Lily era una niña como todas, divertida, bondadosa. Le gustaba salir con amigas, asistir a su colegio y clases privadas. Con tan solo nueve años de edad se destacaba en numerosas habilidades. Aplicada, educada, bondadosa, cada día de su vida a pesar de cierta monotonía, emanaba su resplandor. Justo ese día por la temprana tarde, asistió a sus clases de piano donde su profesor le permitió tocar lo primero que se le viniera al alma, quedando espectante en lejanía, viendo por la ventana. Estaba en un séptimo piso, una sala extensa y apenas amueblada, de color marfil, con amplios ventanales que brindaban una maravillosa vista de la ciudad . El cielo despejado y radiante comenzó a oscurecerse a la par de sus melodías , siendo un ritmo lento, tétrico, y monótono , el que se adueñó de la sala. Su profesor sonreía de forma sombría, alegre por la situación, hasta notar el gran diluvio azotar la ciudad.
— Alto — resonó, provocando que los dedos de la niña se detuvieran, y su mirar perdido observara sus finos dedos sobre las teclas. El hombre no dijo nada, ni tampoco tuvo tiempo por ser el timbre del hogar que partió el gélido silencio de la sala. Era el padre de la castaña, viniendo por ella. Los ojos rojos del hombre , junto con aquel gruñido de molestia fueron por la niña, antes de volver a un estado más normal, y con ese mirar café. La niña se dejó llevar, alegre, normal, como si su clase hubiese sido la más alegre y vivaz del día, recayendo en los cálidos y protectores brazos de su progenitor.
Ahora dormía plácidamente en el asiento trasero del auto, la penuria de la noche era evidente en cada calle que atravesaban. La tormenta era fuerte, el diluvio arremetía una y otra vez contra la coraza metálica, siendo el ruido sobrepasado por los truenos. El hombre, alto, joven, estaba de traje, con su maletín en asiento de copiloto, demostraba una clara evidencia de ser un ejecutivo empresarial. Emprendía trayecto a su acogedor hogar, cercanos a los límites de la ciudad. Estaba cansado por su trabajo incesante, tanto papeleo y chequeo sin distribuir de forma adecuada, que recaía en sus hombros como el hecho de tener que lidiar una muerte reciente.
Un trueno, un derrape, un rayo que partió el cielo a la mitad, los ojos cansados del hombre se perdían en la calidez del sueño, sin ser capaz de reaccionar ante lo que apareció a su frente. Un camión los chocó, dejando el auto en añicos, y a la niña exclamando un gran alarido de dolor que provocó el despertar , en medio de un llanto incesante. Su padre fue el primero en aparecer en su habitación , yendo a ver qué sucedía con su pequeña niña que le veía aterrorizada, a la par que imágenes de su sueño pasaban frente a sus ojos como si fuera el pasar de cada árbol que admiras por la ventana en cualquier transporte.
— Tranquila, solo fue un mal sueño — la voz del hombre resonó en su habitación, logrando mermar el llanto. Le sonrió. Lily estaba en su hogar hace días por tener una fuerte fiebre que apenas la dejaba moverse, pero en ese momento se sentía enérgica, disponible para proseguir su vida diaria. Limpiando su rostro, simplemente correspondió la sonrisa del adulto, siendo éste quien tomó la iniciativa de alejarse de la niña, momentos después.
— Tengo que ir a trabajar. No salgas de aquí, cualquier cosa que necesites, llama a la niñera, que está abajo. Tienes tu celular al lado. — asintió, como buena niña, y lo observó marcharse. Ahora estaba sola, en esas cuatro paredes oscuras, apenas iluminadas por su pequeña lámpara de pececitos artificiales. Ahora sólo podía ver el techo de color lila e intentar que el mundo de los sueños le envolviera cálidamente.
Vivir en un sueño no es una forma de escapar de la realidad.
Un grito despertó a la niña, provenía de las afueras de su cuarto. No entendía qué sucedía, ni la razón por la que su propio cuerpo ya se dejaba guiar por la curiosidad de salir a ver qué sucedía allá afuera. Su padre le había dicho que no saliese , que de necesitar algo simplemente llamase por celular a su cuidadora, pero estaba segura de que la cuidadora era quien necesitaba de su ayuda. Debía reunir valor, debía afrontar lo que fuese. . Y abrió.
No se encontró con nada, solo el pasillo extenso e iluminado por la luz del día atravesar las cortinas. El camisón rosado de la pequeña se removia con cada paso dado, cada paso latente que producía un pequeño ruido por sus pies descalzos, todo parecía ser más inmenso que antes , parecía estar suspendido en el aire.
En la sala no había nadie, en el baño no había nadie, en la cocina no había nadie. . . No escuchaba ningún sonido provenir de afuera, no escuchaba el ladrido constante de aquel perrito pesado de la vecina siempre que alguien pasaba por la acera de las casas.— ¿Qué está sucediendo? — apenas pudo decir, deteniéndose frente a la puerta de entrada, reuniendo el valor para salir, para buscar respuestas. No era común un silencio sepulcral, no era normal el sentir tan fuerte de su corazón latiendo rápidamente, como ese sabor agrio en su boca. Ahora solo quedaba abrir la puerta y salir de la casa, realizando apenas un paso fuera.
Los ojos de la niña se abrieron de par en par, su cuerpo se desplazó hacia una gran calle donde la niebla le rodeaba varios metros en lejanía. No veía su hogar, no veía más que aquella calle y la niebla a su frente, que poco a poco comenzó a desaparecer, a revelar qué había detrás de la misma. Primero vio a sus compañeros, luego a sus amigos. Todos sonreían de forma siniestra, inhumana; largos y finos dientes, ojos rojos. Luego sus profesores, luego sus vecinos, incluso sus doctores, personas que había visto hasta por caminar por la calle. No sabía a donde irse, no sabía cómo salir de ahí, ni para dónde moverse. Estaba rodeada por donde sea que observase.Dos últimas figuras, fue lo que pudo ver, las cuales se presentaron ante ella a pocos metros de su ubicación. Estaba estática, sin poder decir ni una sola palabra. ¿Qué les había sucedido? ¿Seguía siendo su padre? ¿Seguía siendo su profesor de piano?.
— ¿Aún no te das cuenta, Lilith? — fue la voz del pianista la que sonó, más ronca de lo normal, distorsionada, mientras evidenciaba también su dentadura fina, como si fuese la mandíbula de un tiburón.
— Esto es por el daño que nos has hecho. . . ,—
— Pero no es todo, no, no no. . — ahora el profesor de la más joven había aparecido a sus espaldas, acariciando su cabellera castaña, que se oscurecía poco a poco a un profundo y sucio azabache — Permíteme demostrar tu verdadera naturaleza, demonio abismal.
Las llamas quemaron el joven cuerpo de la pequeña, quien gritaba desesperada sin poder más que arrodillarse en el suelo, a su alrededor, solo oía la risa de todos, como todo se volvía negro, como perdía su humanidad. Aquella niña inocente, aquella alma que habitaba en ese cuerpo, había sido extraída.
Ahora, el alma de la niña se perdió en las profundidades del averno por culpa de un poderoso demonio, deseoso de un nuevo recipiente, de un cuerpo joven , puro y casto. El cuerpo de un alma noble . . . Lilith dormía en la profundidad de su corazón, y el momento había llegado, después de todo, era la salvación para la dueña de ese cuerpo, quien ya estaba muerta por el accidente.
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