Adios a la soledad

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El dinero no lo compra todo, eso es algo que hay que tener en cuenta. Es cierto que con el dinero te puedes comprar muchas cosas bonitas, pero al igual que hay cosas que el dinero puede comprar, hay otras cosas que no puede. Un país, un planeta o una amistad sincera.

Tener dinero es bueno, pero al igual que todo lo bueno tiene algo malo.

Mucha gente se deja influenciar por el dinero, a tal grado que son capaces de hacer cualquier cosa por conseguir más, para algunos el dinero es su droga. Una que poco a poco te va destruyendo el alma.

Aquellos que creen que con tener sirvientes, una lujosa casa, carros del último año, les traerá felicidad, son unos ingenuos. El dinero si te trae cosas bonitas, costosas y geniales, pero con ello entras poco a poco en la soledad. Una soledad que te invade poco a poco hasta que llegue un momento en el que no puedes confiar en nadie.

Chloe lo sabía, lo tenía claro, desde la desaparición de su madre comenzó a darse cuenta de cómo se iba quedando sola, algo cruel para una niña de en ese entonces cinco años. Su papa solo venia tan pronto como se iba de vuelta, el la quiere y de eso ella no dudaba, pero eso no quitaba el sentimiento de soledad que abarcaba en ella.

Con el paso del tiempo los que decían decirse sus amigos se alejaron de ella con burlas, golpes y humillaciones. *Mira tú papi ni te quiere* *Te quedaste sola Burgoa* *Que se siente que te dejen de lado* *No eres nadie ahora, por eso tu mami te abandono*. Esos eran los insultos que debes en cuando oía en su niñez.

Esto para ella provoco que ella construyera una pared a su alrededor, una pared que tenía como objetivo no mostrar su parte frágil, queriendo así que no volviera sufrir como en el pasado.

Las cosas para ella eran duras, de todas las personas en las que podía confiar solo había tres personas, Sabrina, Addrien y su mayordomo que estuvo con ella desde pequeña.

Era mala con todos los de su clase, con el único propósito de que no le hicieran daño.

Nada cambio durante mucho tiempo, todo siempre era la misma rutina, levantarse, ir a la escuela ir a su casa y con suerte que pasara algo interesante. Eso era antes, siempre se encontraba en el hotel de su padre en su habitación simplemente sola o debes en cuando con la compañía de Sabrina. Pero desde hace un tiempo las cosas se hicieron diferentes, ese sentimiento de tristeza y soledad cambio por uno de felicidad y calor.

Uno que a ella le encantaba...

Eso lo demostraba al estar sentada en el sillón de su casa viendo una película e compañía de un peli-rojo que se encontraba su lado con uno de sus brazos en sima de sus hombros mientras ella recargaba su cabeza ligeramente en el hombro del chico.

Ya no sentía soledad ni tristeza todo el tiempo, ahora todo eso sentimientos cambiaron por un sentimiento mucho más cálido.

Le encantaba estar de esa forma, la hacía sentir que le importaba a alguien, a alguien de forma sincera.

-¿En qué piensas?- pregunto Nathaniel a su novia viendo cómo se quedaba viendo a la nada con una hermosa sonrisa.

-En que me gusta estar así- respondió mientras recargaba más su cabeza en el hombro de Nathaniel con una sonrisa mientras el respondía de la misma forma que ella.

-A mí también me gusta- decía mientras la acercaba más a él.

Ese tipo de palabras, ese tipo de sonrisas y situaciones le encantaban, le gustaba sentir que le importaba a alguien y no dejaría ir ese sentimiento así de fácil. Un sentimiento que la hacía sentir que ya no se encontraba en esa soledad y que ahora la hacía sentir que tenía a alguien más en el que podría confiar.

Alguien que no la dejaría sola, ni la abandonaría...

Un sentimiento que hizo que le dijera adiós a la soledad.

Adiós a la soledadWhere stories live. Discover now