Un anciano labrador tenía un viejo caballo para cultivar sus campos, pero un día el caballo escapó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano se acercaban para condolerse con él y lamentar su desgracia, el anciano les repitió: "¿Mala suerte?, ¿Buena suerte?, ¿Quién sabe?".
Una semana después, el caballo volvió con una manada de caballos salvajes. Entonces, los vecinos felicitaron al labrador por su buena suerte. Este les respondió: "¿Mala suerte?, ¿Buena suerte?, ¿Quién sabe?".
Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, cayó y se rompió una pierna. Todo el mundo consideró esto como una desgracia. Sin embargo, el labrador se limitó a decir: "¿Mala suerte?, ¿Buena suerte?, ¿Quién sabe?".
Unas semanas más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota, lo dejaron tranquilo. Había sido "¿Mala suerte?, ¿Buena suerte?, ¿Quién sabe?".
Reflexion: Todo lo que a primera vista parece un contratiempo, puede ser un drisfraz del bien. Así pues sería una postura sabia que dejemos a DIOS decir lo que es buena suerte y mala suerte y le agradezcamos que las cosas se convierten en bien para los que le aman...
Esta historia también se aplica al fracaso, actitud altamente temida por los humanos. Vemos que también él puede ser una moneda de dos caras. Muchas personas han hablado del fracaso. Truman Capote dice "Todo fracaso es el condimento que da sabor al éxito".