Una Odisea.

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  Y ahí estaba, recorriendo los viejos y sucios pasillos sin fin, como la línea del horizonte en la que el sol reposa sobre el mar. Olvidé las millas gastadas de mis suelas al caminar todos los días las mismas direcciones. Jamás lleve mis ojos a mirar el cielo, pero la curiosidad me ofreció la invitación a una de las puertas que no me había aventurado nunca.

  Saque un poco de mi manga para limpiar el picaporte, y con uno de mis invisibles logré abrirla. Era un cuarto con toda una onda Vintage, pareciera una dimensión aparte al resto del orfanato. Los sillones vestían telas de terciopelo o de seda, hechas de estampados que a simple vista parecen a mano. Los cuadros te cuentan historias de esos seres que verás y jamás volverás a pensar en ellos. Los muebles parecían tallados por algún artista de la antigua Grecia, tan perfectos como nombraban ellos a sus dioses. Prendas de las más finas, se dejaban apreciar sobre un gran y potente órgano musical. Y por último, se hallaba una alfombra con dibujos particulares, que parecía que seguían un patrón.

  No me resistí, y comencé a saltarlos y a seguirlos. No creí que lo que parecía una suposición de menores, llegara a ser la entrada de algo tan maravilloso y tan irreal. Luego de pisar los dibujos en su orden, cada uno de ellos se iluminó. Todo comenzó a temblar, la puerta se cerró con una gran furia y las cortinas callaron más lo que estaba por suceder. En el piso se podía observar cómo se empezaba a abrir desde el centro de la habitación hasta las paredes. Mi desesperación me dejó enceguecida, y caí.

  Desperté en el mismo cuarto. Algo desorientada y perdida me conduje a la puerta. Los pasillos estaban adornados de maneras bestiales, lucían tan brillantes como el oro. La gente lucía esas finas prendas que se hallaban sobre el órgano musical. Intenté acercarme a varios para preguntarles donde estábamos, pero parecía que nadie me escuchaba. Luego de mis intentos, me decidí averiguar sola, así que sólo caminé por los corredores que mi mente conocía más.

  Pase una habitación sin mirarla con atención, retrocedí y me vi entrando al orfanato. Me había bajado de una camioneta, que por el recorrido se había ensuciado. Antes de partir me encontraba en una casa sentada en la mesa leyendo papeles. Los papeles guardados en cajones me generaban una duda que me perseguía desde la mañana en que me levanté. A la noche me había pasado buscando nombres, documentos y registros médicos de varias mujeres. Venía días buscando a mi mamá con más ansias desde el fin de vaciones. En el cierre de verano estaba acampando en la playa, me había ido de la ciudad para estar unos días fuera de la casa. Ordenaba las mochilas para un campamento que organizaba.

  Llegó el verano, luego de tanto trabajo en mi oficina y en la búsqueda de mi mamá, tenía más tiempo para dedicarme, había terminado el papeleo de divorcio con Ray. Concretamos en que cada uno buscara un pequeño hogar y vendiéramos la casa. No pasaba día en que nos viéramos y nos disfrutáramos como pareja felizmente casada, nuestras grandes discusiones comenzaron en pequeñas opiniones contrarias. Nuestros intelectos tornaron a ser blanco y negro. Llevábamos un par de días prefiriendo estar de a poco cada uno por su lado. Habíamos comenzado varias actividades que nos produjeron menos tiempo para nosotros. Contentos nos decidimos empezar más trabajos para juntar ahorros y tener un gran viaje en el verano para nuestro aniversario de 20 años.

  Encontrándonos recién casados en el auto, las flores fueron lanzadas al aire y el juez dio la palabra para concluir nuestra unión. Por la mañana me encontraba arreglándome para la gran noche de mi vida. Dos años antes, nos hallábamos degustándonos entre las sábanas del secreto, de las maneras más eróticas y lujuriosas posibles, conducidas por nuestra caminata en la noche luego de haber comido en una reunión de amigos en común.

  Llegué al fin de mi carrera universitaria, parecía difícil porque los primeros años debía contar con un trabajo para mantener todo sola. Costaba hallar un departamento cerca de los mismos. No imagine que fuese tanto trabajo cuando lo pensé en mi egreso del secundario.

  Me resultaba fascinante y temeroso a la vez terminar el primario, y dejar el orfanato para estudiar en una secundaria en la ciudad. Jamás había salido y nunca me relacione con otro tipo de gente más que las monjas y los niños a la espera de un hogar. Al entrar al primario, sentía que todo un conjunto de conocimiento se iba a apoderar de mí, y me iba a abrir muchas puertas. Pero aún así nada superaba mi ilusión de que algún día una familia viniese en busca de una niña con grandes aspiraciones.

  De repente todo se esfumó y la habitación quedó vacía, no entendía por que había visto toda mi historia en ese cuarto, largue mi último suspiro y al marcharme todo se tornó oscuro. Me gire y vi una luz tenue en la habitación, me acerqué de nuevo para observar que más sucedía.

  Podía verse a penas monjas llorando alrededor de una cama con una niña tapada en sábanas blancas, no podía lograr entender que había ocurrido, una de las hermanas repetía "Dios sálvala de sus pecados". Ellas y las enfermeras comenzaron a desaparecer, la niña se habia suicidado por no poder borrar su pecado al parir un bebé. Se apuñaló ella misma, intentándolo al tomar una tijera y en silencio al levantarse de su camilla. No lo logró con la bebé al producir su llanto queriendo apuñalarla a ella. De tanto escándalo, todo dormía en paz y para las buenas noches, la niña le sonreía a la bebé repitiendo una y otra vez " oh mi pequeña y dulce Catrina duerme para siempre", pronunciaba al descansar mientras la acariciaba al recibirla en sus brazos luego de tanto dolor y esfuerzo, rodeada de enfermeras que la atendían.

  Todo tembló de nuevo y reaparecí en la misma habitación Vintage. Estaba decorada con otras cosas y otros colores. Volvía a mis cuatro años y todo era igual, tratando de hacer fuerza con mi memoria pasa una hermana y se me acerca, susurrándome al oído "tu siempre volverás al inicio por que estás muerta y no decides otro camino".

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