danzar sobre la cortina, proyectadas por la farola situada detrás aquél gigantesco amigo, plantado allí fuera, como un soldado.

     Estaba a punto de dormirme, sentía los párpados sumamente pesados, y como a cada segundo iba perdiendo mi estado de conciencia, sumergiéndome en el más profundo de los sueños. Sentía como el sueño finalmente se apoderaba de mi, cuando un ruido me sacó de aquél estado. Abrí los ojos y mire, en la penumbra a mi al rededor, intentando distinguir algo entre tanta negrura de la noche. Pero no vi nada. Intenté reconocer de dónde provenía ese sonido, pero no logre identificarlo. Volví a acomodarme para dormir, cuando aquél sonido se repitió, esta vez mucho más claro y fuerte. Era el sonido de un rasguño, proveniente desde fuera de la casa, en la persiana.

      Seguía tapada y acostada en la cama, ahora agarrando con fuerza las sábanas, no me animaba a asomarme por la ventana. 

        Habían pasado unos segundos, cuando creí que ya había terminado. Habrá sido un animal pensé.

    Me acomodé para dormir nuevamente, aunque algo más inquieta esa vez, cuando volví a escuchar aquel sonido. Más fuerte aún que la última vez. Esta vez fueron 3 rasguños seguidos y contundentes los que sonaban en mi ventana. Uma se despertó alarmada, y yo me sobresalté en la cama. Sentía el corazón que empujaba por salirse de mi pecho, y la helada sangre recorriendo con fuerza por todo mi cuerpo. Me sentía paralizada, había algo fuera de mi casa, tal vez queriendo entrar.

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