Prólogo

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Máximo

El miedo a la página en blanco, era algo a lo que estaba bastante acostumbrado. Pero esta vez, al estar a dos días de la fecha límite de entrega, tenía –por decirlo de alguna manera– un condimento extra.

Pasé una mano por mi cabello, despeinándolo más aún y volví a mirar la pantalla de mi ordenador.

Pero qué porquería...

No tenía nada.

Me puse de pie y fui caminando hacia la cocina para servirme el tercer café de la noche. Estaba seco de ideas, y si seguía así, el mes siguiente tendría serios problemas para pagar la renta.

Como periodista freelance, nunca tenía un salario fijo.

Más bien dependía de los trabajos que fuera consiguiéndome, mientras me quemaba las pestañas escribiendo sobre bobadas. Este era un excelente ejemplo.

"Famosos parecidos a sus padres famosos."

¿A quién podría importarle esta nota? ¿Alguien la leería o el texto que fuera a escribir, serviría como relleno para la diapositiva de fotos que el diario digital me había facilitado?

Y aun así, no tenía ni una palabra.

¿Qué me pasaba?

Había escrito sobre temas trascendentales como ataques terroristas, el premio Nobel de la Paz, las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, el avance de la ciencia y la tecnología en la medicina... había hecho investigaciones exhaustivas sobre el impacto medioambiental de las empresas locales, que después habían servido como disparadores para que las organizaciones encargadas, realizaran denuncias.

Había escrito incluso sobre temas que no me interesaban, como era el deporte en épocas de torneos y copas importantes en diferentes disciplinas.

Me sentía capaz de aprender acerca de cualquier asignatura, me gustaba estudiar, y creía que era una persona curiosa y de mente abierta a nuevos conocimientos.

Leía como un loco, libros de todos los géneros, y a cada uno le encontraba algo interesante.

Entonces ¿Qué pasaba?

La situación me superaba.

Después de años de haberme recibido con excelente promedio en la Universidad como Comunicador Social, no podía encontrar un puesto estable, contrato de por medio, que diera una seguridad económica.

Ya hacía tiempo, había dejado las exigencias, y estaba escribiendo sobre cualquier cosa. Cualquiera, de verdad. Lo que fuera que me encargaran, y no tenía vergüenza. Tenía que mantenerme.

Por más que me doliera el hecho de que mi padre había sido uno de los periodistas más reconocidos del país, y que de estar vivo, me estaría dando coscorrones por escribir sobre semejantes trivialidades.

El cuervo, como era llamado por sus pares por su fanatismo por San Lorenzo y también por el color moreno de su cabello y su piel, había sido un corresponsal de noticias internacionales durante treinta años, y había ganado tantos premios por su escritura que aun era bien recordado.

Era la razón por la cual había escogido mi carrera, y era mi modelo a seguir en todos los aspectos. Yo quería llegar a ser todo lo que él había sido.

Soñaba con recorrer el mundo escribiendo, y por supuesto también con ser un autor publicado. Pero no sobre chorradas como los parecidos de las celebridades.

Quería escribir y que significara algo para alguien...

Vaya heredero de su apellido había dejado. – pensé con amargura.

Te hace falta un beso (LEER LA DESCRIPCIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora