Imagínate esto:

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Vas caminando por la calle, con el móvil en el bolsillo trasero del pantalón. Pasas por un callejón. De repente, un hombre armado con un cuchillo te lo pone al cuello y te obliga a entregarle todo lo que llevas encima que tenga un mínimo valor. Lo haces y cuando llegas a casa llamas a la policía, que resulta que lo atrapa. La próxima vez que lo ves es en los tribunales, y su abogado te pregunta si antes de darle el móvil trataste de pegarle una patada o si le dejaste claro que no te gustaba que te estuviera robando la cartera. Si, con el cuchillo al cuello, trataste de reducir al agresor o de resistirte físicamente. A una persona armada que con un sólo gesto puede herirte o matarte. ¿No tiene sentido, no?

Ahora, multiplica esto por cinco hombres que vienen preparados para asaltarte, que llevan planeando el golpe varios días. Y que puede que no lleven cuchillos, pero que también podrían golpearte y asesinarte si quisieran. Ahora sí, en este juicio te dejan claro que sí que tendrías que haber intentado resistirte con un poquito más de ganas, lo justo para que no te maten pero que se note que no estás disfrutando. 

¿Alguien puede explicarme lo que está pasando

Imagínate estoWhere stories live. Discover now