Capítulo único.

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Gabriel supuso que aquel sería un mal día desde que se despertó. Eran de esos días en los que te despiertas y sentías que sería un gran fastidio, que nada saldría como lo esperabas. Sabía que sería un mal día porque se sentía como el día en que la había perdido, aunque desde ese entonces todo se sintiera así: como si algo irremediablemente fuese a salir mal.

Así que eso era: todos los días se sentían mal.

Pero había algo peculiar en el aire; algo que hacía que el estómago le diera un vuelco, algo que no lo dejaba tranquilo.

Al final se dijo que no era nada, que quizá era el estrés que le jugaba una mala pasada, o la falta de sueño, o el enojo —Dios, vaya que se enojaba—. De lo único que estaba seguro es de que sería un día fatal.

Bajó a su despacho lo más rápido que pudo, logrando vislumbrar a su hijo, Adrien, recibir su desayuno en el comedor, mientras su asistente, Nathalie, le comentaba su horario del día. Gabriel no notó la expresión desolada de Adrien, su tristeza, su soledad; para él, sólo estaba haciendo caras porque estaba recién despertado, ya pronto se adaptaría a aquellos horarios. Pero Gabriel se equivocaba, como siempre. Si hubiera visto un poco más habría notado la mirada iluminada en el rostro de Adrien al pensar, por unos segundos, que su padre al fin comería con él. Luego, notaría cómo sus ojos parecían apagarse cuando Gabriel siguiera de largo.

El chico no tenía la culpa de nada. No tenía la culpa de que su padre fuera distante, estricto y siempre estuviera de mal humor; no tenía la culpa de que le exigiera tanto, mucho menos de que pareciera que nada fuera suficiente; más que todo eso, no tenía la culpa de que su padre fuera como era. Eso era culpa de Gabriel y lo sabía, por eso todos los días eran malos días.

Pero ese día debía ser el peor de todos.

Escuchó pisadas en el recibidor y dijo lo suficientemente audible "ten un buen día, hijo". Y, confiado en que ya su guardaespaldas debía estar abriendo la puerta del auto y Adrien estaba entrando, apretó la combinación tras el cuadro de Emilie. No le importó mucho cerrar la puerta, tenía la esperanza de que Nathalie le siguiera luego —aunque no se lo dijera o llegase a admitir nunca, a veces se inventaba toda una tarea que necesitara de su asesoramiento, y aunque le hablaba mal a Nathalie, no era capaz de decirle que sólo buscaba algo de compañía—.

Pero Gabriel no debió ser tan confiado.

Si aquél no hubiese destinado a ser un día tan fatídico, hubiese visto a su hijo espiando por la puerta.

*

Gabriel se transformó, ignorando lo que su kwami, Nooroo, le decía. Tenía que esforzarse. No costó mucho tiempo para que encontrara algún ciudadano con energías negativas. Sonrió para sí, como siempre. Ya no era por el placer que podría suponer su plan, sino por la homicida costumbre.

Gracias de nuevo, señorita Bourgeois, agradeció mentalmente.

Bonjour —dijo a su nueva víctima—. Soy Hawk Moth...

*

Mientras su nuevo villano hacía su trabajo, Gabriel se dio el lujo de recordar. No le gustaba hacerlo aunque no podía evitarlo. Aquella noche nunca saldría de su mente.

¿Cómo se puede olvidar haber matado al amor de tu vida?

Esa noche él estaba enojado con ella. Había escuchado los rumores de que ella andaba en una relación con uno de sus colegas del set, lo suficiente para que él explotara. Le exigió la verdad y ella le pidió que bajara la voz por Adrien, que dormía tranquilo en su habitación. Al ver que ella no negó nada, él gritó más fuerte. Luego ella le dijo que no debía hablar de su colega de esa manera y Gabriel enfureció más.

Volver a ti丨Miraculous Ladybug (One-Shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora