Abigaíl y Orpheo: Los Solteros más codiciados

40 6 26
                                    


Ese día iba a hacer algo que no estaba muy acostumbrado a hacer. Monique de seguro no estaría muy contenta si se enterara de que iba a salir con una mujer sin dinero de por medio. Sin embargo, le debía ese favor a ciertas mujeres y él cumplía con sus deudas.

La cita tendría lugar en un concurrido bar de Nueva Orleans. Allí se encontraría con una supuesta Abigaíl, de la cual tenía unos pocos datos para identificarla. Se vistió casual, con una camisa y un jean oscuro. Le pidió a su guardaespaldas que lo cubriera con Monique y le indicó a su chófer que lo llevara al lugar acordado.

Por otro lado, Abigaíl, la princesa del infierno, se encontraba esperando en una mesa del decorado bar. No le habían brindado mucha información de ese tal Orpheo, lo cual le daba cierto nerviosismo. No sabía nada acera de él y no sabía de qué hablarían. Se acomodó en su asiento, confirmando que su vestido estuviera en perfecto estado. Elevó la mirada buscando adivinar quién sería su cita esa noche, pero no se sentía segura con ninguno.

Orpheo llegó diez minutos más tarde, algo molesto a causa del tráfico que lo retrasó. El bar no estaba demasiado concurrido. Paseó la vista por el lugar y localizó a una chica pelirroja visiblemente nerviosa. Decidió arriesgarse con ella y se acercó, esbozando su mejor sonrisa. Se paró delante de la mesa, pero no se sentaría hasta confirmar que era ella. No quería incomodar a nadie. Menos a una chica tan bonita como aquella.

—¿Abigaíl? —le preguntó.

Ella miró al alegre sujeto que se encontraba frente a ella. Era bastante atractivo, esos ojos verdes y la sonrisa reluciente le daban un aire de confianza. Ella le devolvió el gesto, mientras acomodaba uno de sus mechones naranjas detrás de su oído.

—Sí, ¿tú eres Orpheo? —preguntó, aun sabiendo la respuesta—. Bueno, creo que eso es obvio... ¿cierto?

Se sentó frente a ella.

—El mismo, preciosa —respondió—. Lamento haberte hecho esperar. No sabía que tendría tantos problemas con el tránsito. Te invito a un trago, para compensarte. ¿Qué te parece?

—Desgraciadamente, el tránsito es una de las principales formas de tortura que utilizamos en el infierno. Claro está, no habría tenido que vivirlo en carne propia si mi papá no me hubiera cortado las alas. Pero, ya sabes cómo es eso de ser hija del Diablo –admitió con desparpajo encogiéndose de hombros—. Con respecto a lo del trago, me encantaría un Bloody Mary.

Orpheo no sabía qué cara poner. ¿Acaso estaba bromeando? Sí, tenía que ser una broma. Le hizo señas a un camarero para pedir una cerveza y el trago para su acompañante.

—¿He oído bien? ¿Te cortaron las alas? —preguntó en voz baja—. ¿Y eso por qué?

—Bueno, resulta que las alas para un ángel son como un GPS de Dios y al llegar la adolescencia, la señal se intensifica particularmente. Papi no quería que me encontraran. Él lo llama sobreprotección paterna, yo le digo demencia —dijo acariciando con el dedo índice la manga de la camisa de su acompañante—. Pero si lo piensas bien, al menos él quería mantenerme a su lado, digamos que es su forma retorcida de amar. El precio de ser el rey del infierno —culminó divertida.

—Estás hablando en serio, por Diosa —murmuró, luego de respirar hondo.

Rió brevemente y negó con la cabeza. Aquello iba a ser más divertido de lo que creía. La ira de Lucifer lo traía sin cuidado. Ya vivía su propio infierno en casa.

—Bueno, espero no aburrirte... Yo soy un simple gigoló, princesa —le dijo, guiñándole el ojo—. Espero poder ser lo suficientemente digno para ti.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Apr 26, 2018 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Cita a ciegasWhere stories live. Discover now