Recipe of love

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Estaba tranquilamente en el sillón de mi casa mientras leía un libro que hacía tiempo deseaba leer, el puto trabajo no me lo permitía pero al fin tenía un descanso. Me acomodé los lentes de lectura y bebí algo de té. Al fin un momento de paz y tranquilidad en donde no tenía que pensar si había vegetales suficientes para las ensaladas, en que si las carnes tenían el tamaño y corte adecuado, no tener que estar probando todas las malditas salsas para todos los distintos platos, no tener que preocuparme si los postres tenían la presentación perfecta y millones de otras cosas que de solo pensarlo ya me daba un maldito dolor de cabeza. No, al fin tenía un fin de semana de descanso, luego de estar tres putos y estresantes años trabajando en mi propio restaurante sin parar podía tomarme el fin de semana. Había logrado que los inútiles de mis empleados se vuelvan competentes, tenía clientes regulares, buenas críticas y renombre.

Al fin un descanso bien merecido... Que se terminó cuando sentí el indescriptible y asqueroso aroma de comida siendo quemada. Puse el señalador en el libro, deje mis lentes junto a mi taza y corrí a la cocina.

-¡¿Qué mierda está pasando aquí?!- me metí a la cocina provocando que el que estaba ahí de un grito de susto.

Empecé a contar del uno al diez para relajarme y no matar a nadie por lo que veía. Mi cocina personal llena de humo y manchada con quién sabe qué, casi todas mis herramientas de cocina sucias y de una de mis mejores sartenes salía fuego. El culpable era un chico de ojos y cabellos rojos, dientes afilados como los de un tiburón, una cicatriz en su ojo derecho, cuerpo bien trabajado y un peinado completamente ridículo que era todo parado y en su frente unos mechones que casi parecían cuernos, este chico era Kirishima Eijirou... Mi novio.

-Yo...- él no supo que responderme.

-¡TIENES SUERTE DE SER MI NOVIO SINO TE MANDARÍA A LA MIERDA DE UNA PUTA PATADA!- rápidamente me puse a apagar el fuego y tirar el contenido de la sartén.

En silencio Eijirou me empezó a ayudar a limpiar la cocina, en una hora dejamos la cocina impecable.

-Muy bien, ahora dime bien qué sucedió- me apoye un poco en la mesada y lo miré con los brazos cruzados.

Él no podía mantener su mirada conectada con la mía, miraba a sus pies como si fuese lo más interesante del mundo, era casi como un niño siendo regañado por sus padres. Suspiré ante su actitud, le daba vergüenza decirme lo que le pasaba.

-Mi opinión de ti no cambiará sin importar la mierda que me digas, por algo llevamos ya casi diez años de relación- eso parece que lo calmo un poco, sus hombros ya no estaban tan tensos.

-Yo... Quería hacer la comida para ti, para que no te debas preocupar por eso. Sé que estás feliz de no tener que preocuparte por la cocina del restaurante y pensé que sería aún mejor si tampoco tuvieras que hacerlo aquí. Siempre vuelves cansado pero nunca rompiste la tradición de todos estos años de hacerme todas las comidas, tal vez no podemos comer juntos pero siempre me la dejas preparada. Quería sorprenderte y darte el día de tranquilidad que mereces... Pero lo arruine- volvió a mirar el suelo, seguramente para ocultar el que quería llorar.

Suspiré y di una suave sonrisa, este gran idiota siempre será demasiado dulce para su propio bien. Tome su rostro con mis manos y suavemente lo acerqué a mi.

-Escúchame bien, cabellos de mierda... Aunque hayas hecho un desastre con todas mis cosas está todo bien, en cierta forma también son tuyas desde que vivimos juntos y también agradezco el gesto. Si siempre he cumplido con la maldita tradición de cocinarte es porque me gusta hacerlo. Me gusta la cara de perro feliz que tienes cuando te cocino, me gusta que dices que está delicioso cuando ni siquiera lo has probado, me gusta que siempre quieras repetir el plato, me gusta cuando me ayudas a ver cuál es la mejor idea para un plato nuevo y sobretodo me gusta cuando me acompañas en la cocina, aunque solo sea para hablarme o hasta estorbar un poco- poco a poco con mis palabras él comenzó a animarse más y abrazar mi cintura.

-Siempre se siente rato cuando me hablas con tanta sinceridad- dio un par de besos en mi cuello.

-Es la única puta manera de animarte en momentos así- besé su frente.

-Soy demasiado afortunado- reí levemente por su tono exagerado.

-¿Qué tal si ahora hacemos una comida decente?- pegamos nuestras frentes mientras nos entregabamos miradas llenas de cariño.

-Si, limpiar mi desastre abrió mi apetito- ambos reímos un poco.

Mientras él cortaba algunas verduras y yo preparaba lo demás hablábamos tranquilamente de distintas cosas sin demasiada importancia.

En poco tiempo cumpliríamos oficialmente diez años de relación, desde los dieciséis que empezamos a salir. Al principio me parecía un poco molesto que se la pasará detrás mío insistiendo en que salga con él pero nunca me arrepentiría de haber aceptado. Él me ayudó en poder tener amistades verdaderas y me enseñó en que no estaba mal mostrar mi lado más débil, al menos con él. No cabe duda que él me enseñó la mejor receta del mundo.

Para un amor sano y duradero solo necesitas: una pizca de comprensión, una cucharada de paciencia, una taza y media de risas, en caso de discusiones un cucharada de reconciliaciones, besos y abrazos a gusto de los comensales, un cuarto de intimidad y lo más importante litros de amor y cariño.

-Soy un puto cursi- susurré ante mis pensamientos.

-¿Qué dijiste, Katsuki?- me sonroje al darme cuenta que me escuchó.

-¡NO ES ASUNTO TUYO!- grité lleno de vergüenza.

-¿No es asunto de la persona con la que te vas a casar?- del bolsillo de su pantalón sacó un anillo de compromiso.

Con esto solo vi que me estaba olvidando otra parte de la receta, un tercio de sorpresas y medio de lágrimas, en algunos casos un kilo de insultos y golpes.

Falling in loveWhere stories live. Discover now