Capítulo 1

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Antes de que empecéis a leer quiero decir que esto probablemente sea lo más ¿random? que he escrito nunca. Llevaba un tiempo con esta idea en la cabeza y estuvo a punto de no ser publicada y casi ni escrita, pero aquí estoy, haciendo mis propias fantasías realidad y espero que las vuestras también.

Quiero darles las gracias a mis beta readers por su paciencia y por su feedback. Vosotras sabéis quiénes sois. <3

Y un agradecimiento MUY especial a MerenP por sus empujoncitos y su apoyo, y por la INCREÍBLE portada que se ha marcado :')

Ahora sí, ¡que lo disfrutéis!

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―Vamos, Ana, que tú puedes.

Me atusé la ropa de nuevo e inspiré hondo. Estaba delante del edificio donde realizaría mis prácticas de empresa y los nervios se apoderaban de mí. Tras seis años de preparación y muchas noches de insomnio, por fin estaba a punto de cerrar esta etapa.

Antes de poder acercarme a la puerta noté cómo me golpeaban por la espalda, y escuché un estruendo.

―¡Oye, ten cuidado! ―dije, girándome.

―¡Perdón, perdón! Dios mío, soy un desastre.

Una chica rubia recogía torpemente lo que reconocí como material de laboratorio, ahora desperdigado por el suelo. Me agaché a ayudarla.

―Madre mía, de verdad, lo siento, si es que estoy empanada.

―No, tranquila, perdóname tú por quedarme ahí en medio. ―Le sonreí. ―Al menos son sólo eppendorfs de plástico y no tubos de vidrio, podría haber sido peor.

La otra chica abrió mucho los ojos. Parecía incluso emocionada.

―¡¿Sabes lo que son?! ¿Eres estudiante de ciencias?

―Sí, hoy empiezo mis prácticas, estoy en mi cuarto año de carrera.

Noté que estaba a punto de decir algo pero entonces la puerta principal se abrió de golpe, y una mujer de edad avanzada y con cara de pocos amigos asomó la cabeza.

―¡Miriam! ¿Me traes eso o qué?

―¡Voy corriendo pa' allá! ―La tal Miriam se incorporó rápidamente, echando el resto de cosas de cualquier manera dentro de la caja. ―Ya nos vemos por ahí. Mucha suerte y perdona otra vez.

Y se fue sin darme tiempo a contestar.

Miriam. Igual era también mi compañera de prácticas y volvíamos a coincidir. Parecía mayor que yo, pero no la veía con aspecto de tener mucha soltura.

Me levanté, arreglándome la ropa de nuevo y, esta vez sí, dispuesta a entrar.

Me saludó un amplio recibidor de blancas paredes, decoradas con retratos de importantes nombres de la ciencia, y brillante iluminación, que le daba a la estancia un ligero aire a hospital. A muchas personas les habría desagradado esto, pero a mí me reconfortaba. Para mí un hospital era sinónimo de limpieza y pulcritud, de material esterilizado, de orden. Y me traían vagos pero agradables recuerdos.

Los carteles me indicaron que el edificio contaba con 5 plantas, con multitud de sectores y laboratorios distintos. Sabía que eso significaba pasta, y empecé a fantasear. Los laboratorios de mi universidad estaban bien, pero el dinero público tenía un límite. Aquí podría usar maquinaria que costaba más que la casa de mis padres. La perspectiva me mareó y emocionó al mismo tiempo.

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⏰ Last updated: Apr 29, 2018 ⏰

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